La mayoría de la gente cree que la luz es un regalo de los ángeles, las varitas de los serafines, un obsequio del héroe que se precipitó desde el cielo, la esperanza ante la desesperación de cuando fueron atrapados en profundos túneles negros donde la oscuridad no permitía ver absolutamente nada.
La luz le dio al hombre la habilidad para salir de las tinieblas. De encontrar el mejor camino que podían ahora ver. Sin embargo, el origen de la luz es oscuro, mucho más que la oscuridad de aquellos túneles.
Y déjame decirte algo que ya sabes: el hombre siempre le ha tenido miedo a lo desconocido, ese miedo que se arrastra hacia ti. Lo sientes, pero no puedes identificarlo, pues no lo conoces. Se siente como un escalofrío en tu espalda cuando posas tus ojos en las sombras. Es algo que te tomará por sorpresa y no puedes soportarlo.
No puedes imaginarlo, pero lo sabes, sabes que viene a por ti, dispuesto a exterminarte. El horror te consume. Pero no es el el horror a la muerte, sino de no saber qué te matará. Necesitas saberlo. O eso crees.
La luz entra aquí como el arma de un demonio, para brillar directa y fugazmente sobre tu perseguidor. Así que pudiste por un instante examinar su rostro horrible y familiar al mismo tiempo. Ahora sabes que es tu propia sangre quien será tu asesino. Hubiese sido mucho mejor morir sin saberlo. El no saber tiene la mayor de las ventajas: la tranquilidad.
Nadie sabe lo que es la luz es en realidad. Es una partícula y una onda. Es una constante universal que no está presente nunca cuando realmente se le necesita. Eso la hace más misteriosa. Está solo allí, haciéndote pensar que sirve para iluminar tu hogar y darte calor durante tiempos de frío. Pero lo que realmente es nadie lo creería: un mensajero del diablo, capaz de revelar tu propia muerte, bajo el disfraz de conforte y seguridad y en tus últimos suspiros quedarás condenado en la desesperanza de saberlo todo.
Quienes la usan quedan dependientes de ella y siempre quieren tenerla a su lado. No sospechan que al usarla, cada quien lo hace bajo su propio riesgo. El diablo puede estar revelándote tu último momento, tal y como lo hizo con Eva.