Un hombre de edad avanzada estaba sentado a solas en un parque. No sabía qué dirección tomar, y había olvidado hacia dónde se dirigía como quién era...
Se había sentado por un momento para descansar sus adoloridas piernas. Alzó su mirada para ver a una mujer anciana enfrente de él.
Ella esbozó una sonrisa con su boca sin dientes, y entre carcajadas, habló:
—Ahora tu tercer deseo. ¿Cuál será?
—¿Tercer deseo? —balbuceó el hombre—. ¿Cómo puede ser el tercer deseo si no he tenido un primer y un segundo deseo?
—Ya has tenido dos deseos —explicó la vieja bruja—, pero tu segundo deseo fue que regresase todo a como era antes de que hicieras tu primer deseo. Por eso no recuerdas nada: porque todo es como era antes de que pidieras algún deseo. Así que tienes un último deseo.
—Bien —dijo él, inseguro—. No creo lo que dices, pero no pierdo nada con intentar. Deseo saber quién soy.
—Gracioso —dijo la anciana mientras cumplía su deseo y desaparecía por siempre.-
Ese fue tu primer deseo...