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La geografía española cuenta con un sinfín de construcciones que han quedado en el olvido, pero que siguen manteniendo una magia y un encanto especial, al menos para aquellas personas a las que les gusta buscar las huellas del misterio. Una de ellas es el túnel de la Engaña (Vega de Pas, Cantabria). ¿Qué secretos esconde?

En la pequeña y acogedora localidad cántabra de Vega de Pas, la vida transcurre con total normalidad. Los mayores, como es costumbre, rememoran con nostalgia aquellas historias del acervo popular que, de alguna manera, marcaron sus vidas. Una de ellas se produjo en 1941, finalizada la cruenta Guerra Civil española, cuando bajo el mandato del general Franco se inició uno de los proyectos más ambiciosos: intentar unir los puertos de Santander y Valencia mediante una serie de perforaciones.

Primero se construyeron barracones y años después, en 1951, se comenzó a perforar lo que hasta hace poco tiempo era el túnel más largo del territorio español –hasta la construcción de los túneles destinados al AVE– y perteneciente a la línea Transmediterránea, el tristemente célebre túnel de la Engaña, con una longitud de 6.976 m. En este túnel los presos trabajaban en jornadas de 12 horas, un ritmo que pocos podían resistir. En este proyecto también participó mano de obra civil perteneciente a la empresa Portoles y Cía. que, con el paso de los años, formó familias en Vega de Pas. Aun hoy muchos descendientes viven allí y son conocidos como “los portoleses”. Otros dicen que este túnel fue construido por presos republicanos procedentes de la prisión de Valdenoceda (Burgos) que redimían sus penas con su trabajo.

Estaba previsto que esta construcción durara 54 meses, pero debido a los múltiples fallecimientos que se produjeron y los problemas en la infraestructura acabó alargándose 8 años, a pesar de que las cuadrillas estaban formadas por más de 9.000 presos. Así que las obras finalmente concluyeron en la primavera de 1959. Lo que fue un ambicioso sueño para unos, se convirtió en una tumba de hierro y hormigón para otros, ya que allí perdieron la vida cientos de seres humanos.

El túnel, hoy.

El visitante puede acceder y disfrutar de esta obra faraónica tanto por la zona burgalesa como por la vertiente cántabra, donde dan la bienvenida al viajero curioso un “fantasma” sin raíles, estaciones abandonadas y los antiguos barracones transformados en improvisados corrales. Si nos adentramos unos metros en el bosque podremos contemplar una visión inolvidable: la boca del túnel expulsa el humo que se forma a causa de la diferencia de temperatura, como si de un dragón de vapor se tratara. El agua resuena por todas partes y a medida que nos introducimos en el túnel la temperatura disminuye de manera brusca, mientras que el silencio magnifica los sentidos. Cada ruido, cada suspiro, todo es desconcierto en sus entrañas. No podemos imaginar cómo pudieron aguantar los obreros allí dentro durante tantas horas al cabo del día, con esa serenata de picos y palas danzando al toque del patrón.

Si no se tiene la mente fría no es recomendable penetrar solo en el túnel, pero si algún lector decide hacerlo, una buena recomendación es buscar un lugar seco, sentarse y disfrutar del silencio que allí reina. No se tarda en escuchar ruidos, pasos, susurros, “almas” solitarias que vagan por el lugar buscando una salida de la tumba que un día construyeron.

Túnel-cantabria
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