Tengo que confesar que aún duermo con mi osito de peluche.
Lo cierto es que tiemblo, incluso a la luz del día, con sólo pensar en lo que él me haría si no me acostara cada noche con mi osito.
Me visita por las noches, arañando las patas de mi cama con una insistencia aterradora. No puedo dormir siquiera.
Tardé en descubrirlo, pero al menos ahora sé que si abrazo fuerte a mi osito de peluche, él deja de hacerlo.
La primera vez que dormí sin mi osito de peluche fue terrible. Me levanté cubierta de cortes y arañazos por mis brazos. Explicar los motivos no fue mucho mejor, me tacharon de loca por hablar de él.
Lo he intentado todo, lo prometo. Me he ido a dormir antes. He cerrado mi puerta con llave… Incluso, he buscado formas de atraparlo para que todos me creyeran.
No importa lo que haga, él sigue viniendo cada noche, más enfadado.
Seguro que piensas que tan sólo me lo imagino, todos lo hacen. Seguro que crees que estoy loca o se me ha ido la cabeza…
Pero te lo juro, ese maldito osito está intentando matarme.