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Los zombis no fueron lo peor del "apocalipsis zombi". Lo peor fue que estos eran lentos. Un niño podía gatear más rápido de lo que estos zombis podían caminar.

En realidad, la peor parte fueron todos los locos que creían que era el fin de los tiempos. Iban por ahí matando a cualquiera que pensaran que estaba infectado, incluyendo a toneladas de personas que no lo estaban.

Así murió mi padre. Tuvo un derrame cerebral. Se encontraba afuera en nuestra entrada cuando aquello tuvo lugar y apenas podía moverse. La patrulla zombi lo vio y le disparó. No tuvieron ningún reparo al hacerlo. Si hubieran llamado a una puta ambulancia, mi padre aún estaría vivo.

Mi madre fue quien recibió peor la noticia. Tuvo que llegar a casa para encontrárselo tirado de esa forma en nuestra entrada. Después de aquello, estuvo prácticamente catatónica durante muchas semanas.

Una noche, un zombi se estampó contra la puerta principal de nuestra hogar y ella ni siquiera pensó en reaccionar. Cuando oí los gritos ya era demasiado tarde. Logré acabar con aquel engendro, pero a ella ya la habían mordido.

Sé que fue puede parecer estúpido, pero acababa de perder a mi padre y no quería perder a mi madre también, el único apoyo que me quedaba en este mundo sumido en la más profunda miseria. Tomé la decisión de mantenerla encerrada en nuestro sótano.

Durante varias semanas, miraba las noticias rezando para que el gobierno encontrara una cura.

Pasaron los meses. Casi todos los zombis del país habían sido erradicados. A pesar de que nuevas oleadas surgían repentinamente, todas terminaban siendo exterminadas. La situación continuó así durante meses.

Entonces mis plegarias fueron escuchadas. ¡El gobierno emitió un mensaje por televisión diciendo que había una cura! Habían instalado un hospital para poder administrarla.

Controlar a mi madre fue fácil. La até en el interior del coche y pusimos rumbo al centro hospitalario.

Una vez en el hospital, los soldados me ayudaron a llevar a mi madre a una sala de reconocimiento. Yo quería entrar con ella, ser lo primero que viera cuando volviera a la vida, pero un médico me detuvo y me ordenó que me quedase sentado fuera de aquella sala.

— La razón por la que siguen produciéndose estas oleadas es porque la gente decide esconder a sus familiares, esperando a que haya una cura. Sin embargo, ellos también terminarán enfermándose y permitirán que la infección se propague aún más. Lamento no haberle dicho la verdad, pero no existe ninguna cura.

Dos disparos sonaron desde el interior de la sala de reconocimiento.

— La única forma de acabar con esta pandemia es matar a todos los infectados. Lo lamento mucho. Su madre murió hace mucho tiempo. Simplemente hemos acabado con el cascarón vacío que quedó tras su ida.

La rabia bullía dentro de mí de una forma como nunca lo había hecho antes.

— Por favor, déjame despedirme de ella.

— Hijo, se ha ido.

— ¡Me mentiste para traerla aquí! ¡Mataste a lo que una vez fue mi madre! Solo... déjame despedirme de su cuerpo... Por favor.

El médico asintió suavemente y un soldado me abrió la puerta. Entré sin mirar atrás.

Ahora volvía a estar solo con mi madre.

Ya no lo aguantaba más, ya no quería seguir formando parte de los vivos. Todos eran mentirosos y unos asesinos sin escrúpulos. Manché uno de mis dedos con la sangre que todavía brotaba del cuerpo de mi difunta madre y me lo froté por las encías.

Necesitaba morder a aquel médico gilipollas rápidamente, antes de que tanto mi capacidad mental como agilidad física comenzase a atrofiarse.

Sin embargo, algo era diferente. Parece ser que la infección había mutado. Ahora me sentía cada vez más fuerte y rápido.

Lo último que recuerdo es esprintar a toda velocidad y hacer pedazos el cuello de aquel médico embustero.