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Canto al profeta Sael

Oh, profeta Sael, que bien viniste y bien te vas por que rompiste la alianza con el cordero del Señor, ¿no sabes lo qué hiciste?

Vuestra acción se asemeja al terrible hijo que vende sus padres a unos extraños.

Estamos solos y desamparados, al acecho de la Bestia, que algunos ven como una manada de lobos hambrientos.

Haz dejado que se escape la monstruosidad, la cual lentamente mata al cordero que tanto te amo, como para evitar de que el anciano llegará y te rompiera el craneo.

Mas ya no importa que tanto hables en nombre de El que salvo al mundo, porque tus balbuceos te delatan y las marcas en las paredes te arrastran.


Narración de la caída de la reina Norma

No hay suficientes palabras para describir a todas las criaturas de este relato, más espero que el lector no sea capaz de siquiera imaginarlas. Todos en el pueblo tienen la noción de que la siquiera mención en voz alta puede traerlas devuelta a la vida.

Hablamos, pequeños, de la última ciudad en nuestro mundo donde se podía comer contento y donde la voluntad de Nuestra Señor Y... se cumplía al pie de la letra.

El mandato y la sabiduría de la reina Norma eran inquebrantables, y muchos ignorantes aseguran que lo sigue siendo, donde sea que su alma descanse. Pues es claro que ni en el cielo ni en el infierno se atreverían a aceptarla. Y resultó que una noche, varios minutos antes de que diera la señal de cierre a los vendedores, llegó un desconocido encapuchado que gritaba a todas voces poder ver a la reina. Los guardias lo rodearon y le preguntaron para que hacía tanta bulla. Él les respondió que había llegado de lejos para regarle a Su Majestad las mas bellas perlas y adornos que los ojos humanos hayan visto. Primero se rieron de él, pero este saco de su bolsillo una piedra preciosa tan brillante que todo el mundo se le acerco, lo alzaron y lo llevaron como un conde hacía el palacio.

Allí le abrieron las puertas y le sentaron en un salón espacioso, en donde las mesas estaban llenas de delicias y las sirvientas andaban sin algún ropaje que les tapara los pechos, pues este era un lugar establecido por ella para el placer de quienes la servían y glorificaban.

La reina recibió la noticia, se arreglo y bajo las escaleras para recibir a tal importante invitado. Ella le ofreció toda la comida que quisiera, que el extranjero la rechazo. El expresó de nuevo su objetivo. Saco una bolsa y de ella le entregó un tipo diferente de piedra preciosa. Todas eran únicas y dañinas a la vista. Tal fue la felicidad de la reina que rogó al extranjero de que se quedara a dormir en su palacio. Este, al ver que rogaba tanto, aceptó.

Al terminar de esconderse el sol, la reina se escabullo de su dormitorio para ir al del extranjero. Este la saludo con un gesto. Tras cerrar las puertas, ella se le acercó y le dio un beso. Ese beso llevó al abrazo, y el abrazó al roce de carnes, y el roce de carnes al pecado de fornicación, que es bien castigado en el infierno.

Al día siguiente, encontraron a la reina desnuda, tirada en la cama, y con el abdomen a punto de estallar. Las sirvientas gritaron al ver el tumor rojizo, donde las venas eran gruesas y tan azules como el mar. Llamaron al médico. Este se coloco unos finos guantes y presiono el bulto. La presión fue suficiente para que se desgarrara la piel y se descubriera la cosa que había dentro.

Un macho cabrio. Una criatura con cuerpo de hombre y cabeza de animal. El doctor se alejó lentamente hasta la puerta. El semi-hombre se puso de pie, bajó de la cama, corrió hasta la ventana más cercana y la atravesó rompiendo el cristal en mil pedazos.

Durante los cuatro o cinco días se dio el caso de violaciones más grave que alguna nación a sufrido desde la creación del universo y del hombre en seis días.

Las mujeres, horas después de ser abusadas, daban a luz a puerco-espines, topos, cernícalos, tejones, comadrejas, ardillas, ciervos, gamos y aliones con cuerpos de bebés. Estos se escabullían de las casas e iban matando a toda cosa que interviniera en su camino. También se dio el caso de fetos sin ningún hueso dentro, puras bolsas de piel con órganos adentró. Estos se comportaban como humanos normales y hay casos documentados de algunos que llegaron a vivir hasta el fin de la niñez.

Los hombres que fueron violados eyaculaban en el acto una baba que al manchar en la tierra hizo que esta parara de dar frutos. Su olor hizo que los únicos aliados de nuestras tierras se alejaran para siempre de nosotros. Y a pesar de que hemos logrado disipar el olor no los hemos recuperar.


De lapsis Imperium

Esta es la narración de lo que los ojos de este pobre noble alcanzaron a ver en las mil noches que duro la caída del más grandioso imperio que jamás se ha levantado en la faz de la tierra. La causa del debilitamiento de los hombres, de la perdida de la feminidad de las mujeres y la muerte del cultivo fue la llegada de un demonio que se apodero de la Luna, nuestra sagrada compañera.

Cada noche, al levantarse, la asquerosa, sonriente y maliciosa, nos sacaba la lengua, a nosotros, el pueblo de Dios. Y cuando se ponía del todo en el cielo, el firmamento cambiaba de color: un extraño rojo, no como la sangre, sino como del liquido que utilizan los fabricantes de telas. Porque no es muy difícil entender que quería: nuestro sufrimiento y destrucción.

Los tontos que tenían el valor de verla a la cara perdían la fuerza para mantenerse de pie. Sus huesos se rompían con el solo roce. De sus bocas salían balbuceos y una espuma más densa que la de los sabuesos. El destino de las damiselas no era mejor: sus pechos se corrieron hasta el abdomen. El útero y las paredes vaginales se les salieron violentamente, formando una abominable masa rosada que arrastraban al caminar.

Más no fue solo a víctimas, sino a sobre lo que ellas caminan y comen. ¿Es que nunca habéis visto, al fondo de lo que ahora es el río, una sangre tan oscura como el carbon? Pues eso es lo que ingirieron gasta que murieron por intoxicación. No olvidemos la ceniza debajo de las rocas que alguna vez fue trigo que alimentaba a los niños. Y estos, al tiempo que se volvían cada vez más flacos, jugaban con lo único que les era interesante: unas figuras deformes de madera que alguna vez fueron vacas que expulsaban leche.

No pareció ser suficiente la llegada de tal maldad, pues llego algo peor: la conquista por parte de un califa que todo el mundo desconoce el nombre, pero que todos nombran como el Usurpador. Este sacó al rey de su propio castillo e instauro en el acto la adoración al dios de los asesinos: Aziz, el todopoderoso. Y el pueblo se vio obligado a orar más de lo que podían contar con sus dedos. Ponían las piernas en el suelo, las manos también, y bajaron su espalda hasta que las narices se mancharon de tierra. Así no solo cometieron idolatría, sino que también permitieron que el Demonio entrara dentro de ellos para corromper su semilla, al hacer que sus mujeres dieran a luz a hijos sin cara y permitir que la tierra que pisaban fuera hundiéndose.

Es mejor explicar lentamente esta última desgracia: los espacios a donde fueron marginados se fueron hundiendo, yéndose más abajo acorde al tiempo que pasaba. Tres días eran suficientes para que se bajara la altura de un hombre común. Mientras que los palacios donde dormitaba el Usurpador, su pueblo y todas las riquezas robadas se iba elevando como si se tratara los estuvieran halando de los cabellos para llevárselos a Dios sabe donde.

Todo termino con la inminente erradicación: el agua que una vez dentro de la tierra empezó a tragar a todo el que bajaba de los techos de las casas. Los cadaveres flotantes desaparecían al irse por algún hoyo. Esto no fue un alivio para los sobrevivientes, pues de las mismas profundidades emergían las tiras de carne y pedazos de órganos podridos que no habían sido terminados de comer. Los que lograron construir balsas y escaleras para escapar, olvidar el nombre de su rey, su Dios y traicionaron todo para vivir una nueva vida. Los que aún somos leales a la causa, aún esperamos a las ordenes del verdadero rey, sea donde dormite y repose.


Acerca de los descubrimientos a las afueras de nuestro territorio

Aquí está Chinanjivi, uno de los sabios. Que esto llegue al corazón de todos los hermanos.

Resulta inaudito, incluso para un ignorante de las artes barbaras como yo, de que el rey Sael IV se haya dejado atrapar tan fácilmente. ¿No tenemos todos la certeza de que el califa es el más absurdo de nosotros tres? Y no es solo su arrogancia, sino también su irresponsabilidad. Uno no puede dejar a su reino a merced de unos desconocidos tan obviamente marcados por la glotonería. Pero no es suficiente el silencioso cambio de mandos, sino que es tal es descaro de dejarse manipular por relaciones tan obviamente tóxicas, que se puede comparar como dejar la puerta del palacio abierta y esperar a que ningún maleante entre por ella. Todos esto es claro ejemplo de que al Imperio la ha abandonado sus tres dioses que son a la vez uno.

El califa Kasim Ibn Boulos tendrá el mismo destino si no para su descarado adoctrinamiento a la juventud para ser tan mártires como asesinos; el ignorar las advertencias que tanto nosotros como los representantes del rey les hemos hecho resulta de lo más inaudito; y el ignorar que ellos fueron quienes permitieron la expansión de la plaga no los va a salvar de las furia tanto nuestra como la de nuestros dioses.

Ahora, hablando del tema que ocupa a esta carta, y el que ha estado siendo el chismorreo y preocupación de los gentiles por tanto tiempo: las infecciones y la mortalidad de las arañas gigantes, las cuales se les ha dado el otro nombre vulgar de Kaale Bandaron.

Resulta principal el mencionar que no estamos hablando de bandaron en primer lugar, pues estos no tienen ni cola, ni se cuelgan de los arboles. Estas criaturas comen todo lo que encuentran. Sea humanos, plantas, animales o desechos.

Se debe tener en cuenta que, de ser el caso que alguien se encuentre alguna, estas infestan a los humanos a los que atacan. Con la mordida insertan los huevos en la piel, donde estos crecen hasta formar terribles bultos que explotan con el solo tacto. Los Bandaron jóvenes son rápidos y difíciles de aplastar.

Debo informar, para detener el caos que esta sucediendo en las aldeas, de que hemos logrado evitar que se acerquen a una distancia de 218 codos. Esto no debe tomarse a la ligera, ya que las distancias que pueden alcanzar una de sus solas patas es superior a 50 codos.

Hemos de ser agradecidos con lo que tenemos. Los dioses fueron sabios y benevolentes al advertir en sueños al gurú desconocido para que empezáramos a armas las tropas y las lanzas lo más rápido posible. Nuestro agradecimiento a él y a todos los que se le parecen es incalculable.

Es horrible el que algunos se aprovechen de estas catástrofes para cobrar impuestos, amenazar, o incluso anunciar que el fin de los tiempos están cerca. ¡Es intolerable de que este sea nuestro comportamiento es un escenario como este! A todos nos debería dar vergüenza y nos tendría que pesar la cabeza en vez de levantarla con tanto orgullo.

Esto es todo por ahora, ya pueden volver a sus actividades cotidianas. Que el gran Van nos proteja del pasado, el presente y el futuro venidero.


Agradecimientos a Aziz por la caída de los infieles

En nombre de Aziz, el misericordioso, el compasivo.

¡Oh, gran Dios, nuestra gratitud es mayor que el número de estrellas en el firmamento! Hoy nos ha sido dada la victoria y con ella hemos cumplido tus ordenes "que no quede ni uno escondido en los arbustos".

Que tuyas son tanto las criaturas que caminan como el día final, pues Tú mandaste a los ángeles, transformados en arañas, para descabezar a los enemigos del profeta, ya que mediante Gabril no miente al haber dicho: "todas las naciones se inclinen a Aziz, pues de Él y solo suyo es el destino de todas ellas".

Y nos alegra el castigo del maligno y asqueroso rey Sael, pues Tú le demostraste que es un simple mortal al destruir su imperio y mandarlo desnudo a los campos de trigo, para que con latigazos sufriera cien veces más lo que hizo a nuestros mártires, con quienes estas complacido.

Es verdad que tienes poder sobre la tierra, ya que se cumplió lo que se dijo el profeta Mechad: "que cuando todos ellos sean dados a las criaturas del cielo, las tierras recuperadas volaran al Creador y las detestables volverán a la misma tierra de donde llegaron". Pues es asombroso lo que sucedió en el día de la victoria: el temblor, que no es más que el movimiento de Tu mano de tu pulgar sobre el planeta, se tragó los ídolos de oro y cuanto santo de plata había por allí; después los templos, pues contenían imágenes que representaban tanto al Dios como a los hombres; las casas donde se albergaba por lo menos uno se derrumbaron con la simple brisa; los mercenarios con túnicas les fue cortada la garganta y vomitaron sus propias viseras para clamor de los gentiles; los que no Te aceptaron sufrieron el mismo destino: las mujeres se les corto los pechos y a los hombres se les rompió cada hueso; mientras que los otros fueron cobijados como hermanos de toda la vida.

Oh, Aziz, tuyo es todo honor y alabanza. Pero queremos también querer hablar a los que nos escuchan, pues ellos han de crecer siendo ejemplo de valor y seguidores de los mandamientos del padre Abraham y los cinco mandatos del profeta. Que nuestra fe neutralice a los malvados y purifique al mundo.

Amín.


--Eovoru  (Mi discusión) 03:11 15 jul 2018 (UTC)

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