El único propósito de este escrito es dejar constancia de la experiencia que creo haber vivido, digo “creo” porque todos los especialistas que he visitado en estos años atribuyen mi experiencia a los constantes delirios después de la guerra. Pero yo sé que aquello fue muy real, no estaba delirando, soñando o fantaseando cuando sucedió de eso puedo dar fe.
Sucedió tras las celebraciones de diciembre, no había bebido aquella noche porque me tocaba conducir, pero cuando me recosté en la cama pude sentir aquel sonido proveniente del suelo. Al principio creí que era mi perro debajo de la cama, pero luego pude notarlo caminar por el pasillo, el sonido era similar a cuando un animal golpea con su cuerpo las patas de madera de algún mueble.
Traté de conciliar el sueño, pero luego comenzó a llegar hasta mis oídos siseos constantes, ¡Una serpiente!, pensé saltando de la cama con temor a ser mordido buscando rápidamente una escoba en el pasillo. Cuando encendí la luz de mi habitación me percaté de que no había nada, mi perro tampoco veía nada e incluso me miraba con curiosidad como si acabase de despertarme de alguna pesadilla.
Lógicamente lo atribuí a esa razón la primera noche, pero con el correr de los días los episodios siguieron repitiéndose. Despertaba a mitad de la noche, con el sudor frio recorriéndome, solo podía recordar unos inmensos ojos brillantes que se acercaban hasta mi cuarto. En esa oscuridad podía percibir los siseos aumentar, algunos parecían provenir de las paredes, otros desde el suelo. Cuando encendía las luces todo se extinguía, pero mis pesadillas seguían en aumento.
Llegue al punto de dormir con las luces encendidas, temeroso de mi propia sombra, pero esto solo produjo que mis sueños fuesen más vividos y pudiera recordarlos. Me arrepiento de aquella idea hasta el día de hoy, al cerrar los ojos vuelvo a sentir a aquellas criaturas envolviendo con sus escamosos cuerpos mi piel y esos horribles ojos observando, al principio como un depredador, pero luego con deleite mientras más y más serpientes me asfixiaban.
Una de esas tantas noches, desperté como de costumbre frio y con el sudor recorriendo mi rostro. Sentía mi cuerpo débil y el sueño amenazaba con retenerme en sus garras, me esforcé por caminar mientras los siseos se acumulaban detrás de mí, acechando, los pasos pesados hasta la puerta solo aumentaban mi agonía y mi perro no aparecía para salvarme. Me desplomé en la entrada de mi habitación, mi mascota se encargó de despertarme a la mañana con su lengua. La sentí tan caliente que casi creí estarme quemando, pero la realidad era que mi cuerpo parecía un bloque de hielo.
Miré mis manos, un lodo negruzco se escurría por mis dedos, lodo que nunca había visto y que en mi casa era sin dudas inusual. No había barro cerca, la construcción era moderna y de cemento pulido y ni siquiera tenía un patio. Contraté a varios exterminadores para que buscaran rastros de las alimañas, pero ninguno encontró algo concluyente, de hecho, afirmaban que mi casa estaba tan limpia que ni siquiera las cucarachas deseaban habitarla.
Pero mi inseguridad crecía, no pude entrar a mi habitación por varios días, seguía asqueado por la sensación del lodo y los siseos alcanzaban un punto en el cual conciliar el sueño era imposible incluso cerrando la puerta y yendo a dormir a la habitación más remota del lugar. Mis vecinos me tomaron por loco, comenzaron a cuestionar mi aspecto y conjeturaban que me había volcado a las drogas cuando yo soy un habitante ejemplar de la comunidad.
Las calumnias a mi nombre no cesaban, tampoco los siseos o los sonidos en mi casa que ahora me perseguían incluso por las mañanas. Mi perro también comenzó a sentirlos y alterarse, ladraba sin razón contra mi cama y raspaba el piso, desde el cual comenzaba a emerger un lodo desagradable que me daba nauseas el limpiar.
Me convencí de que alguien debía pagar por mi salud mental, envié fotos al dueño del piso que simplemente disfrazó todo como una falla de la construcción y tras reemplazar parte del suelo con uno de cemento desapareció para nunca más responder mis constantes quejas.
Entonces llegó aquel fatídico día, el primero de enero, yo había salido a dar una vuelta con mi perro por el parque. El cielo estaba despejado por lo cual era un día hermoso y al correr con mi fiel compañero, el único que no me trataba como un loco me hizo olvidar por un momento de los siseos constantes de la noche anterior. Decidí mirar el cielo azul, y fue cuando mis ojos se cruzaron con el horror.
Al principio pude divisar una silueta negra que reptaba entre las nubes a la distancia, como si no perteneciera al cielo y a la vez quisiera romperlo para ingresar. Lo seguí con la mirada, mientras su figura se hacía más grande, lo que empezó como una pequeña silueta se comenzó a engrosar hasta que mis ojos no eran capaces de ver a aquel ser por completo. Me alejé lentamente mientras mi perro le ladraba a aquella figura de proporciones gigantes y escamas arrugadas.
Creo que enloquecí de solo ver el tamaño de esa monstruosidad, todavía recuerdo huir despavorido del parque mientras esos enormes ojos azules me perseguían, sintiendo el siseo de las serpientes taladrar mi cabeza y a mi perro luchando contra esas serpientes. No quiero recordar en detalle lo que vi, pero mi reciente psicólogo recomendó que lo haga, dice que eso ayudará a quitar el trauma.
Era una colosal bestia con cuerpo de serpiente que reptaba por los cielos como si las nubes fueran simples almohadas para su cuerpo lleno de bulbos y tumores los cuales parecían a punto de estallar y bañarme en fluidos asquerosos que no me atrevo a pensar. Su rostro era casi humano, hago énfasis en que esa cosa no era para nada un ser de este mundo, pero sus facciones eran delicadas como esas esculturas griegas que tanto exhiben en los museos. No sé si era su verdadero rostro, o algún tipo de máscara que utilizó para que el solo hecho de ver su rostro me privara de mis funciones básicas. Aún recuerdo como de su boca brotaban infinidad de serpientes, no tenía lengua, tampoco una nariz visible, pero recuerdo como un sistema parecido a las branquias de un pez palpitaban asquerosamente en su frente.
Aún lo veo en las noches, siento que en cualquier momento aparecerá para llevarme, mi mascota no sobrevivió al ver tal aberrante ser y todos los veterinarios me acusan de haberlo torturado de alguna forma. Ya no soporto esta espera, puedo sentirlo esperando por mí en el cielo nocturno, creo que saldré a dar un paseo y reencontrarme con mi fiel amigo, corre una brisa hermosa fuera…