Wiki Creepypasta
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La pequeña Cindy de tan sólo seis años, se encontraba completamente sola en su cuarto, dentro de aquella enorme casa vacía. Sus padres no estaban pues debían ir a trabajar. Comenzaba a aburrirse sin la compañía de su mejor amiga, pero no podía llamarla pues como sus padres le habían dicho, esta se encontraba muy enferma y necesitaba reposo.

Lo extraño es que tampoco la habían dejado salir de su casa para jugar afuera, en la vereda, ni siquiera cuando ellos estaban allí. Todo había empezado el sábado pasado, ambas cosas juntas. No se quejó, sin embargo, de que tan poco le permitiesen ver televisión.  Aburrida como estaba sentía como el tiempo transcurría lento esa tarde. Cindy se propuso hacer algo divertido, como prepararse un emparedado de mantequilla de maní. Forcejeó para abrir la puerta de su habitación que extrañamente había sido cerrada con llave. Cindy no era tonta, pues ya la habían encerrado antes y tomó precauciones, como esconder una copia de la llave de su cuarto debajo del alfombrado.

¿Quién la buscaría allí?, pensó la niña. Abrió la puerta y bajó las escaleras para ir a la cocina.  Cuando estuvo allí, comenzó buscando los ingredientes en las alacenas. Ya tenía el frasco de mantequilla, el pan y el untador. Estaba abriendo el frasco cuando oyó un ruido proveniente del living. Era como el sonido de alguien que intentaba abrir la puerta que daba hacia el patio.  Sin asustarse por el hecho, la pequeña Cindy se dirigió a ver quién era.

¿Sería acaso su amiga que se había recuperado e intentando entrar? ¿Por qué no?, pensó Cindy. No sería la primera vez. Cuando llegó, se encontró con que la puerta de vidrio estaba abierta. Caminó en dirección a la puerta corrediza pero no pudo continuar su investigación, pues sintió un agudo pinchazo en la nuca. Como dormida, sus párpados se cerraron momentáneamente, o quizá más tiempo del que ella creía. Pero cuando al fin abrió los ojos, tuvo que taparse la cara con sus manos al ver una inmensa luz cegadora delante de ella. Cuando la luz bajo pudo ver, en forma un tanto borrosa, frente a sus narices un ser pequeño de forma femenina con alas. Parecía una muñeca.

Emitía una luz de color rosa y revoloteaba cerca del rostro de la niña. Cindy le preguntó que quién era, a lo que la borrosa figura la respondió que era un hada de luz que venía a buscarla para llevarla a un mundo encantado. Cindy le dijo que no podía irse, pues sus padres no le permitían salir. "Claro que no saldrás de aquí", le dijo el hada, "iremos a otro mundo pero tu cuerpo no abandonara esta habitación". Cindy no entendía muy bien aquella escena, pero no se notaba sorprendida por la presencia de aquel mágico ser. El hada la convenció diciéndole que su mejor amiga ya estaba allí, esperándola. Cindy aceptó entonces, y el hada la llevó a través de un umbral de luz envolvente, haciéndola desaparecer para siempre.

Cuando los padres de la pequeña llegaron del trabajo, alrededor de las 10:30 de la noche, encontraron el cuerpo de su hija sobre el suelo del living. Vieron con horror como el pequeño cuerpo de Cindy había sido destrozado. Su cara miraba hacia la nada pues ya no tenía ojos, estos habían sido arrancados con mucha violencia del rostro. Cindy esbozaba una mueca con su boca totalmente ensangrentada, destruida por golpes de puño.  

El perito demostró más tarde que, como todos sabían, había sido víctima de un violador pedofílico serial. Fue este el mismo que mató a Carol, una niña de la misma edad que Cindy y mejor amiga de esta. El asesino le suministró una gran dosis de sedante en la nuca por medio de una jeringa (tal vez para que la víctima no grite o llore) antes de divertirse con su cadáver, y su cuerpo había sido descubierto el pasado sábado 17 de Febrero, alrededor de las 08:43 de la noche, por su madre.

Claro que los padres de Cindy Carmaikel lo sabían, pero nunca le dijeron nada a su hija. Le ocultaron la verdad diciéndole que su amiga estaba enferma, prohibiendole salir para estar fuera de peligro, y prohibiendole ver la televisión donde pasarían la noticia para prevenir al pueblo. También se descubrió que a pesar de estar encerrada en su habitación la niña pudo salir con una copia de la llave que llevaba en el bolsillo de su pantaloncito azul, que ahora servía de evidencia forense. Quizá si lo hubiese sabido la horrorosa verdad, Cindy hubiera tenido cuidado y hubiese estado alerta. Y quizá seguiría viva, como una niña de sólo seis años debería estarlo.

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