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MORADOR DEL LIMBO
Este es un descarriado del Limbo, penitente del Purgatorio con fecha de nacimiento en un guiño de ¡CreepyLooza! Abstente de la arena, que esto es más legal que tu jfa. Burló La Guillotina y a los Jueces del Infierno, así que cómete tu teclado. |
El rechinante sonido de los tablones siendo pisoteados por aquellas botas sucias no parecía tan molesto como de costumbre. Su mente permanecía en un basto infinito lleno de recuerdos falsos que no hacían más que burlarse de lo que su mente ignoraba en ese momento.
Una Francia bastante horrenda de 1789 gritaba justicia y la cobraba por medio de lo que se le conocería como homicidio en un futuro. La pena de muerte del joven Thomas, de tan solo 19 años, era proclamada frente al enorme público. Y más que una sentencia parecía un juicio. "Por el asesinato de 12 pequeños niños del orfanato Guicce, ¿Se considera usted culpable o inocente?".
Y con esa casi macabra sonrisa, afirmó su horrible acto. La mirada de sus alrededores no daba molestia, repugna u odio. Parecía más confusión. ¿Cómo pudo haber hecho eso si era tan bueno? Los niños del orfanato lo querían como a un hermano más. Él jugaba con ellos y los cuidaba cuando enfermaban o tenían miedo.
"Pero hay que ver más allá de las apariencias".
Pensamiento dudoso. No era una simple apariencia, el chico de verdad era bueno. Sin embargo nadie más tenía las manos machadas de sangre. ¿Y parecía ser suficiente prueba el hecho de que fuera el único sobreviviente de aquel orfanato? Irónicamente siendo también el mayor de los huérfanos. Lo había perdido todo. Jamás tuvo unos padres que le dieran lo que todo hijo merece.
Aquel mal gesto facial se borraba mientras una lágrima comenzaba a deslizarse por su mejilla. Al mismo tiempo, su cabeza era cubierta por un trozo de tela que emanaba un apenas perceptible pero lo suficientemente molesto olor a alcohol.
Negro. Todo era absoluta oscuridad. A los ojos de Thomas eran como un cielo nocturno con unas cuantas estrellas dándole algo de esperanza. Las pequeñas entradas de luz que la tela le obsequiaban cierta calma. "Todo estará mejor cuando esto termine, volveré a estar con ustedes", un pequeño susurro que el verdugo logró percibir dentro de esa oscuridad mientras colocaba el trozo de mancuerna gruesa alrededor del cuello del chico.
Las manos temblorosas del verdugo comenzaron a mover lentamente la oxidada palanca que daría cese a la vida del muchacho. Ni él mismo podía creer lo que estaba a punto de suceder. Pero alguien debía pagar por lo que le sucedió a los pequeños. ¿En serio era Thomas quien debía ajustar cuentas?
Los llantos de nadie en especial cantaban una triste canción. El cielo nublado lloraba a la par de la triste escena que Francia presenciaba. La orden fue dada, y en menos de lo que cualquiera pudo darse cuenta, ahí estaba, el cuerpo de Thomas rebotando, luchando por sus últimos alientos de vida. Gemía de dolor, y la tela que cubría su rostro comenzaba a humedecerse. Thomas estaba llorando amargamente.
Aquellos que no aguantaron, se fueron rápidamente. Los que se quedaban mirando sentían un nudo en la garganta. ¿Por qué tenía que terminar así?
─¡Paren esto! ─gritó alguien a lo lejos─ ¡Thomas es inocente!
¿Quién era esa preocupada voz ronca que pedía piedad a lo lejos?
Un hombre cojo de rostro desfigurado corría torpemente hacia Thomas. De manera agresiva empujaba a las personas a su alrededor y continuaba gritando lo mismo que en un principio se le escuchó.
─¡Fui yo! ─gritó desesperado al juez y al verdugo─ ¡Yo los maté, dejen al chico!, no lo soporto más...
Sí, ese sí que tenía pinta de asesino, y la amargura con la que hablaba daba demasiada credibilidad. Un cobarde más que no supo dar la cara en su momento, provocó un daño irrefutable en alguien que no lo merecía. ¿Pero qué importaba? Unos más, uno menos. Pudo con 12 ¿Acaso no podría con un décimo tercero?
Ni cerca. Al borde de la desesperación, aquel hombre tomó al muchacho y comenzó a tirar de él sin pensar, con la absurda esperanza de que en algún momento la cuerda se rompiese y el chico cayera al suelo. Mas lo único que provocó fue una rotura de cuello y una muerte inmediata. Un descanso sin dolor, no más agonía.
Y todo se volvió oscuro.
Thomas recordó en aquel último momento las palabras que el párroco de la ciudad le dijo alguna vez: "¿Qué hay más allá para aquellos que hacen el bien o el mal? ¿Sabías que los que se suicidan no van a ningún lado? Solo dios decide quién vive o muere. Quien muere justamente siendo malo, recibe su castigo. El bueno, verá la gloria de dios".
¿Pero fue suicidio u homicidio?
Thomas había perdido todo, Thomas quería morir.
Aquel día Francia se hundió en silencio. Se dejaba mojar por la tristeza del ocaso nublado. El sol durmió y ni siquiera la luna se asomó para saludar. Y antes de la verdadera ejecución, aquel malvado que decidió dar la cara fue encontrado muerto en su celda.