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El Colegio

Los padres suelen pensar que sus hijos están sanos y a salvo en el Colegio, pero a veces eso no es así... Nadie se esperaba lo que iba a suceder en aquel tranquilo y apacible colegio de un barrio malagueño. Esto pasó hace solo unas semanas, cuando una compañera de mi clase trajo una grabadora en la que registró voces en su cuarto, que decían su nombre y que al final de la grabación reían.

Estábamos algo incrédulos, algunos reímos, otros se asustaron; pero los que lo tomaron a broma predominaron.

Ese mismo día, decidimos poner su grabadora en el pequeño salón. La ubicamos en medio, encima de una mesa, y la dejamos haciendo lo suyo durante la media hora del recreo.

Terminó el descanso y subimos para escuchar la grabación antes de que viniera el siguiente profesor. Cuando lo reproducimos, pasó un rato de silencio hasta que se oía como si las mesas se movieran, parecían muchas y lo hacían a la vez. Un poco más adelante de la cinta se escuchaba una voz muy tenue advirtiendo que algo iba a pasar.

Una de las niñas estaba aterrorizada y no quería entrar más al salón, pero nosotros, como siempre, no lo tomamos en serio y constantemente bromeábamos con ello.

Al otro día, la dueña de la grabadora olvidó traer nuevamente el objeto, y todos bajamos al recreo riendo del asunto de los espíritus sin saber lo que podía ocurrir en el aula. Yo era el encargado de cerrar la clase todos los días durante el receso, para evitar vandalismos de parte de algún intruso en el salón. Cerré la puerta con llave luego de que salieron todos, y bajé con ellos.

Pasó la media hora y al subir, abrí la puerta liderando mi grupo y para nuestra sorpresa, absolutamente todas nuestras mochilas, sin excepción, estaban apiladas bruscamente en un montón. Las mesas estaban acumuladas cerca de la pared formando una cruz, y las sillas se encontraban volteadas encima de ellas, incluso la del profesor estaba de cabeza sobre su escritorio.

No entendíamos qué había pasado, incluso la profesora me preguntó si había sido yo, pero lo negué y mis compañeros lo aseguraron. Ninguno había hecho nada.

A la mañana siguiente, la chica de la grabadora la trajo de nuevo y la instalamos en el salón otra vez. Cuando volvimos del recreo a escuchar la cinta, nos inquietamos con el sonido del llanto de un niño pequeño, que murmuraba el nombre "Patricia" de vez en cuando. Corrimos asustados a contárselo a la tutora, quien no nos creyó plenamente y prefirió consultarlo con la jefa de las profesoras, la que más tiempo llevaba en el colegio.

Nos contó luego de mucho pedir que hace tiempo, en nuestra clase, una profesora nueva al parecer había enloquecido, asesinando a un niño en algún tipo de ritual retorcido. Lo sentó en una silla encima de la mesa, en el centro del aula, con todas las demás mesas colocadas en cruz alrededor.

Esa profesora, de nombre Patricia, escapó aunque poco después la atraparon. La fecha en la que hizo aquel macabro ritual coincidía con la del día en el que escuchamos el llanto del niño, con diez años de diferencia. En nuestro miedo, todos, incluida la profesora, tomamos nuestras cosas, bajamos las persianas y cerramos la clase con llave; y hasta ahora no la hemos vuelto a abrir.

Hace unos días, unos niños tomaron una foto del salón desde afuera porque ya estaban enterados, como todos en el colegio, de lo que había pasado.

En la fotografía, la persiana estaba arriba, la luz encendida y estaba presente la silueta de una mujer joven, no más de veinticinco años, asomándose por la ventana. Les aseguro que la historia es real, totalmente, y aún ni los profesores de atreven a entrar a esta clase cerrada.

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