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Hola, mi nombre es Jonathan y esta es mi trágica historia. De no ser por mi hermanita y su horrenda muñeca de porcelana, yo no estaría encerrado entre estas cuatro paredes. Pero bueno, llegaré a eso más tarde.

Todo comenzó cuando nos mudamos a una nueva casa mas grande y especial para nosotros, mis padres comenzaron a desempacar todo y ordenarlo. Luego de varias semanas, mi hermanita, Sara, comenzó a ir a la escuela con mucha alegría, pero yo siempre fui serio y no me interesaba en lo absoluto hacer nuevos amigos.

Los días y las mañanas eran iguales, pero algo le pasaba a Sara, estaba más deprimida de lo normal. Como ella iba al primario y yo al secundario, diría que no se llevaba bien con nadie.

Llegó la navidad en diciembre, el comportamiento de Sara cambió completamente, abrió el regalo más grande del árbol y allí estaba ella... Una muñeca de porcelana vino en su regalo, Sara le cogió bastante cariño y amor, claro, ¿a qué niña no le gustan las muñecas? Ese día Sara le eligió un nombre a la muñeca... Julia.

Pasaron los dias y Sara se unia mas a Julia...Ella la veia como una persona real, pero habia algo raro en esa muñeca, su mirada me hacia poner nervioso, era muy extraña pero de que me preocupo...Julia es solo una muñeca, no tiene vida.

Las noches en las que Sara dormía yo podía sentir que la muñeca se movía, como un idiota, tenía que ir a dormir con mis padres. En los recreos de la escuela, les contaba a mis amigos Carlos, John, Thomas y Erick sobre la muñeca y ellos siempre respondían:

—Si te molesta la muñeca, deshazte de ella. (John)

—Mi madre tuvo una muñeca igual, ¿y sabes qué hizo? La quemó en la chimenea. (Carlos)

—Siempre detesté a las muñecas, te observan con una mirada extraña. (Thomas)

—Mi hermana terminó en un asilo cuando se supo que la muñeca le hablaba por las noches. (Erick)

Regresé a casa como todas las noches y mis padres me esperaban allí, Sara se quedó dormida y su horrenda muñeca, Julia, estaba tirada en el suelo boca a abajo. No le di importancia y fui a mi habitación.

A medianoche, escuché unos pasos en el pasillo que se acercaban a mi habitación, me cubrí con mis sábanas y decidí consolar el sueño, pero no podía. Miré al frente y allí estaba ella... Julia, la muñeca de porcelana. Esa mirada, ese rostro, Julia levantó un cuchillo que tenía en la mano y dijo:

—Tú me perteneces... Querido Jonathan.

Grité lo más alto que pude, mis padres vinieron corriendo y me encontraron en una esquina de mi habitación, Julia se había ido. Me quedé petrificado, la muñeca había hablado y quería... quería matarme. Por unos días no le hablé a nadie, mis padres tenían miedo de que algo me estuviera pasado. Sara se me acercó para subirme el ánimo, ella estaba sosteniendo a Julia de una mano y yo me paralicé del miedo y le dije:

—¡Aléjate de mí, monstruo!

Era tanto el miedo que tenía que subí a mi habitación y me encerré, en mi cabeza me preguntaba "¿Cómo me puede dar miedo una estúpida muñeca?".

Pasaron los años y Sara había cumplido unos 9 años, pero yo aún le tenía miedo a esa muñeca. Sara remodeló su habitación y guardó a Julia en una caja. Lo peor de todo era que no había espacio en el sótano ni en el ático, entonces puso la muñeca bajo mi cama.

Esa noche no pude dormir, escuchaba cómo la muñeca golpeaba la caja tratando de salir. Por suerte mis padres y mi hermana habían salido a una cena, entonces sólo estaba yo y la estúpida Julia. Los pasos se hacían mas fuertes... Miré hacia atrás y Julia estaba allí. El mismo cuchillo con el cual me amenazó, la misma mirada y la misma voz que tanto odie:

—Acércate y verás el terror que puedo ser... Querido Jonathan.

—¿Crees que te tengo miedo, maldita muñeca? —Dije con una sonrisa en mi rostro.

Corrí hasta la cocina y la muñeca me siguió. Abrí el mueble de los cubiertos, saqué un cuchillo con filo, Julia saltó encima de mí queriendo apuñalarme, pero vi una ventana y la arrojé por ahí. Los vidrios se rompieron en miles de pedazos. Observé el cuerpo de la muñeca y la muy maldita aún se movía. Corrí a mi habitación y cerré puertas y ventanas, Julia ya había entrado a la casa, estaba muy enfadada.

—¡No te escondas... Querido Jonathan! —Gritó la muñeca.

—¡Muérete maldita muñeca! —Grité con odio.

Salí de mi escondite y golpeé a Julia en el rostro. Ella gritó y con el cuchillo me apuñaló en el brazo derecho, ya estaba cansado de ésto, la cordura se había desvanecido de mi ser.

—Querido Jonathan... Tú me perteneces —Dijo Julia.

La observé un buen tiempo y luego corrí hasta ella, la empujé y la muñeca cayó en el fuego de la chimenea. Pude apreciar cómo se quemaba lentamente. La porcelana se derretía y el atuendo de la muñeca se fundía en las llamas del fuego.

Escuché que alguien abrió la puerta principal... Eran mis padres junto con Sara, se asombraron al verme, lleno de sangre y con una sonrisa en mi rostro.

—¿Qué has hecho? ¡Maldito desgraciado! —Gritaba Sara con lágrimas en los ojos.

—Lo que tuve que hacer desde el principio hermanita —dije con una sonrisa de psicópata.

Ya pasaron más de 7 años, ya no recuerdo mi edad. Mis padres me metieron a un centro psicológico para los locos dementes, como yo. Hablé con las enfermeras y doctores, les dije que no estaba loco. Me pusieron una camisa de fuerzas y un bozal para los psicópatas, mi mente solo tiene imágenes de esa muñeca... De Julia.

Aún puedo escuchar sus pasos viniendo hacia mí, pero... después de todo era solo una muñeca de porcelana, ¿no lo crees?

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