Logré que mi hijo se metiera en la cama y, como todas las noches, me pidió con su tierna voz:
-Papi, revisa si hay monstruos debajo de mi cama.
Le di el gusto a su imaginación infantil, mirando bajo la cama y ahí lo vi. Era mi hijo, pero otro él bajo la cama, acurrucado, quien asustado susurró con su vocecita:
-Papi, hay alguien sobre mi cama.