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En un bar del distrito de Breña, Limba, siendo ya entrada la noche, mi tío Raúl se encontraba tomando con sus amigos y su esposa Pilar. Ya borracho después de un largo rato de dedicarse a esa tarea, mi tía, para evitar el mal rato que le estaba haciendo pasar, le dijo en público:

- Oye, me importa una mierda que te suceda desde este momento así que llega a cualquiera hora a la casa, porque yo ya me voy.

Somnoliento y un poco molesto, mi tío vio como su esposa se alejaba moviéndose en dirección a la salida del local, quedándose solo, y para evitar burlas de sus amigos, se fue a tomar a otro sitio. A altas horas de la madrugada, al pasarsele la borrachera, decidió ir a casa.

Cuando estaba casi llegando a la avenida, donde normalmente toma un taxi, se le acerca lentamente una señora totalmente vestida de negro y cubriendo su cara con un fino velo; una viuda, fue lo primero que pensó mi tío.

- Disculpe, ¿me podría decir la hora?

Él bajó la mirada para ver su reloj y con sorpresa se percató que ésta no tenía pies y flotaba. Sintió como un escalofrío lo recorrió en menos de un segundo e inmediatamente su instinto de supervivencia le dijo de debía correr. Se dio a la fuga entonces, pero pareciera que mientras más velocidad tomaba, menos avanzaba y desde su hombro miraba como la señora cada vez se le acercaba más y más.

Entonces la sensación de que un brazo estirado estaba a punto de atraparlo lo hizo correr como nunca antes en su vida. Por fin llegó a su casa donde se lanzó desesperadamente al umbral, golpeando a la puerta y pidiendo auxilio alocadamente.

Debido a los gritos todos nos despertamos, salimos corriendo en ropa interior a ver qué pasaba, le preguntamos qué le ocurrió y con un tono asustado y entrecortado por el agotamiento a causa de la carrera y la cruda nos respondió:

- ¡La Viuda! ¡La Viuda!

Nosotros mirábamos pero ahí no había nadie. La viuda había desaparecido por completo. Semanas después mi tío, dejando escapar algunas lágrimas al recordar el terror que sintió nos lo contó todo con más detalle; aún escépticos fuimos al lugar de los hechos a altas horas de la madrugada tratando de recrear cómo ocurrieron los hechos.

Cuidadosamente preguntamos a los encargados y nos contaron sin mucho interés, como si fuera una experiencia común en ese lugar, que una señora se había suicidado justamente ahí, después de la muerte de su marido; se llamaba María Carbajal y vivía en los alrededores de esa calle en el año 1984. La mujer se había quedado sin piernas en el mismo accidente que le quitó la vida a su esposo, por lo que presa del temor a quedarse sola y sobrellevar su discapacidad sin ningún apoyo, decidió quitarse la vida. Conocidos suelen contarnos historias muy parecidas a lo que vivió mi tío, todas ellas terminando con la desaparición de la víctima.

Y hoy quince años más tarde, vivimos para dar a conocer la historia, yo a los 32 años y mi primo a los 29. Aún no hemos visto a la viuda negra pero son muchos los que si la han visto. Todos nos cuentan que te pregunta la hora para que te des cuenta de su apariencia de ultratumba y que sin pies, flotando en el aire, te persigue para llevarte a un destino desconocido...