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Moloch

Moloch o Moloch Baal fue un dios de origen canaanita que fue adorado por los fenicios, cartagineses y sirios. Era considerado el símbolo del fuego purificante. Griegos y romanos lo identificaban con Cronos y Saturno, respectivamente.

Moloch es uno de los demonios más enigmáticos de los mitos bíblicos. En el libro del Génesis se habla de los amonitas, pueblo que adoró al siniestro Moloch. En Reyes se profundiza sobre este vínculo, atribuyéndole a Moloch el patronazgo de un culto siniestro que devoraba niños.

Esta visión sería la que prevalecería en casi todos los grimorios y libros prohibidos de la Edad Media. Posteriormente se relacionó a Moloch con los pueblos fenicios y cananeos, bajo los nombres de Malec, Molec y Milcom.

En hebreo se lo pronunciaba Molech (en letra: מלך, mlk), evitando de este modo llamarlo por su verdadero nombre: Melek; oscura figura mítica relacionada con Melek Taus: el dios-demonio.

La antropología cultural contemporánea identifica a Moloch con antiguos ritos de fertilidad, propios de pueblos donde era costumbre sacrificar al primogénito para asegurarse la benevolencia de los dioses en la continuidad de las cosechas.

La supervivencia de esta concepción ancestral del pago o el sacrificio de algo muy amado a la divinidad, como prueba de que ningún afecto o lazo humano está por encima de ella (todo aquello a lo que renunciamos en pos de la felicidad material, descuidando aspectos espirituales, amorosos o familiares), reaparece más o menos encubierta en las tres religiones mosaicas y en la mayor parte de las cosmogonías paganas. 

Teniendo en cuenta semejante apetito, no es raro que el poeta John Milton, en El Paraíso perdido (Los Paradise), coloque a Moloch como el príncipe del País de las Lágrimas. Trabaja en estrecha colaboración con Belial, el cual instiga en el hombre la avidez por esos bienes, y es Moloch quien susurra por lo bajo que es posible obtener esos tan ansiados sacos de oro si renunciamos a lo que en verdad amamos. El trabajo digno de un demonio.

Para los fanáticos de J.R.R. Tolkien y sus historias de la Tierra Media, hay que decir que Moloch fue una de las inspiraciones para la creación de Melkor, el primer Señor Oscuro.

Generalmente Moloch es representado como una figura humana con cabeza de carnero o becerro, sentado en un trono y con una corona u otro distintivo de realeza, como un báculo.

Los sacrificios preferidos por Moloch eran los niños, especialmente los bebés, por ser los seres más impregnados de materia.

En los templos en los que se rendía culto a Moloch se encontraba una enorme estatua de bronce del dios. Dicha estatua estaba hueca, y la figura de Moloch tenía la boca abierta y los brazos extendidos, con las manos juntas y las palmas hacia arriba, dispuesto a recibir el holocausto. Dentro de la estatua se encendía un fuego que se alimentaba continuamente durante el holocausto. En ocasiones los brazos estaban articulados, de manera que los niños que servían de sacrificio se depositaban en las manos de la estatua, que por medio de unas cadenas se levantaban hasta la boca, introduciendo a la víctima dentro del vientre incandescente del dios.

El culto a Moloch se extendió junto con la influencia de los Fenicios en el Mediterráneo, llegando incluso a las costas de los Etruscos y la península Itálica. Cartago lo tenía como dios supremo y protector de la ciudad.1 Durante mucho tiempo convivió con las demás religiones, e incluso puede que sea la figura del "becerro de oro" de la que se habla en la Biblia cuando Moisés baja con las Tablas de La Ley.

Como muchas otras deidades que aparecen en la Biblia, Moloch encontró un lugar en la demonología medieval europea. En ella aparecía como un demonio que encontraba placer en provocar el llanto de las madres a las que robaba sus hijos. Según las tradiciones demonológicas, su fuerza era especialmente poderosa en el mes de diciembre.

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