Wiki Creepypasta
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He despertado en medio de una habitación. No muy lejos descubrí un baño, el cual me reservó un espectáculo que me revolvió el estómago: un cadáver desmembrado. Una voz, cuya fuente no logré ubicar, me habló: "Obedéceme y podrás salir de aquí." Entonces lo comprendí: era un prisionero.

¡Pero qué locura! Mi memoria nublada me impedía comprender la razón de mi exilio. Como pude comprobar, la puerta de metal que prometía ser la salida se hallaba herméticamente cerrada. No contaba con comida ni agua.

Desesperado divagué en mis pensamientos trastornados, olvidado del tiempo y perdido en el espacio. Ignoro cuántas horas me comporté de tal manera, errante. Cuando recuperé la consciencia, me volví al cadáver putrefacto, sanguinolento. El hambre me empujaba, la ansiedad me poseía. Pero el pudor me apartaba de sus vísceras desparramadas, de sus carnes pútridas. El hambre me mortificó aún más, con tal fuerza que me encontré arrancando pedazos de piel y carne. Lo vi. En un agujero relativamente hondo, practicado al pecho del cadáver, brillaba una llave. Me sentí morir de felicidad, y pronto ningún otro pensamiento ocupó mi mente. ¿Y si se trataba de la clave a la puerta sellada?

Inserté la llave y la cerradura cedió. La puerta giró en sus goznes oxidados. Mientras recorría el largo pasillo, la misma voz, monótona y fría, me dijo: "¿Crees que este es el final?"

Claustrofobia

Me detuve en seco, no por sus palabras, sino porque el largo pasillo se dividía en varias direcciones. Era un macabro laberinto, un juego aborrecible. Creí perder la razón por unos instantes, atrapado entre estas sólidas paredes.

¿Cuánto puede resistir un hombre con la voluntad de hierro? Bajo este techo, los días y las noches me son plazos indistintos. Duermo cuando rendido de cansancio, no puedo más, y despierto vago por los múltiples pasillos y encrucijadas, a veces en círculos, a veces, recorriendo sitios inexplorados. A lo largo de mi exploración he aplacado mi sed bebiendo del agua estancada que en charcos se extendía por uno de los pasillos mohosos. Pan rancio devoré también, el que hallé sobre el suelo en la esquina de un pasadizo. Acaso habrá comida en puntos estratégicos. La última vez que oí a la extraña voz, estas fueron sus palabras: "Encuentra una de las cincuenta puertas, y saborearás la victoria. Todas conducen a la libertad."

He meditado con las fuerzas que nutrían los escasos alimentos y el agua, estimulado por mi deseo de supervivencia. Tras mucho padecer encontré una llave, muy parecida a la que usé para huir de la habitación. Decidí probarla con la única puerta que hasta ese momento había localizado. ¡Oh, si hubiese muerto allí mismo!

Una muchedumbre de criaturas que ya no eran hombres ni mujeres se agolpaban a través del umbral, alargando sus manos descompuestas y sus gemidos cavernosos hacia mí. Parecían muertos que hubiesen cobrado movimiento en su estado deplorable.

Corrí lo más rápido que me permitieron mis piernas. Lejos del horror, porque un miedo oculto me alertaba de esas cosas, acaso recuerdos inconscientes, comencé a pensar. ¿Qué sería de mí? Cuarenta y nueve puertas que conducían a la libertad... Marché en dirección contraria, y aunque desde entonces los he visto en diferentes pasillos, arrastrando los pies y en actitud estúpida, yo sigo buscando otras puertas. Moriré, sí, pero no me rendiré.   

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