Wiki Creepypasta
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Solía ser un niño común, quizás lo único distinto a los demás era mi dificultad para hacer amigos a causa de que soy muy serio, y quizás por las horas que pasaba frente al televisor en vez de jugando con otros de mi edad, pero dentro de todo era normal. Pero basta de presentaciones, debo ser breve, no tengo mucho tiempo y hay mucho que contar.

Todo comenzó cuando mi padre trajo un perro a la casa. Abrí la jaula en la que lo traía y aunque le tomó un tiempo salir, seguramente a causa de la timidez que da el jamás haber visto a las personas que te rodean, se encariñó rápidamente con nosotros.

En general lo tratábamos bien, aunque solíamos regañarlo mucho cuando hacía algo que no era correcto, y en ocasiones mi padre le pegaba con una vara un poco delgada. Un día ensució una de mis sabanas con excremento, era asqueroso, por lo que lo regañé. Mi padre, al saber de la situación, me dijo tendiéndome la vara —Pégale, de otra manera no entenderá—, y eso hice. Tomé la varilla que sostenía mi padre y le pegué unas cuantas veces, ahí fue cuando no supe cuándo detenerme. Nunca supe qué tanto pegarle por algo a un perro, así que hasta que no encontraba algo mejor que hacer continuaba con el castigo. Escuchaba sus chillidos, pero no me causaban nada, no me sentía ni feliz ni triste por hacer lo que hacía.

Cuando mi madre me llamó a comer dejé de golpearlo y, al girarme a verlo vi en sus brillosos ojos negros una expresión de tristeza y resentimiento, sin embargo no le tomé importancia alguna.

Al día siguiente mi perro volvió a hacerme enojar, e hice lo que mi padre me había enseñado. Esto hice cada vez que él se portaba mal, hasta que un día murió. No tardamos demasiado en conseguir un nuevo perro, ya que queríamos algún animal que vigilase en la noche. Con él hice exactamente lo mismo, fui un mal amo, pero después de un año comprendí lo que hacía y decidí no golpear más a los animales.

Pero no fue sino hasta un día de lluvia que comprendí lo equivocado que estaba al golpear a mis antiguos perros. Terry, mi perro actual, ladró a mitad de la noche, por lo que fui a ver armado con una escoba e iluminando mi camino con una lámpara. Temía que fuera un ladrón, sin embargo al revisar no encontré nada ni a nadie, y a pesar de esto Terry no paraba de ladrar con desesperación, por lo que le grité que se callara. En ese momento vi la sombra de un perro bastante grande, lo seguí hasta la calle y, al iluminar la luna su figura, noté que fue la primer mascota que tuve. Me miró fijamente, ladró un poco con enojo mostrando sus afilados y sangrientos dientes, y luego se marchó como diciendo volveré.

Las siguientes noches fueron de visitas de mis antiguas mascotas muertas, quise decirlo a mis padres pero no me creyeron, y aunque me trataron de calmar diciendo que si era cierto no me preocupase ya que si querían hacerme daño, ya lo habrían hecho, no logré quedar del todo tranquilo.

Una noche decidí, sin embargo, no salir y simplemente observar por la ventana, y lo que vi simplemente me aterrorizó. Esta vez en la calle lo que había era un gigantezco perro mirando fijamente en mi dirección. Abrió su asquerosa boca y noté que entre sus dientes tenía a mi perro, Terry. La imagen que veía desde mi ventana era espeluznante, definitivamente, pero fue peor cuando comenzó a acercarse y me preguntó —¿Amo, por qué no saliste a verme? Me golpeaste tantas veces que ni siquiera sales a verme un rato— Caminó otro tanto en mi dirección, observándome con resentimiento —Bueno, si no quieres verme, nadie te verá a ti nunca más—. Me quedé inmovil mientras veía cómo de un salto llegaba a mi ventana, en la segunda planta, y se abalanzaba sobre mí. Pido ayuda desesperadamente pero nadie viene. Solo puedo ver a terry formando parte de este monstruoso animal, quien me dijo —Hiciste algo que no me gustó, ¡ahora es mi turno de enseñarte una lección!

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