Todos los dioses, ninfas y demás criaturas se habían reunido. Selenia, una de las ninfas había dado a luz. Era una niña y los dioses la colmaron de dones como la belleza, regalo de Afrodita. Inteligencia, regalo de Atenea. La niña sería muy servicial, regalo de Hermes. La niña tenía la increíble habilidad de llenar de luz la vida de las personas con las que se encontraba, regalo de Apolo. Zeus le dio los más hermosos ojos llenos de vida como regalo.
Pasó el tiempo, la niña creció llena de luz, belleza, inteligencia y un gran corazón. Ariadne, con tan solo 15 años había logrado captar un nivel de belleza parecido al de los dioses.
Ariadne se encontraba caminando por el enorme prado del olimpo cuando una flecha salió disparada del cielo y justamente fue a parar a su corazón, la pobre Ariadne miró a arriba buscando de donde salió la flecha, encontrándose con el mismísimo Eros.
En ese instante Ariadne cayó intensamente enamorada del dios del amor. Eso representaba un gran problema, debido a que las ninfas no tenían permitido tener ese tipo de sentimientos hacia sus superiores.
Si Zeus se enteraba de esto Ariadne estaría en grandes problemas.
Ariadne corrió rápidamente a un lago que había cerca de allí. Ya Ariadne sabía qué tenía que hacer, el suicidio era la única opción. Lista para sumergir su delicado rostro en el agua se detuvo un segundo.
¿Qué pasaría si ella lograba ocultar sus sentimientos? Si lo lograba y Zeus no se daba cuenta ella podría vivir en paz.
Ariadne se levantó del césped y corrió a juntarse con las otras ninfas.
El tiempo pasó, Ariadne no podía evitar poner cara de loca enamorada cada vez que Eros estaba cerca. Eso llevó a que Zeus logrará darse cuenta.
Zeus, sentado en su imponente y celestial trono pensó con la ayuda de némesis en que castigo darle a Ariadne. Cuando al fin supo que castigo imponer mandó a llamar a Ariadne.
Fue solo cuestión de segundos para que ella apareciera.
Ariadne hizo una reverencia y con sumo respeto habló:
─¿Qué se le ofrece, su divinidad?.
—Ariadne, has desobedecido mis órdenes al enamorarte de Eros —dijo en un tono imponente. Ariadne bajó la cabeza y solamente dejó escapar una lágrima, pues lo que venía sería malo para ella—. Debido a esto ahora solo sentirás el más puro odio y serás desterrada al inframundo.
Todos los ahí presentes quedaron atónitos, Ariadne había desobedecido y estaba ahora recibiendo su castigo.
De pronto el corazón de Ariadne se impregnó del más puro odio. Odio hacia la vida, odio hacia todos y especialmente odio hacia Eros.
En el momento en el que Ariadne entró al inframundo lo descubrió, ahora solo sentía el más puro rencor por Eros y estaba celosa, muy celosa de las personas que si podían amar.
Ariadne, se levantó acomodo su peplo ya rasgado debido a la caída y caminó por todo el inframundo; todo daba mucho miedo, todo era oscuridad. Hasta que se topó con una figura, era Hades.
—Con que enamorada de Eros, ¿eh? —dijo Hades en un tono de burla.
La sola mención del nombre de Eros hizo su cuerpo temblar de la rabia.
—Ya no quiero saber nada sobre ese patán —dijo destilando rabia hasta por los codos—. Déjame salir de aquí, por favor ─suplicó aún destilando rabia.
─Me temo que no puedo hacer eso —Hades suspiró y dejó salir una malévola sonrisa—, a menos que... no sé, me des algo a cambio.
—Sí, lo haré, haré lo que sea para salir de aquí —respondió Ariadne.
—Humm... Qué hermosos ojos tienes, ¿no es cierto? Creo que son muy hermosos. Te dejaré salir solamente si me los das —dijo con suspicacia.
Ariadne lo pensó, y llegó a la conclusión de que haría lo que sea con tal de salir de ese horrendo lugar.
—Acepto el trato.
Hades sonrió
—Excelente decisión, te liberaré de este lugar con la condición de que me des tus ojos pero —hizo una pausa—, tendrás que vagar en el mundo de los vivos buscando almas para mí. Para que el trabajo no sea tan duro te daré esto.
Hades le dio un arco y flechas, las flechas eran de plomo y tenían un corazón en la punta.
En ese instante Hades chasqueó sus dedos y todo el color que había en los ojos de Ariadne desaparecieron dejando todo el ojo color blanco, sin embargo la visión de Ariadne no desapareció.
—Hasta luego —dijo Hades mientras abría un portal directo al mundo de los vivos.
Ariadne caminó por las oscuras calles de ese lugar tan extraño al que le llamaban "tierra de los vivos".
Todo era extraño, había casas muy altas y raras.
Ariadne caminó a un parque y se sentó detrás de un arbusto observando todo, cuando algo captó su atención, era una joven pareja ambos se veían de 17 o 18 años. Ariadne se llenó de odio y celos.
Ariadne le disparó una flecha al chico cayó en el corazón del chico dejándolo caer al piso. La chica al ver eso chilló y lloró al ver a su novio muriéndose. Ariadne tiró otra flecha; está cayó en el corazón de la chica, rápidamente la chica se desplomó en el suelo, quedando muerta.
Ariadne caminó hacia la joven pareja que yacía en el piso, Ariadne se agachó y susurró en el oído del chico:
—El amor mata ¿no es cierto? —Ariadne soltó una risa maniática.
Ariadne nunca antes había visto la sangre, pero al ver ese líquido color carmesí brotando de esos dos cuerpos inertes quedó deleitada. Le fascinaba no solo ver, si no también el olor metálico que emanaba. Ariadne se levantó lentamente del piso para luego marcharse y tal vez buscar más víctimas.