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Una joven de 20 años es brutalmente asesinada por un grupo de militares, por haber aniquilado a un sargento después de haber sido violada por él hace cinco días. 

Su muerte llegó días después de que la mayoría de las personas que participaron de aquel movimiento, fuesen masacradas al término de un mitin que ellas mismas habían realizado. La joven fue trasladada junto con varios jóvenes a un campo militar, donde ella vivió un auténtico infierno hasta sus últimos días. 

Mariela Santibáñez, la joven, provenía de una familia adinerada de la Ciudad de México; estudiaba Economía y Finanzas en una prestigiosa universidad. Era una alumna que prometía mucho,sin embargo, era muy reservada. 

Casi no tenía amigos y muy pocas veces se le veía hablar con otra persona que no sean de su círculo familiar. Era muy bonita, su pelo era rubio y lacio, su tez era blanca como la nieve y sus ojos eran una combinación extraña de verde y azul. Con estas características es casi imposible que una muchacha como ella no tuviera una constante vida social. 

Ni siquiera al llegar a casa se podía desconectar de sus angustias, su madre era su mayor tormento. Mariela pasaba todos los días esperando con ansias la llegada de su padre del trabajo. Su madre la obligaba a recluirse en su cuarto para hacer tareas que ni siquiera le dejaban, la humillaba y despreciaba. Le decía que hubiera querido tener el suficiente dinero para abortarla. En algunas ocasiones le pegaba. 

No obstante, la joven tenía un lazo muy especial con su padre ya que el siempre estaba dispuesto a ayudarla en lo que hiciera falta aún si él tenía que atender un asunto importante que surgía del bufete de abogados en el que trabajaba. Pero, sobre todas las cosas, el siempre escuchaba a su hija, la aconsejaba y la cuidaba de quien sea. 

En los fines de semana, muy temprano, su padre llevaba a Mariela a un lugar llamado “La Acrópolis” . El lugar no tenía nada que ver con el colosal edificio ateniense pero lo que a ambos les llamaba la atención era la paz que se podía respirar en aquellos días (antes de que se dieran los disturbios en el país). Esa paz era aprovechada para poder conversar y podían fácilmente estar ahí todo el fin de semana. 

Pasaron los meses y el lugar secreto de ambos estaba siendo utilizado para construir un campo militar. Ambos  se entristecieron con la noticia y no tuvieron opción de estar recluidos en casa en los fines de semana. 

Ambos soportaban las humillaciones de Josefa (la madre). En la hora de la comida, pasaban un calvario al escuchar los caprichos de la mujer. El padre tenía que escuchar a su esposa pedirle dinero para sus gustos y Mariela tenía que escuchar la misma cantaleta que su madre le dirigía todos los días. 

Dos meses después, en agosto del 68, Mariela por fin entabla una relación social con alguien de su facultad. Un joven dos años menor, estaba enamorado de Mariela desde que la vio en la Facultad. 

Guillermo Álvarez era un joven que provenía de una familia muy pobre y el los ayudaba lavando coches en un estacionamiento. El estudiaba en una escuela pública y siempre sobresalía en los estudios. Logró gracias a sus ganas por salir adelante, adjudicarse una beca para ser admitido en la misma universidad donde Mariela estudiaba. 

Desde el primer momento en que ambos se conocieron, sus vidas cambiaron para siempre. Un mes después se hicieron novios y días después junto con los demás compañeros, empezaron a tomar parte de las manifestaciones que se estaban dando lugar el Ciudad de México. 

En ese tiempo, Mariela ya no era la muchacha asilada e introvertida, era una dirigente de los movimientos estudiantiles, al igual que Guillermo. En otro plano, la madre de Mariela había muerto gracias a un ataque de ira que sufrió al enterarse que ella tenía novio. El infierno de Mariela había acabado en aquellos días. 

En octubre del mismo año, Mariela y su novio habían acordado encontrarse en uno de los edificios departamentales que rodeaban a una gran plaza. El padre de Mariela estuvo dispuesto a acompañarla al mitin que se iba a desarrollar en aquel lugar. 

Mariela era la oradora principal y Guillermo estaba junto con su padre detrás de ella vigilándola y cuidándola. El reloj marcaba las 6:20 de la tarde cuando se decidió poner fin al mitin.  Mariela fue rápidamente con su novio y su padre para encaminarse a casa cuando vieron unas extrañas luces caer desde el cielo. Al momento que tocan el suelo y cerca de una iglesia, las ráfagas de metralleta se hacen sentir en el lugar. 

El padre de Mariela recibe un disparo en la cabeza, matándolo al instante. Guillermo trata de detener a Mariela ya que las balas pegaban en todos lados. Ella chillaba al ver a su padre muerto y de su cabeza veía correr un río de sangre. 

Ambos bajan a la planta baja y se refugian en un local. En aquel lugar había muchos jóvenes que se ocultaban de la balacera. Horas después de la matanza, a Guillermo y a Mariela los llevan en uno camión a un lugar desconocido ya que estaban con los ojos vendados.  Para su sorpresa, Mariela reconoce al instante el lugar secreto que ella frecuentaba con su padre y Guillermo le susurra que todo saldrá bien. 

Pasaron los días y Mariela era torturada salvajemente por los militares en los interrogatorios y Guillermo tenía los dedos totalmente machacados por los golpes de culata que recibió en cada uno de los interrogatorios. 

Mariela tuvo el infortunio de ver a su novio ser asesinado en un fusilamiento por haber faltado al respeto a un oficial de alto rango. Estaba deshecha, estaba reviviendo con mayor fuerza sus penas y dolores, su padre no estaba con ella para consolarla. 

El día en que fue violada por el sargento, ella sintió una rabia incontenible y cuando se les permitía salir para comer o hacer sus necesidades básicas, ella cogió un lápiz que había encontrado en el suelo y sin dudar, logró inmovilizar al sargento para luego recoger su pistola y pegarle un tiro en la cabeza. 

Los demás militares llegaron e inmediatamente se llevan a Mariela a un lugar solitario, le vendan los ojos y le amarran los pies y manos a un poste. Luego la asesinarían con ráfagas de metralleta. 

Años después, el Campo Militar es demolido para construir un centro comercial que se llamaría “Ciudad Comercial Acrópolis”. Aunque no tuvo éxito, una locataria que trabajaba en ese edificio estaba dispuesta a salir del inmueble cuando sintió unos susurros inentendibles que hicieron eco en todo el edificio. 

La locataria preguntaba que quién andaba ahí pero no tenía respuesta. Empezó a subir los escalones hasta llegar a la segunda planta, al momento en que llegó ahí sintió un olor muy extraño y a su vez nauseabundo. Ni siquiera con taparse con su ropa podía disimular el olor y sin decir mucho se acercó más y más al origen de ese olor. 

Sorprendida, notó que aquel olor provenía de su local y rápidamente abrió la puerta para buscar lo que provocaba ese fétido olor. En cuanto posó la vista en una de las paredes del local, la locataria se aterrorizó y no podía ni gritar ya que el terror la petrificó por completo.  En la pared se podía apreciar una inscripción hecha con sangre aún fresca la cual decía “Aquí yacen mis restos, al igual que los de él” La mujer estaba espantada y rápidamente trató de salir del lugar pero la puerta estaba trancada. 

Siente un aire frío en la espalda y al mismo tiempo siente que algo la está tocando. Voltea la mirada y logra ver una silueta en la penumbra, la cual lentamente se le acerca. La locataria mira fijamente el rostro de aquel espectro. Tenía un aspecto terrible, se podía ver los agujeros en su cuerpo y la cara casi desfigurada. El espectro de aquella joven le dice “Estás en un lugar en donde yacen mis restos mortales, estás profanando nuestro lecho de muerte” La mujer chillaba y chillaba para que la dejara salir pero el espectro toma un lápiz lleno de sangre y le dice “No somos las únicas que han sufrido en esta vida”. Fueron sus últimas palabras antes de que el espectro de Mariela se esfumase en la penumbra. El cuerpo sin vida de la locataria estaba situado en el mismo lugar en donde Mariela cayó fulminada por las balas.

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