12 De julio del 2013
Al ser época de vacaciones, fui al centro comercial. Era muy aburrido, así que me dirigí a la sección de vídeo-juegos.
Para llegar a tal sección deberías subirte a el ascensor o subir las escaleras. Como todo flojo que soy, utilicé el ascensor. Ya adentro, tomé mi celular y comencé a mandar mensajes a cualquiera de mis contactos ya que ese ascensor era muy lento y tenia que esperar a que subiese los tres pisos. De pronto, el celular se apagó y el ascensor paró. Las luces se apagaron y me di un fuerte golpe con la pared al caer; me desmayé enseguida.
Desperté con la cara llena de sangre por el golpe. Estaba en el ascensor, aun oscuro. Comencé a gritar pero nadie me escuchaba; golpeé con fuerza la puerta en vano, la pateé y me senté a pensar al rendirme. Luego de una hora me dormí.
Desperté sobresaltado; ya me estaba empezando a quedar sin oxígeno. Traté de encender el móvil pero nada resultó. Tiré el celular contra el suelo y lo pisé con fuerza, enojado. Ya casi no me quedaba aire. Me rendí. Ahora escribo esto desde aquí. Jamás tomen ascensores, por más larga que la escalera se vea.