Wiki Creepypasta
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En medio de la nada, en una dimensión vacía, oscura e infinita, surgió un ser. Fuera de nuestra dimensión, en segundo plano. Un espectador de nuestra realidad. Su nombre es Ananock.

Ananock es un ser de aproximadamente unos 2 metros de altura, delgado, con alas parecidas a las de los murciélagos, piel arrugada y gris rozando el negro, brazos delgados y largos que contaban con 4 dedos y que terminaban en filosas garras, piernas flacuchas y con pies con tan solo 2 dedos con garras como uñas y una cabeza con forma ovalada, ojos totalmente negros, sin pupilas, sin nariz, sin orejas y con una boca enorme, sin dientes, pero con una lengua enorme y de color gris un poco más claros.

En sus primeros años de vida el Ananock no entendía su sentido de existir. ¿Qué hizo para merecer el estar en la nada, en ese lugar solitario? No más que una pregunta sin respuesta. Para el no existía el tiempo, para el todo era aburrimiento y soledad. Solía volar y caminar sobre ese sitio sin fin, pero sin encontrar nada que no fuera negrura. Ananock dedujo una teoría, ¿y si era un error, si nunca debió haber aparecido y por lo tanto estaba condenado a vivir sin ningún sentido por toda la eternidad? Esas dudas lo atormentaban todo el tiempo. Y porque así lo quiso la vida, el Ananock se quedó divagando por cientos de años, sin ninguna compañía más que la de sus pensamientos.

Después de haber pensado que, definitivamente, él estaba solo, nos encontró. En cierto momento de su largo y, hasta ese momento, sin sentido existir encontró algo más que negrura. Un fuerte y poderoso brillo azul lo atraía hacia él. El Ananock observo y sin analizar demasiado las cosas, y más bien controlado por la curiosidad de encontrar algo nuevo en años, adentro su cabeza por el brillo. De repente un remolino de emociones lo ataco. Hayo vida. No estaba tan solo después de todo. Ante su cara se proyectaron cientos de imágenes, una tras otra de su reciente descubrimiento, humanos, se llamaban si mal no recordaba. Eran tan nítidas que sentía que podía tocar esas imágenes. El Ananock no podía parar de mirarlas, por más que le doliera, ya que su nuevo descubrimiento, no resulto ser lo que esperaba. Al principio de la sucesión de imágenes vio cosas hermosas que lo hicieron quedar maravillado e intrigado: personas ayudando a otras, afecto, actos de buena fe y… amor. Pero eso no duro demasiado, después vino algo que lo arruino todo: muerte, tortura, robo, asesinato, violación, injusticias. Todo esas imágenes horribles se arremolinaron ante él y en un abrir y cerrar de ojos, toneladas de información fueran puestas en el cerebro del Ananock, sobre los humanos, sus comportamientos, su vida, sus emociones, los conocía sin haberlos visto en persona. El ya no pudo ver más, saco su cara del brillo azul y todo pareció volver a la normalidad, todo volvió a estar negro, pero el brillo seguía ahí.

El Ananock se quedó enfrente del brillo analizando todas sus preguntas, ¿por qué físicamente los humanos no se parecían a el?, ¿por qué algunos se odian tanto al punto de hacerse daño, o lo hacen por qué si?, ¿por qué no solo puede haber paz?, ¿puedo entrar a ese lugar y conocerlos?

Encontró respuesta a una sola de esas preguntas: “tal vez no se parecían a mí porque son otra especie”. “Irrelevante”, pensó el Ananock. Entonces se le ocurrió una idea: las imágenes parecía poder tocarlas y si lo hacía, ¿entraría a su dimensión? No tenía nada que perder así que se dirigió al brillo azul y volvió a meter la cabeza. Las imágenes aparecieron y toco una al azar. La sucesión de imágenes se paró. El Ananock se quedó observándola: era una “mujer” (o al menos así creía recordar que se llamaban, se le implanto demasiada información en el cerebro para recordar todo) en una “calle” oscura, parecía ser de “foche” (el Ananock no pudo recordar bien el nombre) y detrás de ella venia un “hombre” con un “cuchillo”, algo notorio a pesar de intentar esconderlo. El Ananock se quedó observando la situación como un niño viendo la televisión. El “hombre” se acercaba a la “mujer” cada vez más. Entonces, el “hombre” saco el “cuchillo” y se lo enterró a la “mujer”. Broto “sangre” de la “herida”. El “hombre” siguió “acuchillándola”, sin parar. Estaba riendo como loco. Lo disfrutaba. El Ananock dio un rugido inhumano, todo de pura rabia. Él no se explicaba cómo se podía disfrutar el asesinar a alguien de tú misma especie, como acabar con la vida de alguien y que te importe tan poco. El Ananock desesperado por la situación, puso en marcha su idea y metió su mano sobre la imagen. La comenzó a atravesar, sintió el equivalente humano a que te echen un balde de agua helada. Al ver que funcionaba, comenzó a traspasar todo su cuerpo. Finalmente su cabeza paso a la otra realidad y ahora podía sentir el frio de la noche, el aire en su rostro y veía la escena del crimen en primera persona. La mitad de su cuerpo que había llegado a la otra dimensión, se sostenía por las manos y comenzaba a arrastrarse por el suelo. Poco a poco, todo su cuerpo quedo libre y cayó al suelo. Se empezó a levantar lentamente mientras alzaba majestuosamente sus alas y miraba al “hombre”. Mientras hacía eso, descubrió nuevos sentimientos que nunca había experimentado y que se reflejaban en sus ojos: ira y deseo de venganza, más un sentido de justicia muy bien marcado. En esos momentos pensó: “Si un humano cree tener el derecho de acabar con la vida de otro ser humano bueno sin consecuencias, yo tengo el derecho de acabar con un humano malo para darle su merecido, de que pague por lo que hizo. No voy a tolerar que se quede así, no voy a aceptar que quede impune a cosechar lo que sembró. Ojo por ojo, como dirían los tuyos.”

El “hombre” apenas se había dado cuenta de que estaba ahí. Verdaderamente estaba decidido a acabar con la “mujer”. Al reaccionar y ver que ahí estaba el Ananock, pego un grito de terror y dejo caer el cuchillo con el que estaba haciendo su “trabajo”. Intento huir, pero antes de que diera 10 pasos, el Ananock lo atrapo, lo tomo por el cuello de su camisa y lo atrajo hacia él. A continuación lo volteo para verlo a la cara. Su rostro reflejaba terror. No era la impresión que el Ananock quería dar, pero le satisfacía que en sus últimos momentos de vida, ese “hombre” iba a sufrir. Alzo una de sus manos, él estaba sentado encima de el para evitar que escapara y con la otra mano lo sostenía del hombro, lo tenía tumbado en el suelo. Finalmente el Ananock dejo caer la mano que tenía alzada y sus largas garras aterrizaron y penetraron el pecho del chico. El Ananock repitió el proceso unas 5 veces más. Cuando  finalmente creyó que el chico murió, el Ananock estaba decido a volver a su dimensión. “No habré devuelto la vida de la “mujer”, pero al menos pude hacer lo que los humanos llaman justicia, darle su merecido y hacerlo sufrir lo que ella”. Dio la vuelta a la pared de donde había salido y, sin saber cómo exactamente, la atravesó devuelta a su mundo.

Cuando llego a su vacía dimensión, a la cual podía llamar hogar, el Ananock reflexiono un poco más: “Este solo fue una de las muchas personas que mueren o sufren y su verdugo no sufre las consecuencias, pero ¿por qué no yo los hago sufrir las consecuencias? Yo tengo acceso a todo lo que sucede en su mundo y no tengo ningún propósito desde que comenzó mi larga existencia, es hora de que tenga algún sentido”. El Ananock decidió que eso era una idea formidable y consumido por su sed de justicia, volvió a buscar a alguien que necesite ser castigado.

Y así surgió un justiciero, un ser que te vigila desde un segundo plano, sea para ayudarte o para darte lo que te mereces, sin distinguir género, edad o raza. El estará ahí si atacas a tu prójimo. Así surgió el vigilante detrás de la pared y su principal lema es “Ojo por ojo”.

Esta historia se inició el 28/04/2018 y se acabó el 28/04/2018 a las 6:08 PM.

Exceptuando los pensamientos del Ananock, todas las palabras con comillas son porque el Ananock todavía no las alcanzaba a entender por lo sobrecargado de información que estaba su cerebro por ver las imágenes de los humanos de golpe.

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