Previo al inicio del experimento, fue encerrado en un amplio ambiente, esférico y hermético, y fue amarrado para evitar escape y movimiento. Podía mirar la ventana, es cierto, pero en su lugar se limitó a observar a los científicos culpables de su encierro, que le devolvían con pavor la mirada.
Comenzó el experimento, y no hubo forma de detenerlo. El sujeto sonrió, y comenzó a reírse mientras de las paredes brotaba arena.
Enterado, el sujeto rió más. Rió y rió y su cuerpo rojo se tornó. Cual quemadura su piel; hasta que comenzó a caerse, por trozos, despegándose del cuerpo. Sus músculos y carne quedaron expuestos, y tan solo reía.
Se observó primero y luego a los científicos, con gran sonrisa y macabra mirada. Ya no sentía dolor, su rostro explotaba de felicidad. Y sus ojos se derritieron en una masa blanca y negra, dejando dos cuencas vacías y un alarido. Sus músculos comenzaron a fracturarse, a arder, a colapsar, a mezclarse y contraerse, expandirse y demás, hasta que ya no había músculos. Sólo huesos.
Y cada grano de calcio en los huesos se iluminó en un destello. Y así se hizo arena. Cada hueso se convertía en millones de granos de arena. Al final, tan sólo quedó su cráneo, que observaba a los científicos con felicidad, sobre la arena que alguna vez fue un humano.
Autor: Eovoru