Desde que era pequeño, siempre había sido un niño solitario. Mientras otros niños jugaban juntos en el parque, yo me sentaba en una esquina, observando con una mezcla de anhelo y tristeza. Fue entonces cuando conocí a mi amigo imaginario, Leo.
Leo era todo lo que yo deseaba: divertido, valiente y siempre listo para jugar. Tenía la capacidad de hacer que mis días grises se llenaran de risas y aventuras. Sin embargo, a medida que crecí, la mayoría de mis amigos imaginarios desaparecieron, pero Leo se quedó. Siempre estaba allí, susurrando en mi oído y guiándome en los momentos más oscuros.
Con los años, mi relación con Leo se volvió más intensa. A veces, sentía que no solo era un amigo imaginario, sino algo más… algo antiguo. Sus ojos brillaban con un destello extraño cuando se enfadaba; podía sentir su ira como un viento frío a mi alrededor. Pero en esos momentos oscuros, también había algo fascinante en él.
Una noche de verano, mientras estaba acostado en la cama, Leo me dijo: "¿Por qué no invitas a tus amigos a jugar con nosotros? Pueden ser parte de nuestra aventura". Aunque dudé al principio, la idea me emocionó. Así que decidí invitar a algunos compañeros de clase a pasar la noche en mi casa.
Cuando llegaron, les conté sobre Leo y les propuse jugar a un juego de exploración en el bosque cercano. Al principio, se rieron e hicieron bromas sobre mi amigo imaginario; sin embargo, al final accedieron con entusiasmo.
Mientras caminábamos por el bosque bajo el resplandor de la luna llena, empecé a sentir la presencia de Leo más intensamente. "Diles que deben jugar según mis reglas", susurró su voz en mi mente. Un escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta de que su tono era más serio que nunca.
En el corazón del bosque encontramos un claro iluminado por la luna donde decidimos hacer una fogata. Mientras contábamos historias de miedo, noté que mis amigos empezaban a inquietarse cada vez más. La atmósfera se tornó pesada y las risas se desvanecieron cuando comenzaron a escuchar susurros extraños entre los árboles.
"Es solo el viento", intenté tranquilizarlos, pero sabía que no era cierto.
De repente, uno de mis amigos gritó: "¡Mira!" Apuntó hacia un árbol donde una figura oscura parecía estar observándonos desde las sombras. Era difícil distinguirla bien debido a la oscuridad, pero tenía una forma humanoide que parecía moverse con gracia inquietante.
Entramos en pánico y comenzamos a correr hacia el camino de regreso a casa. Pero Leo no quería que nos fuéramos tan pronto. “No puedes dejarme”, resonó su voz en mi mente como un eco aterrador.
Sentí como Leo me agarraba del brazo fuertemente, sin dejarme escapar, en ese momento vi como mis amigos eran empujados al suelo debido a fuertes corrientes de vientos y de a poco uno por uno eran llevados hacia los arbustos.
Perplejo mire a Leo con ojos llorosos y pude notar su cara, su rostro con dientes filosos y ojos negros que apenas sí se visualizaban debido a que se camuflaban con su piel del mismo color. "Tu fuiste bueno conmigo", dijo mientras lentamente me soltaba del brazo. Al hacerlo por completo mis piernas temblorosas no aguantaron más y caía el suelo bruscamente lleno de miedo.
Las corrientes de viento poco a poco iban cesando y con ellas Leo desapareció entre la oscuridad y los arbustos. Por mi parte apenas noté que estaba solo salí corriendo, con una combinación de miedo, desesperación y aliviación. Lleno de culpa llegué al camino para ir a mi casa, al llegar no pude evitar llorar desesperadamente, mis padres Al escuchar mis llantos me preguntaron qué había pasado.
Les conté todo, ellos se vieron extrañados y llamaron a la policía, al llegar estos mi padre se encargó de hablar con ellos. Les contó todo menos la parte de mi amigo imaginario porque obviamente le tacharían de loco, mi papá les dijo que un grupo de hombres nos atacó y se llevó a mis amigos. Los policías primeramente no le creyó pero luego de ver la escena en persona y notar todo el desastre que se armó terminaron por creerlo.
Por mi parte no pude dormir por una semana; sentía la fría presencia de Leo echando desde las sombras de mi habitación. Susurros que llevaban el aire mientras intentaba convencerme de que todo estaba bien.
Una semana después regresé al lugar donde había perdido a mis amigos y a Leo; el claro estaba vacío y silencioso como si no hubiera sucedido. Pero desde entonces, cada vez que miro hacia el, siento la mirada penetrante Leo observándome desde la oscuridad.
Me cambié de escuela aunque la noticia recorrió todo el pueblo así que muchos me tenían miedo simplemente se alejaban. Y aunque trato de olvidar lo sucedido y seguir adelante con mi vida cotidiana, sé que nunca estaré realmente solo...porque siempre tendré a "mi amigo el imaginario" vigilando desde las sombras.
"¿Por qué me cuentas esto papá?"
"Es para que tengas cuidado con tus amigos imaginarios amor".
El padre le dio un fuerte beso a su hija en la cabeza y con un buenas noches se marchó.
"Tu padre es muy sobreprotector ¿No lo crees?"
"Es así siempre, como sea, buenas noches leo, mañana será un lindo día"
"Si... Un lindo y brillante día".