Wiki Creepypasta
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Para Pablo, llevar a su familia de vacaciones al mar fue más un reto personal que un propósito. Requirió de un gran sacrificio para poder juntar el dinero necesario para arreglar los papeles, su vehículo, víveres y para cualquier contingencia que se pudiera presentar durante el recorrido. Fue difícil, pero eso hacia mas exquisito el estar ahí, al fin, sentado frente al mar con su esposa, Mercedes, y sus tres hijos.

Habían elegido una zona cerca de unos riscos para pasar el primer día. Sus hijos de cinco y cuatro años estaban en el agua con su madre, lejos de las zonas rocosas para evitar cualquier accidente; Pablo se había quedado con su bebe de siete meses, al que no quería llevar al mar porque había olvidado los lentes protectores y no quería que le entrara agua salada en los ojos. No era que le importara, pues el bebe estaba tan feliz jugando con la arena. Pablo estaba tan orgulloso de ese chiquillo, pues a su corta edad, (y su corta estatura) ya gateaba como todo un profesional.

Fue a caminar con él hacia los riscos, ya que el bebe ya estaba fortaleciendo sus piernas para caminar, y necesitaba terreno solido en donde plantar sus piecitos. Camino por las rocas y le sujeto la manita para guiarlo, siempre cuidando que no hubiera rocas sueltas o filosas, algo que pudiera ponerlo en peligro. En ese punto, la brisa marina era reconfortante, las olas no llegaban y no había rocas peligrosas; por lo que eligió ese pequeño espacio entre dos charcos de agua para entrenar a su bebe en el arte de caminar. Además, había una roca alta que le ayudaba al bebe a pararse solo, sin su ayuda.

Se alzaba, daba un paso y se caía, por lo que optaba mejor por gatear y chapotear con el agua de los charcos. Pablo le insistía que lo intentara de nuevo, pero era inútil: el bebe era perezoso y quería gatear.

Entonces, escucho el grito de su hijo, el mediano, que provenía de su espalda. Había venido a seguirlo pero había metido su pie en una de las denominadas "trampas de agua". Aparentes charcos inofensivos, pero de verdad profundos y peligrosos. Corrió a sacarle la pierna del agujero, y lo sentó para ver si tenia una herida de gravedad; no había pasado de un rasguño menor. Fue por el bebe para llevarlos a ambos a la playa con su madre, pero jamás se imaginó que su niño ya no estaría ahí donde lo había dejado.

Su botón del pánico se activó al instante. Corrió a la playa y no vio nada, y era imposible que su bebe hubiera llegado hasta ahí en tan poco tiempo. Lo buscó junto a las rocas, o detrás de ellas. Entonces, se desesperó y comenzó a temer lo peor.

Subió hasta donde pudo ver toda la costa y buscó a alguien que fuera huyendo con un bebe, pero no vio más que gente disfrutando el clima. Dio aviso a las autoridades para que registraran la playa entera, quienes a su vez dieron aviso a los guardacostas para que comenzaran a registrar la bahía, pese a que Pablo les dijo que jamás hubiera podido llegar al mar.

El operativo se extendió por toda la playa. Registraron todos los autos en las cercanías. Interrogaron a las personas que traían bebes con ellos. Buscaron en las carreteras contiguas en caso de que el secuestrador hubiera optado por caminos secundarios. Después del operativo, todos los cuerpos de emergencia concluyeron que era imposible que cualquier secuestrador hubiera desaparecido por tierra tan rápido con el bebe, por lo que lo más factible era que, ya sea que hubiera sido secuestrado u otra cosa, estuviera en el mar. Los rescatistas emprendieron una labor de reconocimiento en toda la costa, buscando pistas del paradero del bebe: registraron botes, veleros, yates; todo lo que se moviera en el agua. No hubo ni una sola pista de qué pudo haber pasado con el bebe en todo el día.

Los padres del desaparecido se volvían locos de dolor, de solo pensar que habían llegado a la playa con él y se verían obligados a abandonarla sin él. Las autoridades les dijeron que el siguiente día proseguirían con las labores de búsqueda, que no tenían que perder las esperanzas, pero que lo mejor era que se retiraran a donde se estaban hospedando ese día a descansar y que dejaran todo en sus manos. QUE POR NINGUNA RAZÓN, fueran a intentar algo estúpido; los parientes seguido solían hacerlo cuando de desapariciones se trataba. Ellos se retiraron, pero, enserio: ¿quien descansa cuando un pariente está desaparecido; qué padre puede dormir sabiendo que su hijo podría estar...?

En fin, solo hubo llanto esa noche. El día siguiente, no fue diferente al anterior: no lograron encontrar nada, ni una pista del paradero del bebe. El tercer día fue peor, pues todos comenzaron a dar por sentado lo que el padre del niño jamás estaría dispuesto a aceptar.

Paso el tiempo y a la familia se le acabó el dinero para seguir hospedados, y las autoridades les recomendaron volver a su residencia y abrir una linea de comunicación con ellos, para mantenerlos informados desde allí de las investigaciones. Pablo no aceptó esto; mandó a su esposa e hijos de regreso (en contra de sus deseos) y se quedó a seguir buscándolo.

Las autoridades le dieron un seguimiento digno al caso las primeras dos semanas, pero luego de no encontrar nada, optaron por proponerle a Pablo que asistiera a un grupo de apoyo para padres de desaparecidos gratuito. Esto detonó el coraje del padre desesperado, quien no volvió a acudir a ellos para darle seguimiento al caso. Pasó los peores días de su vida rondando por la ciudad, buscando al azar, pasando hambre, sed y sueño en busca de su hijo. Sobrevivió gracias a la caridad y simpatía de los ciudadanos, que se compadecían de su pérdida y le daban dinero o comida. Unas semanas después, las autoridades lo encontraron en un muy mal estado y enfermo como un vagabundo. No había hallado nada

Pablo volvió a su casa e hizo lo que le habían propuesto en un principio: abrió una línea directa con las autoridades costeras, y le enviaron un portal de Internet donde podría monitoriar las actividades de búsqueda, y todos los resultados.

Pablo pasaba casi todo el día actualizando su computadora, viendo cada segundo si pasaba algo nuevo. El impacto de la pérdida se reflejaba en toda su familia, pero él era quien menos podía sobrellevarlo. Casi no comía, no dormía, no se duchaba; evitaba hacer cualquier cosa que lo alejara de la computadora. Por simpatía, su jefe directo consiguió que le dieran un permiso especial en su trabajo para que pudiera mantenerse al tanto de la búsqueda de su hijo. Los profesores fueron flexibles con el bajo rendimiento de sus hijos en la escuela, pues entendían lo que toda la familia estaba pasando. En fin, toda la familia había caído en una espiral de depresión que eventualmente terminaría separándolos a todos.

Unos meses infructíferos después, Pablo estaba sentado en su computadora como siempre. Tenía la página de Internet que le habían dado abierta, pero ese día en particular sintió por vez primera que no tenía caso, que nada cambiaría en el estatus del desaparecido. En un delirio de tristeza y nostalgia, se puso a buscar imágenes de la playa en donde eso ocurrió. Buscó su ubicación en google maps, luego buscó vídeos del mar. Todo terminó abruptamente cuando descubrió este vídeo en la web, filmado en un lugar familiar.

LiveLeak_Octopus_jumps_out_of_water_and_attacks_huge_crab!

LiveLeak Octopus jumps out of water and attacks huge crab!

Se puso a llorar amargamente diciéndose a sí mismo lo imposiblemente estúpido que resultaba, pero sabiendo que era cierto. Ese espacio entre los dos charcos fue el último lugar donde vio jugando a su hijo.

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