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Tenía frío, los pies no le respondían, las manos las movía con mucha dificultad intentando abrir la puerta. Las sombras se acercaban y con ellas la temperatura bajaba. Ingrid forzó la puerta hasta que después de unos segundos esta se abrió. Al intentar dar un paso, Ingrid se dio cuenta que estaba paralizada, no se podía mover. Delante de ella había un camino que llevaba a su salvación pero ya era demasiado tarde.

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Las sombras la rodearon, arañaban su piel con unas garras invisibles y afiladas. Fuertes zumbidos se convertían en una palabra al llegar a oídos de Ingrid. No caminaba pero se movía, la puerta se alejaba, intentaba retroceder, pero solo consiguió caer al suelo. Las sombras la estaban engullendo. Ya no tenía fuerza. Solo podía chillar aún sabiendo que nadie la oía y de que con su miedo alimentaba aquellos seres inmundos. Cerró los ojos, deseó con fuerza no estar allí, deseó no haber jugado con lo que no conocía, deseó que todos y cada uno de aquellos seres desaparecieran y por último deseó que todos sus amigos volvieran a vivir y así poder verlos aunque fuese solo una vez más.

Los zumbidos cesaron, ya no tenía frío y al abrir los ojos vio a sus amigos, sus deseos se habían cumplido. Todos estaban preocupados, tenían el rostro desencajado y la mayoría de ellos la intentaban levantar del suelo. Aún era de día, las cortinas que antes no dejaban pasar la luz estaban recogidas, el tablero de ouija estaba sobre la mesa con un vaso en el centro. Ingrid aún no comprendía que había sucedido, según sus amigos, se había desmayado al tocar el vaso, pero ella solo recordaba haber llegado a la cabaña para pasar el fin de semana y después haber jugado a un juego que había causado la muerte de sus amigos y casi la suya.

Al caer la noche todos se fueron a dormir. Ingrid la última en subir al segundo piso por el miedo que le causaba cerrar los ojos y volver a estar atrapada por aquellos seres, sintió que algo la miraba, que algo la rodeaba. La luz del segundo piso estaba encendida, así que después de tranquilizarse y mentalizarse que sólo había sido una absurda sensación, apagó la luz y dejando la puerta entornada de su habitación, se acostó en la cama con la intención de dormir. No conseguía conciliar el sueño ya que cualquier sonido la asustaba, al girarse se asustó de su propia imagen reflejada en un espejo. Al cerrar los ojos, por fin consiguió dormirse.

Las sombras volvieron, la atrapaban, el frío volvió a invadir su cuerpo, un escalofrío, un grito y de un salto se despertó.

Ya volvía a estar despierta nuevamente. Un escalofrío invadió su cuerpo al oír un ruido. Al mirar hacia la puerta vio que la puerta de la habitación estaba abierta de par en par y que la luz del pasillo estaba encendida. Ingrid se levantó todo y sentir que su instinto le decía que no. Al presionar el interruptor la bombilla estalló. Ingrid sintió la necesidad de bajar al piso de abajo a ver si alguien había ido a ver la tele y había dejado la luz encendida.

Bajó las escaleras con cuidado. Los escalones crujían a su paso cosa que la asustaba y hacía que su corazón latiera más rápido de lo habitual. Aunque tenía frío, estaba sudando. Cuando llegó al último escalón no pudo aguantar la tentación de volver a su habitación pero un extraño impulso de valentía lo impidió.

Una vez abajo, Ingrid decidió ir al comedor por si había alguien. Para llegar a la estancia, tenía que cruzar un largo pasillo cosa que hizo temblar todo su esqueleto. Tenía la camiseta empapada de sudor y eso la incomodaba. Al llegar al comedor pudo ver que no había nadie más que ella despierta. Al girar para volver a su habitación vio un pequeño haz de luz que provenía de la cocina. Al llegar a la pequeña estancia donde aún quedaban los restos de la cena, vio una linterna encendida sobre un pequeña mesa redonda. Ingrid cogió la linterna y al oir un ruido, su corazón se disparó y corrió hasta llegar nuevamente al comedor donde había más luz. Al llegar al comedor vio a todos sus amigos sentados alrededor del tablero de ouija. Cada uno de sus amigos tenia el dedo índice sobre un vaso que no hacia movimiento alguno.

"¿Qué hacéis a estas horas levantados?",preguntó Ingrid.

No hubo respuesta alguna, solo un frío silencio.

Ingrid se acercó a ellos y les pidió que no bromearan pero ninguno de ellos se inmutó, a punto de llorar, se acercó lo suficiente para ver cómo el vaso se empezaba a mover, señalando poco a poco un conjunto de letras. Al cabo de un rato la palabra que formaban las letras era: JUGUEMOS.

Sus amigos dejaron de mirar el tablero de ouija para mirar a Ingrid con los rostros desencajados y con unas miradas que le congelaron la sangre. Ingrid retrocedió unos pasos instintivamente y entonces vio como sus amigos se abalanzaron sobre ella. Al chillar y cerrar los ojos sintió una extraña tranquilidad hasta sentir de nuevo unos extraños zumbidos. Los zumbidos cobraron significado y el frío y el miedo volvieron a invadir el cuerpo de Ingrid. Sus amigos se habían convertido en las sombras y lo último que pudo sentir fue cómo esos seres le atravesaban con sus garras la piel matándola poco a poco. Esperando que eso fuera más que una pesadilla, se desmayó por el dolor.

Las familias estaban muy preocupadas porque llevaban sin ver a sus hijos más de una semana. Al llamar a la policía, estos acudieron a la dirección de la cabaña en seguida. Uno de ellos al tocar la puerta vio que estaba abierta, al entrar vio que todo estaba ordenado, teniendo en cuenta que era una cabaña de unos adolescentes. Al cruzar un pasillo y llegar a una gran estancia ,un escalofrío inundó su cuerpo.

Había una chica con la piel hecha jirones y un conjunto de chicos sentados alrededor de un tipo de tablero. Cada chico tenía las manos llenas de sangre y con uno de los dedos, el único que no estaba lleno de sangre, tocaban un vaso que se encontraba encima de un pequeño papel. El policía abrió el papel doblado y únicamente había dos palabras escritas: Game Over.

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