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Hemos oído esta leyenda en la región de la Sierra Negra, no lejos del estado de Puebla, en México. Según nuestras fuentes, data de fines del siglo XIX o de principios del siglo pasado, sin que pueda saberse exactamente cuándo sucedieron los hechos.

Lo importante es que habitaba esta pequeña localidad un hombre común, sin mayores atributos que la vejez, de nombre José Amoroso Toledano. Este buen señor había ejercido varios oficios a lo largo de su vida, pero había sido incapaz de ahorrar, por lo que se encontraba en ese frágil momento que es la vejez en la mayor de las pobrezas.

Sus vecinos le tenían cierta estima y lo ayudaban con porciones de comida, ropa y de tanto en tanto algunos céntimos que gastaba en la taberna refugiándose en la bebida. Nadie esperaba de José Amoroso más que una muerte tranquila, por lo que grande fue la sorpresa cuando inmensos e inesperados cambios tuvieron lugar.

Un día, José Amoroso salió de su humilde casa convertido en un gran señor. Sus ropas eran costosas, cara gomina dominaba su cabello y se apoyaba al caminar en un bastón cuyo mango parecía estar labrado en reluciente oro.

Su salud había mejorado notablemente. En la taberna, ordenó que se le prepararan ricos platos e invitó a todos los presentes a comer y beber a su costa. Cuando alguien se atrevió a preguntar cómo era posible ese súbito cambio de suerte cuando hasta ayer Amoroso era poco más que un pordiosero, el hombre contestó que un lejano pariente de mucho dinero había muerto y le había legado inmensa fortuna.

La explicación era inverosímil, pero no había otra mejor, y pronto todo el pueblo se dispuso a disfrutar de la generosidad de Amoroso.

Fue entonces que tuvo lugar un hecho que en el pueblo no sucedía desde hacía décadas: un asesinato. Una joven mujer fue hallada muerta, apuñalada, a un costado del camino que unía al pueblo con la Sierra Negra. Tras el profundo estupor, el alcalde decretó que se llevaría a cabo una investigación, pero para ello debía pedirse ayuda a regiones linderas, porque el tranquilo pueblo no disponía de más fuerza policial que un antiguo y envejecido alguacil.

Mientras se enviaba el pedido de ayuda, otra terrible noticia sacudió al pueblo: un nuevo crimen, esta vez una niña, quien apareció muerta de igual manera en un corral. Horas después de este macabro hallazgo, no había persona que quisiese salir a la calle. José Amoroso, convertido por virtud de su fortuna en líder natural de la población, anunció que recompensaría largamente a quienes dieran con él o los asesinos, pero el miedo podía más y las calles de la pequeña ciudad se convirtieron en una desierto.

Cuando el tercer asesinato se produjo, un viejo maestro de escuela, la gente entró en pánico y en masa comenzó a analizar una posible evacuación de la localidad. El alcalde pedía serenidad, pero pocos se detenían a escucharlo. Los crímenes habían tenido lugar a distintas horas del día y las víctimas eran de ambos sexos y aparentemente no tenían nada en común. Un horrendo misterio corrompía la existencia del pequeño pueblo de la Sierra Negra.

Fue entonces, en una reunión de atemorizados vecinos, que alguien sugirió en voz baja que los horribles asesinatos podían tener algo que ver con la repentina fortuna de José Amoroso. Alguien recordó que cuando joven, según había contado un abuelo, Amoroso había sido criado de la anciana Tamar, a quien todos habían considerado una bruja y que hacía gala de poseer poderes inefables que le permitían vivir en la abundancia y gozar del favor de jóvenes casaderos siendo una anciana.

¿Y si antes de morir la vieja Tamar había comunicado su diabólico secreto a José Amoroso? Pero de ser así, ¿por qué éste había esperado tanto tiempo para poner en práctica sus conocimientos acerca de las artes negras...?

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