Me encuentro en una habitación sin ventanas, iluminada por una vela de llama temblorosa, cuya luz apenas ilumina las paredes marrón oscuro. A pesar de ser un espacio reducido, es muy frío, tanto, que me pregunto cómo la llama de la vela no se congela.
Frío en exceso. Me castañean los dientes y siento que si me diese en leve golpe en la punta de la nariz, ésta se me rompería en miles de pedazos de hielo. Siento mucho miedo, apenas veo las paredes y la luz de la vela no me proporciona ninguna seguridad; parece que de un momento a otro va a apagarse y a dejarme sola con el peligro real y el imaginario.
Me acerco a la vela, que está en el suelo, consumiéndose lentamente. Acerco las manos desnudas, en un intento desesperado por conseguir un mínimo de calor que me ayude a dejar de temblar, la agarro por la base y exploro despacio, por miedo a que la llama se apague, la habitación y despejar de mi mente la paranoia del peligro imaginario.
La vela destella por un segundo, libreando más luz, y, para horror mío, se apaga...
El miedo que siento es como aquel que te atraviesa la columna vertebral cuando estás solo en un pasillo oscuro, incluso el pasillo de tu propia casa. Ese miedo, esa paranoia de que, cuando pases por delante de una puerta de dicho pasillo, una mano saldrá y te arrastrará consigo a la más profunda oscuridad. Una oscuridad que te atrapa como tentáculos, de los que, por más que luches, no podrás salir de ella. Ese miedo que te congela la sangre en las venas y te paraliza hasta el alma.
Miro donde antes estaba la resplandeciente, pero débil luz de la vela. Ahora sólo veo una negrura que podría cortarse con un cuchillo. Todo tipo de monstruos, híbridos de mis peores pesadillas y fobias comienzan a aparecer en mi mente. Mis ojos me engañan y me hacen ver sombras en la oscuridad. Miro de un lado a otro, como si quisiera buscar una salida.
Siento como si la vela estuviese apartando la verdadera temperatura del lugar. Ahora, la habitación se vuelve mucho más fría. Siento mis ojos cristalizarse y me obligo a cerrarlos. Me aferro al cuerpo delgado de cera, con los dedos entumecidos. Tiemblo mucho más y el único calor que hay en el aire de la sala, es el de mi aliento.
Me cubro la cara con el cuello de la sudadera, quiero conservar tanto calor como me sea posible. Busco a tientas una de las paredes. Está tan fría que quema. Aparto la mano rápidamente y me doy cuenta de que está mojada. El agüilla de mi mano se hace escarcha en cuestión de segundos. No puedo verla, pero sí sentirla. Quiero llorar, no entiendo cómo aparecí en aquella habitación, pero mis ojos están cerrados y sellados por una fina capa de hielo.
Respiro con dificultad, tanto, que mi pecho tiembla violentamente. El frío y el miedo hacen que me encoja en mí misma, ahora, con las manos bajo las axilas, aún con el cadáver de la vela en la mano. Siendo esa mano mojada y un dolor constante en ella. Con la otra mano, toco el nuevo líquido. Al hacerlo, el dolor se intensifica. He agarrado tan fuerte la vela que me he clavado las uñas en mi propia carne, dejando marcas de medias lunas.
Las rodillas me tiemblan, apenas soy capaz de mantenerme en pie y caigo. El miedo al peligro imaginario ha sido sustituido por el dolor físico del frío. No siento las extremidades, tampoco las orejas ni la nariz. Caigo de bruces contra el suelo y, por primera vez, siento que es blando.
El suelo no se siente tan frío... ¿O es que ya no tengo sensibilidad a estas temperaturas? Oigo mi corazón latir a toda prisa, mandando inútilmente, sangre caliente a todas las áreas de mi cuerpo. Me odio a mí misma por no aguantar más, pero no puedo... Me rindo.
Me pongo la capucha de la sudadera y me pongo en posición fetal. Sé que moriré. Sigo temblando pero, de golpe, dejo de temblar... Dejo de vivir.
Creado por: Creepy adicta (Soñamos, como vivimos, solos...) 20:03 10 nov 2015 (UTC)
Agradecimientos a http://es.creepypasta.wikia.com/wiki/Usuario:Yrvoz por darme esa clase magistral que dio lugar a esta pasta.