En Tovar, población del estado Mérida, nadie sale de noche. Temen encontrarse con “La Dientona”. Por su aspecto, no parece capaz de hacer daño a nadie: dicen que posee un rostro angelical y larga cabellera rubia.
Refieren los ancianos que dos jóvenes del pueblo, René y José Jesús, poetas y serenateros andaban una noche de parranda cuando vieron a una linda muchacha rubia. Les dijo que era poeta y les pidió que la acompañaran, pues ya era de madrugada.
— Puede ser “La Dientona”, —le susurró René a José Jesús.
— Claro que no, tonto, ¿no ves lo linda que es? —ripostó el otro.
— Tiene los dientes un poco grandes, —insistió René.
— Bueno —protestó la joven— secretos en reunión es mala educación.
Echaron a andar, cada uno al lado de ella. Ambos rivalizaban por despertar su interés. Llegaron al fin a la casita solitaria. La rubia los invitó a pasar, e invitó a René al jardín, para escribir poemas bajo la luna.
— ¡Tómate un traguito! —le gritó desde lejos la mujer al otro.
El poeta obedeció, pero después de una hora se aburrió. Decidió irse y quiso despedirse de su compadre. Lo llamó y nadie respondió. Sólo se oía un extraño sonido, como el ruido que hacen los perros al masticar huesos. José Jesús se acercó a un rosal florecido y vio a la bella rubia comiéndose tranquilamente a su amigo. El poeta escapó invocando a la Virgen de la Candelaria.