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Bajó junto a un colega nuevo, llamado Adam. Seth le daba indicaciones mientras ambos cerraban la tapa de la alcantarilla.

Cloaca

– Han habido algunos ruidos extraños. Los vecinos reclaman algo como una fuga en una de las cañerías de los alcantarillados, pero no sé qué podría ser en verdad.

– No te preocupes, jefe, contigo al lado nada debería salir bien.

Compartieron un par de carcajadas y siguieron el camino.

Ya hacía días se venían oyendo cosas extrañas, aparte de que la calidad del agua potable venía deteriorándose. A veces el agua salía con un hedor insoportable, incluso con un color rojizo…

Pútridas cloacas de ciudad llenas de infección y ratas. El olor era intolerable, pero años ya en el oficio lo habían acostumbrado a la triste escena subterránea. Adam, eso sí, se sorprendía de la cantidad de ratas muertas y algunas prendas maltrechas, tiradas, más no prestó mucha atención.

El vapor de agua dificultaba la visibilidad, ahí debería estar el problema.

– Era una cañería rota, jefe.

– Excelente. Toma las llaves y…

Seth desvió la mirada, fijó hacia el otro lado de la nube de vapor. Adam se percató de la distracción de su jefe y se puso de pie. Algo se acercaba, hacía ruidos, se quejaba, hacía sonar el verde líquido que escurría de las tuberías.

– Oh, Dios, debe ser un hombre. Deberíamos ayu-

– No… espera, deja que se acerque más.

Ambos se hacían lentamente hacia atrás, mientras aquello iba tomando forma a medida que traspasaba la nube de vapor.

Un hombre, reptando en sus verdosas manos, desnudo y podrido, mirando con deseo a los visitantes.

En un segundo se inició una carrera a través de las alcantarillas. Aquello era rápido, como un reptil, moviéndose ágil entre los tubos y las cloacas. Adam y Seth jadeaban, con la respiración entrecortada, debido a los gases y la putrefacción en el ambiente.

Los alcanzó y se abalanzó sobre Seth. Mordía, arañaba, chillaba, queriendo alcanzar la tierna carne humana. Seth lo golpeaba con la llave Inglesa, más aquella bestia híbrida no se resentía.

– ¡Ayúdame, maldita sea! ¡Quítamelo de encima!

Adam, con gritos desesperados, golpeó a la bestia con una de las herramientas, una y otra y otra vez, obteniendo su atención y ganándose el ataque. Luchaba asustado, por su vida, incapaz de decir palabra. De reojo vio a Seth, quien yacía como moribundo en el agua.

A pesar de luchar y golpear varias veces con la herramienta, la bestia dio certeras mordidas en puntos vitales. Siguió y siguió luchando, cada vez más débil, derramando la sangre y saltando por pedazos la carne, nublándose su visión, entorpeciéndose los movimientos, convulsionando, el cerebro obligaba al corazón a seguir bombeando una sangre inexistente.

Pero ya no había más vida.

Mientras la Bestia se daba un festín grotesco, Seth, quien solo tenía alguna magulladura, se levantaba y miraba con extraña tranquilidad la escena. La bestia, terminando de tragar, dirigió su mirada hacia él.

– No… no tienes por qué hacerme lo mismo. Puedo… traerte a más colegas… más humanos con los que deleitarte… pero no me comas.

La bestia detuvo su reptar y miró fijo a los ojos vidriosos de Seth. Se abalanzó contra él y dio una letal mordida en su brazo, pero no desgarró la carne, tan solo lamió la sangre que salió. Luego comenzó a lamer la cara, el cuello, las heridas purulentas… y la bestia se hizo a un lado.

Seth se puso de pie, sorprendido, la bestia lo había dejado vivir.

Corrió, tan rápido como pudo. Corrió, corrió, se quedaba sin aire y la adrenalina lo excitaba, la vista se tornaba algo oscura y se cansaba… de pronto no pudo seguir corriendo. Se rascaba las heridas y sentía asco, se arrastraba por las aguas servidas, sin entender que pasaba. Se recostó, jadeaba a sobremanera, miró sus heridas y la sangre brotaba verde, espumosa. Un poco más allá, vio a aquel reptil acercarse lento, borroso.

Y estaba tan cerca de la salida…

Un grito en la oscuridad. Veneno en la sangre. Dientes podridos, infectados. Un paro cardiorrespiratorio. Una mordida en el cuello.

Comenzó el festín.

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