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Jasón Clarman, americano, se entero que su país seria invadido por los ingleses. Desde chico el soñaba ser soldado, era su sueño, esa era su oportunidad.

El día de la batalla los estadounidenses empezaron ganando pero los ingleses no se quedaron atrás y habían traído mejor armamento. Los americanos iban perdiendo, ya que su armamento era débil. Jasón estaba disparando en una trinchera, con su mejor amigo Mitch. De repente una cosa se veía volar en el cielo, estaba cayendo hacia ellos. Cuando por fin cayó alguien grito-¡Gas!-acto seguido la bomba empezó a humear. Todos se pusieron rápido sus mascaras, excepto Mitch que no podía encontrar la suya. El empezó a toser mientras los demás ya estaban disparando. Jasón no estaba disparando, estaba ayudando a su amigo, hasta que decidió cargarlo y llevarlo hasta una base. Ahí intentaron curarlo, y Jasón estaba esperando en la base. Salió un doctor de donde habían llevado a Mitch y le dio la mala noticia de que Mitch había muerto. Jasón empezó a sollozar, ya no quería vivir, no tenia propósito ya que el resto de su familia había muerto en un bombardeo.

Trato de incorporarse, un soldado bien entrenado no podía ponerse a llorar así por una perdida (según él). Fue a informarle a su capitán de lo sucedido, el cual no mostro la pena que sentía por su soldado. Su capitán, El Señor Milard, viendo el estado en el que estaba Jasón, había tomado una decisión: mandar a Jasón como soldado de la paz, o eso le dijo...

Él Sr. Milard le dio una mochila y una bandera blanca con una punta de metal a Jasón y le dio instrucciones explicitas de que debía ir a la base inglesa diciendo que se rendían.

Cuando llego a la base se dio cuenta de que su mochila pitaba, y encontró una bomba, lamentablemente, para Jasón y los ingleses, no llego a apartarse de la bomba incendiaria. Hubo gritos de dolor que erizaban la sangre del que los oía. Pero, para sorpresa de Jasón, estaba vivo. La mitad de su cara, los dos parpados y la mitad derecha del labio se habían quemado, gran parte del resto de su cuerpo también. Era el único vivo en esa base, o lo que quedaba.   

Empezó a buscar a alguien vivo, y encontró un rastreador de calor, de esos que se usan para detectar cosas calientes o personas. El era la única persona viva ahí, y el ejército le daba por muerto.  Lo habían traicionado, le habían mentido. Entonces un pensamiento se clavo en su mente como una daga: venganza. Agarro la bandera blanca con punta de metal que no estaba tan rota, el rastreador calórico y se fue.



Lo último que escucho el señor Milard fue:” Te estoy buscando…”

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