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Matsuyama Nanami perdió a su familia en un accidente automovilístico, aunque ella pudo salvarse físicamente, se dice que enloqueció por la perdida, ya que alucina con un chico que dijo haber visto antes del choque. 

"El chico blanco"

...

-Cariño, ¿crees que podrías contarme todo lo que viste, detalladamente?- dijo la psicóloga.

-Trataré...- Nanami empezo con su narración.

Estaba de regreso a casa de un viaje familiar con mi madre, mi padre y hermano mayor. Mi mamá iba conduciendo y mi padre a su lado, mientras mi hermano iba a mi lado y yo detrás de mi padre.

Mi madre tenía que conducir toda la noche, mientras papá la acompañaba y mi hermano y yo dormíamos, bueno, solo él, yo estaba despierta, mirando por la ventana, viendo los arboles del bosque.

Entonces a un lado del camino... Vi a un chico, era completamente blanco, su ropa, que  era una camisa y pantalones holgados, su cabello también era blanco y puedo decir que su piel era muy clara. Pero sus labios... Eran un color rojo muy... ¿Intenso, tal vez?

Lo pasamos, al parecer no lo habían notado, lo que era extraño, porque... era un garabato blanco en medio de una cartulina negra...

Pero luego, de nuevo apareció, luego otra vez, eso me asustó, cuando volteo para contárselo a mi hermano… Vi que de su cuello brotaba sangre, al verlo grité, pero mis padres no reaccionaron, cuando acerque a decírselos…  Ambos… No había ojos…' 

Luego de eso vi una luz, y luego al abrir mis ojos, note que estaba en un hospital…

En la esquina de la habitación donde estaba, se hallaba de nuevo ese garabato blanco, pero esta vez tenía tres manchas, ¿acaso fue él quien mato a mis padres y hermano? Y si fue así ¿Cómo?

Mientras pensaba en eso, el chico comenzó a moverse, se acercó a la cama, trate de gritar, pero no podía, tampoco podía moverme. Se paró a mi lado, pude ver bien su rostro, sus ojos eran un tono muy claro, su piel parecía muy suave, sus labios, como había dicho antes, eran completamente rojos, y ahora que lo veía bien, parecía más una chica.

- ¿Por qué no me dices gracias? Yo te salve…

Me lo repetía, una y otra vez con esa voz profunda, con la que pude darme cuenta de que era un chico.

Estaba asustada, llorando y confundida, ¿haberme salvado? ¿A qué se refería con eso?

-No lo entiendes, ¿verdad?

Dijo sonriendo.

-Tonta, yo soy Dios...

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