Wiki Creepypasta
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La señora Carly Thomson, dama y madre, se paseaba semanas atrás por la ciudad, revisando vitrinas y entrando a algunas tiendas por la compra de víveres. Sin embargo, una venta sin identificación alguna llamó su atención, algunas estatuillas adornaban la vidriera, y el único deje de vida constaba del letrero en la puerta que decía "Abierto".

Imaginó que entonces sería alguna venta de antigüedades o similar, y su gusto por la artesanía le impidió dejar la oportunidad de adquirir una nueva pieza. Se acercó a la entrada y abrió la puerta; el típico tintineo de la campana la recibió.

Caminó por los pasillos, observando las extrañas "formas de arte" que presentaban demonios y humanos, algunos hermosos, otros grotescos. Jarrones esculpidos, estatuas de tamaño real acumuladas en los rincones, otras más pequeñas atiborrando las mesas. Los estantes llenos hasta el tope de cuadros apilados, y en el fondo, oculto de todo, un cuadro en la pared.

Era una pintura sublime, que presentaba un ángel hermoso en medio de un paisaje sumamente detallado. Se enamoró al instante de aquel cuadro, así que lo descolgó y fue con el dueño; este pareció alegrarse por la llegada de un comprador interesado en la pintura. La señora Thomson pagó y regresó a su casa emocionada.

Al entrar en la vivienda, tropezó con las muñecas y títeres de su pequeña hija de diez años, Emily, que se encontraba jugando en el suelo. Se guardó cualquier molestia, y sólo le preguntó en dónde estaba su padre.

"Está en su despacho", dijo la niña. La madre fue con su marido y sin conversación previa, le mostró el cuadro y le pidió su opinión; el hombre alegó que le gustaba mucho, y ambos decidieron colgarlo en el salón.

Pero no todos en casa estaban complacidos con la nueva adquisición: a los ojos de Emily, la pintura era muy diferente. Lo que sus padres veían como un cuadro divino, era para ella una imagen dantesca, que presentaba el fuego de los infiernos junto a un ángel sangrante que los custodiaba. La pequeña le tenía pánico a la pintura, pero por más que lo manifestó a sus padres, no le hicieron caso alguno; decidió que lo mejor sería ignorar su temor.

Aquella noche, Emily despertó incómoda: tenía un mal sabor de boca, que se acentuó cuando los murmullos del ambiente nocturno se volvieron llantos. Tomó valor de la compañía de su osito y su mantita, y con ellos bajó al salón.

El coro fúnebre de la noche se quebró con un grito de la pequeña, y la casa quedó en silencio.

A la mañana siguiente, Carly y su esposo fueron al cuarto de su hija para despertarla como siempre hacían, pero encontraron la habitación vacía. Alarmados, fueron al salón y al ver el cuadro, la dama soltó un grito.

Ahora, ellos veían la pintura como la describía su pequeña, pero con otro detalle más: tomada de la mano del grotesco ángel, Emily se quemaba junto a él en las llamas mientras la sangre escurría de sus ojos.

Días más tarde, gracias a la alerta de un vecino preocupado, los padres fueron encontrados colgados del candelabro del salón, con las muertas miradas fijas en el cuadro. A los pies del padre yacía una carta escrita en violentos trazos, que decía:

Cuiden el cuadro; ahí descansa nuestra pequeña hija.

Gran error de la policía fue ignorar la nota y quemar la pintura junto con Emily, que estaba encerrada en ella. Pero la pequeña no se quedó con su desdicha, y abordó un cuadro cercano que estaba en posesión de la familia. Descuidado el oficial que en una pequeña travesura decidió robar esa misma pintura, y que con ello dio pase libre al alma en pena de atormentar una nueva víctima.

Así, tomando alma por alma, no se sabe en qué pintura puede estar el espíritu. Quizás en el otro lado del mundo, tal vez en la casa de tus vecinos. Posiblemente, puede ser en aquel cuadro que adorna alguna habitación de tu casa. 

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