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Angel androgino

Cuenta la leyenda que, allá en lo más profundo del bosque, se encuentra el ángel alado encargado de mantener el equilibrio entre la vida y la muerte, y que lleva sobre sus hombros además, la pesada carga de una servidumbre casi eterna a una entidad primaria, egocéntrica, infantil, pero desafortunadamente más fuerte y temible que él, lo cual de por sí es difícil de imaginar.

Cuentan las ancianas que esta criatura tiene una forma de primate erguido, como una persona encorvada; pero no, no puede ser una persona, nadie en el mundo, nadie en la realidad es tan cruel y sádico como este ser.

Su piel es gris, un gris negruzco, que aclara en contraste con el negro de sus alas. Ese color negro de cada una de las plumas que forman sus extraordinarios apéndices puede oscurecer el día más soleado del verano, teñir de oscuro el lienzo más inmaculado.

Se dice también que porta una hoz de mango largo similar a la que posee la muerte, y lleva consigo una pequeña bolsa de color cobrizo, que desencaja totalmente con las tonalidades tristes y oscuras de su atuendo.

Pero, ¿cómo un ser tan cruel ha podido ser visto y no darse cuenta de ello? La respuesta se haya en sus plumas. Solo aquellas valientes personas que en mi pueblo lograron reunir el valor para entrar al profundo bosque dicen haber visto esas plumas.

Las ancianas me dijeron que el que poseyera una de esas plumas podría contactar con este ser y pedirle un solo deseo. La petición siempre se cumple no importa qué tan descabellado sea, y, a cambio, él solo te pide que le respondas una pregunta. Parece un pacto muy conveniente, que durante la inquisición más de la mitad de los hombres y mujeres de mi pueblo fueron al bosque en busca de plumas. Solo volvió una mujer, antepasada de las viejas que narran esta leyenda en el pueblo.

Según cuentan, ella se adentró con su padre y su prometido. Protegida por dos hombres y a la espera del cumplimiento de un deseo, parecía que nada podía salir mal. Anduvieron varios días hasta llegar al centro de aquel bosque de árboles perennes, pero no hallaron las plumas deseadas. Cuando desistieron al quinto día, de repente, así sin más, cayó delante del padre una pluma negra.

¡El padre estaba emocionado! Por fin lograron encontrarla. Pero cuando se agachó a recogerla, la mujer notó su rostro húmedo. Se tocó la cara y vio sangre.

¿Era suya? No. Entonces giró a ver a su prometido, pero solo observó media cara suya, la otra mitad había desaparecido. Corrió entonces al lado de su padre, ahora una mole de carne sin vida que se movía por espasmos en el suelo.

Antes de que pudiera echar a correr, vio delante de él al ser tan buscado, el ángel alado. Él se posó majestuosamente sobre el mango de su hoz, manchada de sangre, y permitió a la mujer contemplar su macabra belleza.

Tenía un cuerpo extremadamente delgado, pero seguía siendo atractivo, mientras que su rostro era el más bello que la mujer había presenciado nunca. Tenía facciones de mujer, y sí, cuerpo de mujer, totalmente desnudo e inmaculado. Sus alas eran del negro más elegante jamás visto.

Seguidamente se inclinó ante su huésped, recogió su pluma y se le acercó al oído diciéndole con la voz más dulce, nunca antes oída: “Ya cumplí tu deseo, ahora deberás responder a mi pregunta”.

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