Su abuela siempre se lo decía, pero José era un tipo testarudo que siempre acababa haciendo lo que le venía en gana, se había quedado huérfano cuando tan sólo tenía ocho años, y desde entonces vivía con su abuela. A partir de los 12 empezó a realizar pequeños robos, pero todo fue creciendo hasta que cumplió los 22, que se convirtió en un verdadero ladrón.
Siempre salía por la noche y se dirigía a casas que sabía que estaban vacías, porque aunque fuese ladrón, José era buena persona, y no quería hacer daño a nadie, pero no conocía otro modo de vida.
Una noche, José optó por entrar en una vieja casa que se encontraba a la orilla del río y bastante apartada del resto de viviendas, la casa tenía muchos años, y estaba hecha de madera.
No era la primera vez que tomaba esa casa como objetivo, pero todas las noches veía luces y sombras en su interior, por lo que lo fue dejando, pero cuando se decidió lo hizo porque hacía varios días que no se oía a nadie en ella.
Tomó su equipo para poder entrar y se aventuró de nuevo para ver lo que encontraba, entró sigilosamente por una ventana que, para su sorpresa, estaba abierta, nada más entrar le llamó la atención el desorden y el fuerte olor de la estancia, pero siguió adelante con su plan.
Buscando entre los libros, encontró una pequeña figurita antigua que era algo parecido a un gnomo, y decidió llevársela para ver qué podía sacar por ella.
Al momento de cogerla, la figura abrió los ojos y enganchó su mano, en ese mismo instante, lo último que pudo ver fueron los afilados dientes de la figura que se lanzó a su cara, todo su cuerpo se llenó de dolor en el momento, y pudo apreciar cómo muchas figuras estaban literalmente comiéndoselo… ya nunca más se supo de José.