Había una vez, un niño que vivía en una gran casa con sus padres. Su mamá era abogada y su papá, un detective forense. Por lo tanto, no tenían tiempo para su hijo.
Un día, el niño encontró en el sótano un muñeco. Este parecía viejo, pues su ropa estaba desgastada. En su rostro, tenía cosidos una sonriente boca y un par de botones. El niño se sintió muy feliz, pues él ahora tendría a alguien para jugar.
El niño pasaba todo el día jugando con él. Una noche, tuvo una horrible pesadilla, soñó que estaba en una habitación blanca, con sus padres colgados de la pared con botones en vez de ojos, estaban chorreando sangre. El niño se despertó de golpe, trató de ignorar aquella pesadilla y se puso a jugar con su muñeco.
Pero, a medida que pasaban los días, el niño seguía teniendo la misma pesadilla. Un día, la madre del niño desapareció, y nadie sabía cómo, quién o por qué. El padre del niño se encargó de cuidar a su hijo, pero seguía sin tener tiempo para él. Hasta que un día, el niño no pudo encontrar a su padre en la casa y sabía que, a esa hora, no iba a trabajar. Tampoco encontraba a su muñeco y comenzó a buscar a ambos.
Luego, él encontró a su papá en el sótano y lo encontró muerto, desangrando y con los ojos arrancados, en su lugar él tenía botones, el niño se horrorizó más al ver a su madre, muerta también y con botones en vez de ojos y junto a ellos, estaba tirado su muñeco. Él quiso salir de ahí, pero la puerta se cerró de golpe, luego comenzó a escuchar voces, el niño estaba atemorizado, pero entonces, el muñeco se paró y, mientras que los hilos de su sonrisa se estiraban, el muñeco dijo con una voz muy macabra: «Yo me encargué de ellos, porque no tenían tiempo para ti, pero me di cuenta de cuánto me gusta hacer esto; y ahora sigues tú. Te reunirás con tu familia».
Cuatro semana después, la policía no encontró a nadie en la casa y reportaron al niño y a su familia como desaparecidos. Pero no se percataron de que, en el suelo del sótano, habían 4 muñecos, uno era un muñeco que parecía de trapo, otro tenía ropa de abogada, otro tenía ropa de forense, y el último, tenía ropa de un niño, todos con botones en vez de ojos.
Una persona encontró los muñecos y se quedó con ellos, pero no sabía lo que le esperaba.
