No sé qué hacer, mi libertad se encuentra frente a mí, solo me quedan segundos de existencia antes de sumirme en un sueño profundo y eterno.
Cuatro horas antes, Krayk se encontraba totalmente solo en su casa. Él tiene 13 años y es un chico fuerte, ateo y sin miedo a nada. Le encantaba la literatura. En particular, le encantaba el terror o, mejor dicho, le encantaban las creepypastas. En especial, le fascinaba una creepypasta llamada «Adiós». Aunque no era una creepypasta con un título interesante, algo hacía que, desde que esa misma tarde la leyó por primera vez, la releyese una y otra vez hasta el cansancio.
Krayk
Horas después, cuando se hartó de leerla y decidió ir a su cocina a tomar algo, todo fue envuelto en sombras. Dos gigantescos orbes de todos los colores aparecieron. Krayk, boquiabierto, observaba inerte aquella escena. La sala se volvió a iluminar, revelando a una silueta rojiza. Allí estaba, ante él, la cosa más hórrida que vio en su vida. Horrorizado, gritó lo más fuerte que pudo, pero nadie acudió a salvarlo. Esa cosa se lo llevaría consigo a las penumbras.