Veníamos de la feria. Siempre dormimos en la terraza que hay en la planta de arriba porque está al aire libre, se pueden ver las estrellas y corre bastante airecito. Mis abuelos estaban dormidos en su habitación, que da abajo al lado del salón, y mis padres en una de las 4 habitaciones que hay arriba.
Eran las 2:00 de la mañana y acabábamos de hacer las camas cuando, al meternos dentro de las mantas, se escucharon los pájaros que tiene mi abuelo al lado del pozo; mi hermana quedó en suspenso, yo me asomé porque me parecía extraño, pero mi vista no alcanzaba a distinguirlos desde la barandilla, pues había una especie de tajadillo que ocultaba parte del patio.
No iba a bajar ni de coña. El patio estaba totalmente a oscuras y era muy grande, además había demasiadas macetas para andar a oscuras y no iba a encender la luz porque despertaría a mis abuelos, así que lo dejé pasar. La sorpresa fue cuando los pájaros volvieron a revolotear en su jaula con mayor fuerza. Algunas macetas chocaron contra el suelo, parecía que se habían roto tras una caída inusitada... Inquietos, esperamos a que mis abuelos encendieran la luz o que mis padres se levantaran para ver lo ocurrido, pero aparentemente no le habían dado importancia. Nadie se levantó.
A la mañana siguiente les preguntamos si había sido un gato quien alteraba de ese modo a las palomas y que había llevado a pique las macetas, pero resultó que aparte de nosotros, nadie había oído absolutamente nada. Tampoco descubrimos alguna maceta rota.