Wiki Creepypasta
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El cielo ennegrece, las nubes gruesas de agua cubren cualquier azul que quiera asomar. Solo miro desde mi escondite como todo se torna oscuridad, me gusta y sonrío por tal motivo. Espero un poco a que todo termine por volverse gris… Entonces salto. Doscientos cincuenta metros me separan del piso y nadie se ha dado cuenta que he caído de pie como un gato, pero con más elegancia.

Mis pasos se pierden entre tanta gente, ¿Quién puede notar la diferencia entre un cuerpo caliente y uno frío? Parece que ellos no.

Las gotas comienzan a caer, pequeñas y castigantes para aquellos que no les gusta. Me detengo un segundo, mis ojos oscurecidos por las sombras voltean hacia arriba, se escucha un trueno y los pasos se apresuran por todos lados. 

Y entre tanta muchedumbre le miro, coqueta como siempre; ofreciendo sus encantos ha aquellos que los quieran aceptar. Me acerco con cautela mirándole de en hito en hito… Deslizando mi vista entre sus curvas con grato placer. O más bien morboso placer, se que no hace demasiado ella era un él, y me divierte ver como muchos no notan la diferencia. 

No es la primera vez que le observo pero no pensé encontrarla bajo la lluvia, las gotas hacen que su atuendo se pegue aun más de lo que es, su maquillaje aprueba de agua se mantiene sobre su rostro, mientras sus cabellos de rojo vivo se oscurecen por el agua que atrapan. 

Me encanta verle… Y deleitarme con sus pensamientos, tan sádicos como yo.

Ella vende su cuerpo pero a la vez regala la muerte, lo sabe y lo disfruta, en eso se parece a mí solo que la que ella esparce es lenta y dolorosa… La que yo ofrezco es rápida pero no menos indolora. 

Me mira, sus ojos azules tan muertos como su alma me devoran, y pide dentro de su pensamiento que sea su cliente solo por una noche. No necesita más ni yo tampoco. Pero no pienso darle ese placer de morir tan rápido, me gusta ver su sufrimiento. Así que niego lentamente y “no” le digo con la mirada, ella sonríe pensando en que ya habrá alguna otra oportunidad de fingir orgasmos a mi lado. Yo le correspondo la sonrisa, no queriendo desilusionarle. 

Veo al incauto de la noche, se le acerca un poco tembloroso no por el frio que hace ni por lo mojado que está sino porque esa noche dejará de ser la burla de sus amigos. Lo está evaluando, sin leer la mente del chico se da cuenta que será su primera vez, sin pudor alguno le da un beso depredador. Después susurra palabras para él… 

Le dice que no. 

Le ha rechazado. Vaya ¿Así que todavía tiene corazón? Una diferencia más entre ella y yo. 

El mío hace mucho que ha dejado de latir. Y no me interesa arrebatar la vida de un mozalbete como ese. 

Él se desilusiona, tanto tiempo que tardo en reunir el dinero para poderla sentir y ella no acepta. No sabe que suerte tiene. 

Se retira cabizbajo… Llevando en su pensamiento la idea de ir algún burdel moderno para no desperdiciar lo ganado aunque no sea con la que él quería. 

Ella permanece en su esquina, recargada sobre la pared de una edificación antigua, sigue aguardando a que la presa perfecta llegue. Yo me deslizo entre la muchedumbre hasta un rincón donde le pueda ver y no ser visto por sus bellos ojos. 

Las gotas todavía son llovizna, nada que ella no pueda soportar; sabe que bajo el agua se ve más sexy y lo utiliza a su favor. Ahora sí, un galán se acerca… Es de esos que se creen que deben de besar el suelo por donde pasan o eso me dice su expresión… El incauto perfecto, lo sé al ver su sonrisa de depredador “Amor, aquí tu eres la presa” - piensa ella. Estoy de acuerdo. Se cuelga sutilmente de su brazo y se van hacia el auto estacionado a unos cien metros.

Ahí va mi encanto, contoneando sus caderas, causando envidias y celos por donde pasa. Sonrisa triunfadora en sus labios, esta es una de esas noches que realmente piensa disfrutar… Yo también.

Mis pasos, después de horas, me llevan a “La cueva de Narciso” un lugar de moda en la ciudad donde jóvenes entrados en los veintes van a disfrutar… Mis presas favoritas. Me encanta su supuesta madurez y su estúpida forma de pensar, creen que tienen el mundo en sus manos y como cual pastel están ansiosos por devorarlo sin dejar migajas.

Esta noche estoy contento, una extraña alegría me invade así que me dejo guiar por la música y entre sus notas me enredo. Mis piernas y brazos se mueven al ritmo que escucho. Solo dejo que la magia fluya… Mis manos recorren mi cuerpo de una forma seductora, una invitación para nada sutil que ya ha sido captada. Unas manos juguetonas se unen a las mías; medianas, suaves, tersas que se quieren esconder entre los pliegues de mi camisa. Tocan mi piel y se estremecen por lo fría de ésta pero aun así no se retiran siguen explorando debajo de la tela. Un casto beso es depositado en mi espalda… pidiendo algo más que esto.

Me volteo sin escaparme del abrazo, bajo un poco la mirada para toparme con almendrados ojos. Grandes, llamativos, cautivadores, soñadores, ebrios ojos castaños. El olor a alcohol huye de sus poros, su mirar se ve algo turbia, seguramente lo combino con algo más; algo frecuente y nada extraño en lugares como este donde la “sana diversión” no existe.

Se pega más a mí y mueve sus caderas de tal forma que busca animarme con ello… Le sonrío. Me agacho y le beso… al ambiente se torna ardiente, sus hormonas exigen más. 

Seguimos moviéndonos con la música, extiendo el juego lo más que se pueda... hasta que, ella harta de mis sutiles retrocesos me toma de la mano y me jala hasta el cuarto oscuro. Dejo que lo haga, es más divertido cuando piensan que tienen el control de la situación.

El aroma a sexo golpea mi olfato, miro a las distintas parejas copulando en cualquier lugar confiados en que la oscuridad los cubre. Sonrío para mis adentros mientras ella tropieza con algunos cuerpos que se revuelcan en el piso.

Al fin llegamos a un lugar que parece ser de su agrado, al lado nuestro ya hay una pareja entregada al placer.

Sus brazos se enredan en mi cuello jugueteando con mis cabellos obligando a agacharme en un demandante beso… las caricias proliferan. 

La pareja a nuestro lado se ha ido. No pasa mucho en que otra toma ese lugar… nosotros ya estamos terminando con lo nuestro, ella parece satisfecha pero falto yo. Mi lengua se desliza por su cuello, ella suelta un sutil suspiro. Mis colmillos se encajan en su piel causando que se estremezca entre mis brazos forcejeando para que la suelte… sus quejidos se confunden con placenteros, su voz atorada en la garganta sin poder pedir ayuda. De apoco sus fuerzas la dejan mientras continuo alimentándome. Al final, su cuerpo está completamente laxo entre mis manos. Lo suelto y este se desliza, sin gracia alguna, hasta el piso. 

Le miro sin emoción alguna. Mi apetito no ha sido saciado en su totalidad… la pareja de al lado no se ha dado cuenta de nada. Me uno a ellos besando a la chica, la cual no protesta sino al contrario corresponde el beso con ansias…

El chico sigue con un vaivén en las caderas mientras yo me apropio de su cuello, ella recibe gustosa… no por mucho tiempo, cuando termino dejo que él continúe disfrutando de un cuerpo sin vida. 

Cuando salgo del antro la lluvia ya está en su apogeo… Ésta cae sobre mí eliminando el nauseabundo aroma del que se había impregnado mi ropa… Las gotas me limpian el rostro del sudor ajeno y de mis labios se llevan los rastros de sangre que había.

Nunca he sido muy pulcro a la hora de comer por tal motivo gozo de la lluvia… Porque ella suavemente retira de mi toda señal que pueda revelar el peligroso ser que realmente soy, ese que esconde detrás de mis ojos verdes.

Me alejo del lugar, mis pasos se ahogan entre el imparable caer del agua… mientras, satisfecho, me abrigo entre las frescas capas de la lluvia; mi contento se ha extinguido igual que la magia que me envolvía esta noche, es hora de volver a casa. 

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