Wiki Creepypasta
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Maldije y tragué saliva en voz baja mientras observo la Boca de Dios. Me siento como el Lobo Feroz listo para interrumpir a los tres inocentes cerditos mientras apuradamente fortifican sus casas. Me hizo gracia la idea y luego voltee la cabeza para mirar a Margaret. Ella estaba en la colina a un par de metros de la entrada de la cueva, sosteniendo un bastón de caminar cerca a su pequeño pecho. "¡Date prisa!" Le grité. Volví a mirar a la cueva, sin dejar de sonreír. Un viejo, podrido letrero afuera decía "La Cueva de la Boca de Dios: No entrar!". Que cliché aburrido.

Margaret finalmente llego a la entrada y se puso a mi lado, casi retorciéndose y sin aliento. Bajé la cabeza y sonreí. "Mira esto", me reí. "La Boca de Dios, me pregunto en dónde estará el ano de Jesús?". Me reí para adentro. Margaret estaba menos divertida.

"Dame la maldita botella de agua", dijo exasperada. La botella abierta se encontró con sus labios, y por un momento me sentí apaciguado al verla beber. En verdad, retiro lo dicho. Sobre el momento "apaciguador", me refiero. Fue más de esos sentimientos que es un poco difícil de recordar o incluso darle un nombre, pero es algo que debo hacer por el "contenido". Contenido es una de esas palabras que se manifiesta cuando las naturales, humanas palabras suelen fallar. Otra vez, otro repetido cliché, pero se siente bien sentir un extraño y entreverado sentimiento de felicidad por una vez.

Suspiré y encendí la linterna. Señalé hacia la cueva. Negro. La boca de Dios. Esta parecía ser la antítesis del Espíritu Santo. Me volví de nuevo a Margaret. "¿Estás lista?", pregunté. Finalmente ella se estaba enderezando. Asintió con la cabeza. Le di una palmada amistosa en la espalda y entramos en la Boca de Dios.

El interior no se parecía a la vista previa que había vislumbrado fuera con mi linterna. Oscuro, lúgubre, y una negrura infinita. Parecía extenderse sin un final aparente, sin importar de cómo colocara mi linterna. El terreno rocoso era húmedo e imponente. La última luz natural lentamente desapareció detrás de Margaret y de mi mientras nos dirigíamos cada vez más hacia lo profundo. Me pareció extraño lo suave e interesante que sentía el mundo de mi alrededor, a pesar de tener estalactitas, estalagmitas y otras formaciones rocosas tan filosas. Parecía que incluso entre los dientes puntiagudos de Dios me podría sentar y descansar allí para siempre. Fue bastante cómodo. 

Al parecer, Margaret no estaba de acuerdo. Ella se estremeció incómodamente bajo mi brazo. Levanté mis cejas. "Necesitas tu abrigo?", le pregunté. Traté de mirar hacia ella y hacer que la comunicación no verbal fuera lo más explícita posible hasta que me di cuenta de que estábamos perdidos en la negrura de la Boca. Me mordí el labio y esperé, pero ella no respondió. Por un par de minutos caminamos en silencio. Ella se detuvo y permaneció inmóvil. Me detuve, también.

"¿Por qué diablos estamos aún aquí?", dijo ella. Parecía estar irritada. Me encogí de hombros (más para satisfacerme a mí que a ella) y acerqué mi linterna debajo de mi cara. Puntiagudas sombras oscurecían la mitad de mi cara, mientras que la otra era iluminada como una máscara. "Escalofriante", exclamé, riendo entre dientes. Ella ni se inmutó.

Suspiré. "Pensé que querías irte", le dije. Me di cuenta de que mi voz resonó contra las paredes de la cueva a altos volúmenes. "Me refiero", volví a balbucear, rascándome la barbilla. "Tu dijiste que querías ir a ver a la naturaleza para nuestras vacaciones. Y sonaste impresionada cuando te hablé de mi visita a las Cuevas de Mammoth un par de años atrás. Entonces..." Mi voz se apagó. Todavía podía sentir su irritación.

"No", ella dijo. Fruncí el ceño. "No, tú querías venir aquí. Yo quería ir a una playa o algo así. Pero no, una cueva. Una cueva, Nathan!". Ella sonaba más como el Lobo Feroz ahora. "Yo sé que tu tienes este fetiche extraño con el Espeleísmo o algo así, pero yo realmente no quería ser arrastrado a eso. No me malinterpretes, me encanta ir de viaje y entrar en la naturaleza, sentir el aire fresco, pero esto". Sentí sus brazos balancearse y gesticular en el aire grueso. "Este es el aire de la cueva, no el aire fresco. Este aire está prácticamente en fermentación! Además, ¿no es esto ilegal? ¿Podemos por favor salir de aquí?"

Los dos nos quedamos allí. El único sonido que podía oír era la electricidad en el aire siendo asfixiado y suavizado por la húmeda atmósfera. Finalmente, comencé a caminar. No escuché a Margaret siguiéndome, pero yo me mantuve moviendo hacia adelante. Entonces, "Nathan", dijo ella. "Para. Por favor, para." Así que me detuve.

"Lo siento", ella dijo. La podía escuchar moverse cerca a mí. "Estoy cansada y no estoy acostumbrada a correr y trepar y eso. Solo estoy cansada."

"Está bien", le dije. Ella agarró mi brazo. "En serio. Está bien." Sacudí mi cabeza. "¿Cuál es la salida? No me acuerdo." Pude sentir Margaret pausándose físicamente. Ninguno de nosotros podía recordar. De alguna manera, en la confusión de nuestra discusión, me había olvidado de qué manera nos habíamos estado moviendo. Idiota, me dije a mí mismo, debería haber traído una maldita cuerda o algo para rastrear la entrada de la cueva. Tenía que tomar una acción, así que sin pensarlo mucho, me giro 180 grados y dije "Por aquí."

Caminamos por lo que podían ser horas. Mis pies estaban cansados y adoloridos, y yo podía oír los gemidos de Margaret detrás de mí. Ella tomó mi mano con fuerza. Me sentí terrible. Todo esto era mi culpa.

Entonces, me quedé helado. "Oye, oye!" Dije. "Pon tu mano. Siente esta roca". Pude escuchar la palma de Margaret presionar contra la piedra. "No te parece, como...anormalmente caliente?". Ella no dijo nada. Empecé a fabricar un camino a lo largo de la pared, sintiendo como iba, brillando con la linterna delante de mí. De repente, sentí un dolor agudo en mi cabeza al momento de contacto de mi cuero cabelludo con el techo de la Boca de Dios.

"Ay! ¡Mierda!", Grité.

"Nathan, ¿estás bien?", preguntó Margaret. Ella parecía al borde del pánico.

"Estoy bien", le dije. "Por favor, cálmate. Vamos a salir de aquí pronto, te lo prometo."

Así que volví a empezar, señalando con mi linterna hacia arriba, ahora para ver el techo por encima de mí. Parecía que hacía cada vez mas estrecho. Eso fue extraño. "Escucha, eh, Margaret, nena", le dije con los dientes apretados, "Creo que tenemos que dar la vuelta." Margaret suspiró.

Una vez más caminamos durante un período decente. Esta vez mantuve mi linterna apuntando hacia arriba. Y efectivamente, el espacio de la cueva parecía ser más y más pequeño. Si había alguna otra luz en la Boca de Dios aparte de mi linterna, estoy seguro de que Margaret fue capaz de ver lo blanco de mis ojos, dilatándose en pánico. Nos habíamos perdido por completo.

Solté la mano de Margaret y comencé a alejarme ferozmente en la oscuridad. "No, Nathan!", oí su grito. Pero seguí adelante. Seguí adelante. Teníamos que escapar. Si nos perdíamos, quizás nadie nos iba a encontrar.

Seguí caminando a lo largo de la pared hasta que me golpee bruscamente con una esquina. "Mierda", dije en voz alta. "Margaret, esto parece ser un callejón sin salida." Me di la vuelta sobre mis talones. No hubo respuesta. Mierda

Empecé a repetir mi proceso otra vez, casi corriendo mientras sentía la pared correr sobre mis dedos. Frías, húmedas rocas y puntiagudas lanzas. De repente, me encontraba en otra esquina, otra vez. "Mierda, mierda, mierda", grité. "Margaret." Yo estaba cantando su nombre ahora. En la esquina de las fauces de la cueva donde había sido golpeado tantas veces ya, oí un ruido. Parecía estática de un televisor. Pegué la oreja a la roca. Parecía estar aún más caliente ahora. Escuche los sonidos débiles de Margaret del otro lado de la roca. Ella estaba gritando.

"No, no, no", dije. "No, no, no, no, no." Comencé corriendo sin orden ni concierto en las paredes de mi alrededor. Con la obvia comprensión vino una ola de abrupto terror. No existía la entrada. No existía la salida. Sólo estas cuatro esquinas y yo.

Podía sentir la sangre comenzando a fluir de los cortes que me había hecho de los golpes contra las paredes de la cueva. Ellas se estrechaban hacia mí. Ellas venían a matarme, y pronto ellas estarán presionando contra mi cráneo y triturando mi caja toráxica.

Me quede sentado allí por horas, esperando la muerte. Mi linterna se estaba muriendo y parpadeaba. Y por ultimo, sentí el suave tacto de estas paredes rocosas presionando contra mi espalda. Comencé a llorar mientras yo yacía en el suelo. Dejé rodar mi linterna en las pequeñas colinas de piedra. Mientras yacía en silencio boca abajo, lágrimas cayendo por mi rostro, me giré a ver a la linterna. Sus últimos, desvanecientes rayos, apuntaba a algo que se encontraba no muy lejos de mi cara. Entrecerré mis ojos. Mis pupilas se dilataron y sentí caer aún más lágrimas de mi cara. Las rocas estaban perforando mi piel ahora y la sangre goteaba por todos lados.

Allí, con la última luz de mi linterna, fui el aperitivo. El foco de la linterna brillaba en una mano cuyas uñas estaban pintadas de rojo, y yo gritaba de dolor mientras veía la Boca de Dios masticar su última comida.

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