Wiki Creepypasta
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Elizabeth corría en medio de la noche, ni las lágrimas en sus ojos ni la oscuridad a su alrededor la hacían tropezar, ella conocía a la perfección ese cementerio.

¿Es un pecado mortal el ser diferente a los demás? Se preguntaba ella.

Nunca entendió porqué, pero lo sabía, ella no era igual al resto de los humanos, en su pequeño pueblo.

Tras la muerte de sus padres a sus 2 años fue entregada a una familia adoptiva que durante los siguientes 13 años la habían obligado a comportarse de formas que a ella no le parecían. Su padrastro insistía en que para ser santos todos los domingos debería de ir a la iglesia pero de lunes a sábado se portaba como el mismo diablo, la golpeaba, le gritaba, la maltrataba, la obligaba a hacer trabajos pesados, aún así lo peor de todo era el infierno que vivía desde hacía un año, cuando su cuerpo empezó a tomar una forma más femenina, el horrible monstruo que ante los demás era su orgulloso padre comenzó a abusar sexualmente de ella.

- Es muy común que un padre se preocupe por el crecimiento de su hija-

Decía con una sonrisa que de ninguna forma era tierna, y con una mirada que era completamente maligna. Después seguían sesiones en las que Elizabeth no se explicaba como el solo ser tocada podría ser tan doloroso y tan humillante. Deseaba estar muerta.

Su madrastra, la culpaba de todo, sospechando lo que sucedía entre ella y su esposo llegó a desarrollar un odio hacia la pobre Elizabeth tan intenso que más de una vez la dejó sin comer por días porque el café no estaba lo suficientemente caliente o porque el piso tenía una mancha.

Lo peor llegó una noche en la que Elizabeth tuvo pesadillas causadas por la fiebre que se habían negado a tratar. Desde entonces Elizabeth fue tachada por sus padrastros y por el cura local como una endemoniada a la que habría de exorcizar.

Los exorcismos son muy caros sería mejor internarla en un hospital psiquiátrico atendido por unas monjas que yo conozco -dijo el cura local al escuchar el problema, y agregó:- además por su extraño comportamiento es lógico que ella es una enferma mental, he visto su cuarto, y me he encontrado cosas como esta escondidas -el cura empezó a leer:-

A una sombra
Por: Elizabet R. C. F. 
¿Puede una sombra ocultarse entre la luz?
¿Puede el cielo fingir que es tierra?
¿Cómo he de llevar en vida mi cruz?
¿Cómo me he de librar de mi guerra?

Mi corazón me dice que sombra soy
Que no pertenezco a esta vida
A un destino diferente a los demás voy
De esta prisión será mi salida…


Es bastante lógico que lo que aquí dice es que esta señorita desea suicidarse, es por eso que ahora mismo debemos de llevarla al hospital psiquiátrico e internarla.

Los padrastros, temiendo ser descubiertos en sus injusticias hacia la pobre e incomprendida Elizabeth accedieron de inmediato. Entonces se escuchó como la puerta principal de la casa se abría y como unos pasos descalzos en el camino de tierra se alejaban. Elizabeth había huido.

El cansancio la hizo caer, ya estaba ahí, en su lugar favorito de toda el pueblo, el ángel maltrecho que con sus alas abiertas indicaba el final de las tumbas “decentes” como la gente del pueblo las llamaba y el inicio de la fosa común.

En ese lugar ella había escrito tantas veces poesía, le gustaba estar ahí pues se sentía protegida por esa rota y desgastada escultura. Ella siempre había sido así, encontraba más atractiva una rosa marchita que cualquier otro rosal, la luz siempre había lastimado sus ojos y no sabía el ¿Por qué?

Ahí está -dijo un policía-, la alerta se había dado hace media hora, sus padrastros la describieron como una joven trastornada la cual podría ser peligrosa, y al tener el apoyo del cura nadie se atrevía a dudarlo por lo que aunque ella en ese momento tomó el valor para denunciar a sus padrastros los policías no le creyeron y la sometieron brutalmente.

Ayuda, sálvame tú eres mi ángel -le gritó a la estatua pero lo único que logró fue confirmar el estado de salud mental-.

Todo pasó rápido, unos hombres de blanco llegaron le inyectaron algo y después no supo nada.

Amarrada a una cama logró escuchar como el sacerdote y el guardia de seguridad hablaban:

- Así que me has conseguido otra- dijo el guardia

- Así es, no te olvides del trato, esta esta muy joven así que me pagaras el doble, ¿entendido?- le dijo el sacerdote

- Sí, no lo olvidaré.- el guardia se rió

- Asegúrate de no dejarle marcas, según las confesiones de cada domingo del padrastro se ve que a él también le gusta usarla, así que sospechará algo si le dejas el más mínimo rasguño.- dijo seriamente el sacerdote

- No hay problema por eso, les diré que las marcas se las hizo al tratar de escapar en cuanto a las mordidas ya me inventaré algo.

Elizabeth logró abrir sus ojos para ver el terrible espectáculo donde un hombre gordo, con barba de varios días y un bigote entrecano le pagaba a el sacerdote por su más reciente adquisición; ella.

- Hija mía- dijo el sacerdote con un tono dulce mientras contaba el dinero –que bueno que despiertas, te quiero dar un consejo… coopera en todo lo que el señor te pida, pues como él es el encargado de las internas peligrosas, las religiosas de este lugar le permiten usar la fuerza para tratar contigo- estaba a punto de irse, pero desde el umbral de la puerta de la celda agregó – ah, lo olvidaba, ni una palabra a las religiosas, de todos modos ellas no te creerán nada, están acostumbradas a tratar con jóvenes perturbadas como tú. Y guiñandole un ojo al guardia se fue y cerró la puerta.

- ¡una virgen!- dijo el perverso hombre con voz rasposa acercándose a ella –es muy difícil encontrar a una en estos días, te voy a disfrutar toda la noche, después de todo me has costado bastante.

La joven quiso gritar pero se dio cuenta de que no tenía las fuerzas necesarias, las correas de cuero le impedían moverse, pero estaba bien, después de todo era como estar muerta, ella ya no deseaba vivir, cerró sus ojos.

- ¿Estás segura de no querer seguir viva? 

Una voz suave y varonil le hizo abrir los ojos con esa pregunta.

- Pero veo que tampoco quieres morir en realidad, yo tengo la solución a tu problema.

Frente a ella se encontraba una figura envuelta en ropas viejas y desgastadas, con un sombrero vaquero de los que era muy común ver en el pueblo, esa figura sostenía sin problemas al hombre gordo por la garganta.

Repentinamente las correas de cuero que la ataban cedieron como si una inmensa fuerza las hubiese reventado.

- Sígueme- dijo la figura mientras salía

Elizabeth tenía muy pocas fuerzas, sin embargo se las arregló para incorporarse, y apoyada en la pared y lo siguió, al pasar junto al hombre, se dio cuenta de que seguía vivo, sin embargo su mirada estaba perdida y de su estaba abierta como si se hubiese quedado paralizado en un estado de terror absoluto.

Al salir, del hospital, subieron a un auto donde descubrió que la extraña figura le tenía preparado un vestido, y ropa, todo de su talla exacta, además de algo de comida.

- Llámame “Alex” por lo pronto así está bien- el hombre, por lo visto un joven que no pasaba de los 20 años se presentó mientras conducía a toda velocidad – debemos de alejarnos del pueblo, vamos a la ciudad más cercana.

“Alex” se quitó el sombrero para mostrar su tez blanca que contrastaba con su cabello azabache, sus ojos color miel se apartaron del camino por tan sólo un momento para ver bien a Elizabeth. 

- Te pareces mucho a tu madre

Entonces se concentró en el camino, dispuesto a no hablar más. Elizabeth no podía creerlo, se sintió a punto de desmayar, ignorando el hambre que sentía se atrevió a preguntar:

- ¿Quién eres?

- Ya te lo dije, llámame Alex,

- ¿Por qué debemos dejar el pueblo?

- Para que seas libre

- ¿Libre del hospital, de mis padrastros…?

- No, libre de tomar la decisión, estaba esperando a que fueras un poco mayor, sin embargo, cuando vi que esos policías te llevaban me di cuenta si esperaba más tiempo sería tarde, así que esperé hasta que estuvieses más sola para ir por ti y llevarte a donde puedas tomar una decisión libremente.

- ¿Me estabas viendo cuando me llevó al policía?

- Claro, no recuerdas, incluso me pediste ayuda, de hecho yo siempre he estado ahí para ti, escucho tu poesía, te acompaño mientras piensas que estás sola…

Elizabeth no escucho nada más, cayó desmayada.

A la noche siguiente una señorita bien vestida paseaba del brazo de un apuesto joven en el centro de la ciudad, al llegar a un puesto de revistas que estaba a punto de cerrar ella tomó un periódico.

- Habla de nosotros, le dijo mientras sonreía encantadoramente, pero de una forma inexperta que dejaba ver claramente sus largos y afilados colmillos.

El titular decía:

Dos misterios sin resolver en un pequeño poblado vecino:

1.- Una joven mentalmente trastornada escapa de forma misteriosa de un hospital psiquiátrico, no nos explicamos cómo pero dejó al guardia de seguridad en un estado catatónico.

2.- Un ángel de roca ardió en llamas hasta derretirse minutos después de que la policía capturara a una joven prófuga en el cementerio, junto con él la mayoría de los cadáveres de la fosa común fueron carbonizados…

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