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Oh, los cuadros que decoraban las paredes desgastadas del pasillo eran aterradores, pero sinceramente intrigantes. A medida que avanzaba para llegar a la ventana del fondo, pasaba los dedos examinando las escenas que parecían formar una ligera historia.

La primera pintura enseñaba a un niño pequeño, sentado en piernas de su padre mientras él tocaba el piano. La cara del primero estaba bañada de asombro por cómo los dedos ágiles del segundo producían música.

El segundo mostraba a un joven nuevamente junto al instrumento; pero esa vez no era el que observaba y disfrutaba: en vez de presentarse junto a su padre, él era quien daba una demostración de la melodía que el piano podía producir.

La tercera, era casi idéntica a la anterior. Aunque ya no había disfrute en los rostros de los invitados que oían al muchacho; se hallaban todos en sus lugares, con una soga al cuello, y el pianista había caído muerto sobre las teclas de su instrumento.

Tras darme cuenta de que había estado mirando como hipnotizado estos retratos, sacudí ligeramente la cabeza y continué hasta llegar a la ventana de vidrios empañados; la aclaré un poco y pude contemplar una de las visiones más extraordinarias que jamás tendré. Vestigios de mundos destruidos, corrompidos y olvidados se alzaban por fuera de los límites de la mansión en la que me hallaba atrapado.

Si tan sólo no me hubiera llamado la atención un ruido leve de alguien tosiendo en una puerta a mi derecha, quizá habría pasado toda mi vida contemplando ese paisaje, que es imposible de describir. Me dirigí hacia la puerta que mencioné.

No podía creerlo... estaba frente al escenario de aquellas pinturas que había visto. Un piano en el centro de una habitación iluminada, con sillas a su alrededor, y mesas donde antaño habían platos y un banquete, quizá.

Escuché una voz desde la oscuridad de los rincones del cuarto. Tomó un poco de tiempo saber que el llamado lo había emitido un anciano sentado en un polvoriento sillón, el cual también había visto en los retratos. Me miró con una sonrisa de esperanza y de compasión, al darse cuenta de que yo estaba asombrado.

-Has visto esos cuadros, ¿no es así, joven?

-Sí.

Tenía miles de preguntas para hacerle, pero no pude contestar más que "Sí". Obviamente él lo sabía.

-Este fue el salón donde se realizaron incontables festejos con el mejor entretenimiento: la música de mi bisnieto, el cual tocaba el piano como todo un profesional. Es curioso, ya que yo le enseñé a su abuelo, él a su padre, y él le enseñó a este muchacho; todo lo aprendió de casa, pero aún así...

Se pausó a sí mismo, como tratando de traer algo de nuevo a su memoria. Examinó mi rostro con curiosidad, y como adivinando que le iba a preguntar del tercer cuadro, me explicó lentamente:

-Sí, aquella noche estaba tocando para el fin de año. Fue una fiesta increíble, pero... la desgracia fue inevitable; no sé si algún criado había hecho algo mal al limpiar el interior del instrumento, pero cuando mi bisnieto revisó, la tapa se le cayó encima, justo sobre su cabeza.

Una bien guardada lágrima surgió desde su ojo derecho, y señaló con un dedo tembloroso los restos de manchas rojas en el borde del sucio piano.

-Ahí puedes ver lo que quedó de ese suceso. Pocos minutos después, un joven criado de la familia (que era un gran fanático de la música de ese chico) selló todas las puertas, y asesinó a todos los que se hallaban presentes en la habitación.

Luego, miró hacia otra esquina envuelta en penumbra, donde un esqueleto reposaba.

-Y él está ahí, aún esperando a que su pianista favorito toque una vez más. Tampoco piensa dejarte ir a ti, explorador, así que mejor dale lo que se merece.

Entendí perfectamente lo que el viejo quería decir, así que no dudé ni un segundo. Imaginando una bella melodía, comencé a bailar pacientemente sobre el escenario; tuve que estar mucho tiempo así, sin embargo al final pude sentir cómo presencias dormidas se unían a la danza.

Era muy ligera, pero esa sensación de estar acompañado en un último acto me reconfortaba ampliamente. Todos, ellos y yo, bailando al ritmo del piano.


Naaga