Han pasado 2 semanas, ya casi ni tomo en cuenta eso tan raro que me había ocurrido. Aquel día, había encontrado una carta, la escondí en un lugar seguro en el que nadie la podría encontrar.
Esta noche estoy hablando con mi prima, se volvio a a tocar el tema de los vampiros y los seres cambiantes para despues rápidamente cambiar de tema a su situación romántica. Recuerdo aquello que me había pasado, pensé en contárselo, pero tal vez no me creería ,sin embargo sigo pensando en lo que paso aquella noche.
-Ahora que te sucede?-Dice mi prima mientras yo me pierdo en mis pensamientos.
-A qué te refieres?-Digo instantáneamente.
-¡¿Escuchaste lo que te dije?!-Me pregunta para despues mirarme fijamente a los ojos con algo de enojo en ellos.
-¿Me estabas hablando de los problemas de ser bixesual?-Dije ya que siempre me platicaba de los mismo.
-Si,bueno como te decia Mary dice que miromucho a Cristian y siempre me cela con Cristian dice que yo no le quito losojos de encima ademas....
Al regresar a casa, volví a tener esa sensación de que alguien me vigilaba, como si a todo lugar al que yo fuera esa cosa seguía. Pensé que era normal, pues no me había sucedido nada raro desde aquella vez, así que no lo tomé en cuenta.
Al cerrar los ojos, volví a aquel lugar: ese lugar que me daba escalofríos, donde seguro murieron miles de personas. De repente escuché una voz que dijo:
-¿Qué haces aquí?- preguntó-. Te dije que no volvieras jamás...
-No lo sé, simplemente no sé cómo llegué a este lugar- contesté,
De la nada cayó un pañuelo del aire y alguien me dijo:
-Tápate los ojos, vamos, confía en mí, no te pasará nada. No tenía nada que perder, así que me tapé los ojos. Sentí que alguien me puso las manos en los hombros, para luego decirme: -Camina.
Así estuve por un par minutos, hasta que ya no pude aguantar y le pregunté su nombre, a lo que él me contestó:
-No te conviene saberlo, pues te meterías en líos.
Yo, muy confiada, le dije que mi nombre era Pierina, pero que podía decirme "Pieri". Le pregunté si quería ser mi amigo, a lo que él respondió:
-Sí, ¿por qué no? Estuvimos charlando hasta las 2 de la mañana, aún con los ojos tapados. Él me dijo:
-Es hora de irte.
Yo le pregunté por qué, pues no lo entendía.
-Esta es la hora favorita de los asesinos para matar... mientras todos duermen en la oscuridad de la noche.
Se despidió de mí con un beso en la mejilla. Pero lo que él no sabía, era que yo podía ver a través de aquella venda, y pude ver su rostro: sus ojos eran de color azul oscuro, su piel pálida y su cabello negro. Me dejó en mi habitación, me quitó la venda y, con los ojos aún cerrados, le dije:
-Hasta pronto.
Nunca olvidaré aquella noche de luna llena.