Era una tarde normal de Halloween, los niños pequeños estaban disfrazados y los vecinos decoraban, pero algo me llamó la atención, había un hombre alto de pelo café, sus ojos parecían estar tapados al igual que su boca. Un ruido me distrajo, volteé a ver y aquel sujeto había desparecido como si ni siquiera hubiera estado ahí.
Seguí caminado un rato sin dejar de pensar en lo que vi, luego me encontré con mis amigos. Comenzamos a hablar de ridiculeses y uno propuso que fuéramos a la casa abandonada cerca de la montaña. Yo le pregunté:
-¿No está prohibido ir a ese extraño lugar?
Mis amigos se rieron y me dijeron:
-Calma, nadie lo sabrá, además, esta montaña está mucho más lejos.
Eso me calmó un poco. Caminamos un rato y nos encontramos con unos nerds y decidimos molestarlos y burlarnos de ellos, luego nos fuimos a casa y nos quedamos esperando la noche.
Ya de noche, fui a la casa de la montaña con algo de miedo, no podía dejar de pensar en esa figura que vi en la tarde. Al ver a mis amigos esperándome decidí dejar de pensar en ello, al entrar decidimos explorar un poco. Ya en el segundo piso de la casa oímos un ruido, fuimos a ver y la puerta de entrada se cerró con llave, luego escuchamos una voz tétrica diciéndonos:
-Ustedes han hecho sufrir a personas inocentes, y es hora de que paguen las consecuencias.
Después, sonaron pisadas fuertes y algo que parecía un objeto siendo arrastrado, todos salimos corriendo en direcciones separadas.
Yo estaba oculto en la cocina escuchando a mis amigos gritar de dolor y miedo. Sabiendo que era el siguiente, decidí tomar un palo para golpear a ese sujeto, pero cuando lo vi me paralicé de miedo al notar que era la misma figura que vi en la tarde. Él me levantó, yo quería gritar pero no podía, él me dijo algo antes de matarme:
-Voy a disfrutar liberando a esos niños de ti...
Levantó un hacha larga que tenía y luego me la enterró en el estómago, entonces me soltó. Lo último que vi, antes de que se alejara, fueron un charco de sangre y unos zapatos rojos...