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Mario y Ernesto eran los vecinos compañeros de escuela que no se separaban en ningún momento. Su amistad viene desde la infancia cuando jugaban en las plazas cerca de sus casas; cursaron juntos el jardín de niños y la primaria. El papá de Mario trabajaba en una empresa automotriz, y debido a su desempeño iba a ser ascendido.

Ernesto solo tenía una hermana, y entre divorcios y las casi nulas visitas de su padre, su familia estaba casi destruida; así que Mario era su única distracción. Cuando estaban en la secundaria todo cambio, el trabajo del padre de Mario iba a modificar esa amistad inseparable, iban a atentar contra esa unión, su papá había sido ascendido y trasladado a otra ciudad.

Fue entonces que entre ideas y juegos estos amigos de apenas 13 años, comenzaron a idear un plan para evitar ser separados.

Apenas eran las 7 de la tarde, Ernesto llega con una mochila a casa de Mario como casi todos los días. Mario baja a buscar unas cosas de la caja de herramienta, se prepara un vaso de leche, les habla a sus padres desde la cocina y sube a su cuarto. Todo iba según el plan, entonces Ernesto se despidió de ellos y se retiró a su casa.

Todo era normal, a las 9 con 20 minutos de la noche se va la luz, la mamá de Mario corre a buscar una vela, todo era casi oscuridad. Los papás del joven se sientan en la sala y le hablan para que baje y que no esté solo. Se escucha la voz de Mario que dice -ya voy!!- seguido de eso unos pasos muy pesados bajando las escaleras. Solo se ve una silueta acercarse, y cuando acerca la vela era Mario con una sonrisa, como si acabara de hacer algo… -No me voy a ir mamá- les dice al margen de la veladora antes que esta se apague por una pequeña corriente de viento, su madre busca inmediatamente como encenderla… Mario se perdió en la oscuridad.

Pensando que su hijo jugaba decidieron no prestarle atención a lo sucedido. Una hora después regresa la luz, la cena estaba preparada y ante la insistencia de su madre, y la molestia de su padre, Mario no atendía el llamado a cenar.

De pronto, tocan a la puerta muy aceleradamente.

–¡Señora, señora ayúdeme! ¡Mi hermano está colgado y lleno de sangre!- Es la hermana de Ernesto. -¿Pero cómo que colgado?, ¿Quién lo colgó?- Pregunta la madre de Mario

Al ver la cara de miedo de la niña, no mayor a los 15, le habla a su esposo y van a la casa de enseguida, ahí donde vivía Ernesto. Cuando entran ven una escena que jamás se borrará de su mente, el joven colgado con un alambre sobre el cuello, sangre por todos lados, los pies en una tina con agua y amarrado sobre sus tobillos un cable conectado a la luz eléctrica. Si la muerte por asfixia no era suficiente, electrocutado era aún peor. Pero la sangre no coincidía con lo sucedido. Adentro de la bolsa de su camisa había una nota.

“Mamá, tenía que asegurarme que Ernesto cumpliera su palabra, siempre tuvo miedo de hacer esto, pero yo no quería irme de aquí. Si encontraste primero a Ernesto debes entender que yo ya estaba muerto cuando él llevó la mochila a la casa… en ella está un regalo para Ustedes”

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La señora corre a su casa esperando ver lo peor, pero Mario no estaba… Busca la mochila por toda la casa… la encuentra a un costado de las esclareas y la abre…

Era la cabeza de su hijo. La madre gritó tan cruelmente que los vecinos comenzaron a llegar…

El cuerpo estaba al fondo del patio de la casa de Ernesto y esa era la forma en que Mario quería morir, aunque su última enmienda fue que Ernesto llevara la mochila a su casa, que no dijera nada, y que no hiciera ninguna expresión cuando lo viera nuevamente. Según los forenses el cuerpo de Mario tenía más de 5 horas de ser asesinado cuando encontraron la cabeza… Entonces quien fue el que bajo a despedirse de sus papás?

La hermana de Ernesto comenta que momentos antes que se fuera la luz, escuchaba a su hermano discutir con alguien en su cuarto, parecía enojado y temeroso a la vez… Después de el apagón no volvió a escuchar nada.

La señora jamás se recupero de ese día, se trasladaron a otra ciudad y jamás regresaron. La madre de Ernesto murió tiempo después y su hermana entregada a su padre; hoy, quienes han vivido en esas dos casas se quejaron de no poder dormir por los juegos de dos niños, carcajadas, gritos y demás son parte de la amenaza –no me voy a ir.

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