Todo comenzaría el día en que mis padres decidieron construir un piso más para mi casa. Hubimos de desocuparla e irnos a otra relativamente cercana. Estuvimos allí cerca de 8 meses, pero yo sentí que eran años. No veía la hora de volver a mi hogar y es que desde el primer momento allí vivido no pude pasar ni una noche tranquilo.
El día que ayudaba con la mudanza, por ejemplo, me quede sólo cuidando las cosas; repentinamente la casa tembló, pero al salir rápidamente nadie sintió lo que yo. Fue extraño. Pensé que sólo era mi idea.
Para mi mala suerte en el cuarto se veía la entrada a la escalera para bajar a la sala. Siempre sentí que me observaban. Otro día mi papa bajó y permaneció con la luz apagada. Al prenderla vi un rostro espantoso. Grité, y papá subió por las gradas: no había nada o se había desvanecido. También una vez me encontraba solo en el baño y escuché voces y pasos sonaron en las escaleras. De pie en la ducha, me sequé rápido. Salí de inmediato, pero solo descubrí huellas de barro en los escalones.
Mi miedo crecía. El peor día ocurrió cuando nuevamente me quedé solo. En el cuarto había una ventana que daba a la calle soleada. Realizaba mis tareas cuando volteé a ver la ventana y me topé con un hombre, una sombra para ser más exactos. Me alejé despacio, y al parpadear se había disuelto. Le conté a mis padres. Mamá si me creyó: debió haber visto algo para hacerlo, pero no me lo hizo saber.
Hoy vivo en mi casa anterior. Normalmente paso cerca de esa casa y es entonces cuando siento una energía extraña, oscura, negativa, que se posesiona sobre aquel lugar.