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Comen casi cualquier cosa.

David abrazó entre sus manos a un muy lindo y pequeño pollito de apenas un día de nacido.

"¿Puedo ayudar a alimentarlo?" preguntó él.

Gracias a él, sus padres habían decidido conseguir algunos nuevos pollos en esa primavera. El hombre de la tienda de alimentos les dijo que se trataba de una nueva especie de américa del sur.

"Son fáciles de cuidar y son grandes carroñeros. Comen casi cualquier cosa. Insectos, gusanos e incluso ratones", dijo el empleado de esa misma tienda.

David y su familia compraron dos docenas de diminutos polluelos. Crecieron rápidamente. Pronto fueron a los basureros insectos, gusanos e incluso una ardilla. Ellos eran asombrosamente inteligentes. Trabajaban en conjunto, como una jauría de perros hambrientos para perseguir a una presa mas grande.

"Deja que ellos obtengan sus proteínas, que va a hacer que pongan muchos huevos al futuro".

Su madre se rió entre dientes, cuando David mencionó que los pollos habían devorado un mapache.

"Bueno. Ahora son como aves hambrientas en vez de unos indefensos pollos. No quiero encargarme de alimentarlos nunca más" respondió David.

"¡Tú los querías, ahora debes alimentarlos!" le gritó con firmeza su madre.

A la mañana siguiente, David entró al gallinero con cautela y se alivió al no ver cadáveres de animales esa mañana. Los pollos venían amontonados, como siempre lo hacían cuando llegaba la hora de la comida. Y uno picoteó con curiosidad la pierna desnuda de David.

David lo pateó al sentir el punzante dolor y gritó:

"Apártense."

Pero la acción del primer polluelo fue imitada por sus demás hermanos, y uno a uno comenzaron a picotear la carne desprotegida, hasta que finalmente uno logró hacerle sangrar.

"¡No, déjenme! Auxilio..."

David pateó y gritó, pero los pollos solo picotearon más duro. Volaron un poco hasta la cara y los ojos de él para seguir picoteándolo. Pronto lo tenían en el piso. La sangre corría de las cuencas de sus ojos. Él sin poder hacer nada, trató de defenderse de la manada pateando y manoteando.

La madre de David le sirvió una taza de café hirviendo a su marido para la hora del desayuno. Observó desde el interior de la pequeña casa hacia la dirección donde se hallaba el granero con una abismal preocupación en sus ojos. Su esposo le llamó la atención llamándole por su nombre, preguntando por la ubicación de su hijo.

"David y yo discutimos un poco en la mañana, él insistió tanto en comprar a esos polluelos, pero ahora quería dejar de alimentarlos. Entonces lo envié a que realizara su labor inmediatamente, pero ya lleva demasiado tiempo en el granero y perderá el autobús escolar. Querido, ¿te importaría ir a verlo para saber por qué tarda tanto?"

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