Era una calurosa noche de primavera en la que mis padres se habían ido a cenar ellos solos. La verdad estaba un poco asustado, así que, para calmarme, encendí mi ordenador y me puse a leer foros.
Poco a poco me fui olvidando del miedo hasta que llegué a una página extraña en la que decían cosas bastante perturbadoras sobre el misterio de los armarios y su relación con los casos casi centenarios de cuerpos putrefactos encerrados en sus interiores sin mayor explicación.
"Mira en tu armario, ahí lo encontrarás", me dije a mí mismo en tono burlón. Un fétido olor a descomposición inundó mi nariz. Con cierto temor me volví, pero tras reprocharme mi patética sugestión, continué navegando en otros foros, mucho más amenos y menos siniestros.
Más tarde, cuando apremiado por el sueño, me acerqué a mi armario para extraer otra colcha, dudé frente a la perilla por unos segundos y luego la giré sobre sí misma.
Por el amor de... ¿Ese no soy yo... Muerto?