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La tormenta había tomado suyo el día, que temblaba de maneras vertiginosas entre un apagado cielo gris, casi inexistente, y los grandes relámpagos que lo acompañaban. Las gotas de agua se mezclaban con la muy espesa neblina, que amenazaba con segarles la vista a ambos hombres, quienes se encontraban luchando contra la marea para no salir heridos de este gran limbo que atravesaban.

Julian y Patrick habían salido horas antes a aventurarse por el pequeño y simple pueblo, acompañados por un clima templado y tibio, y sin previo aviso, tiempo después, la furiosa tormenta los había sorprendido, y ahora ellos intentaban llegar de vuelta a la casa en donde alquilaban.

Pero el tiempo era sumamente hostil, y las calles se veían tornándose cada vez y progresivamente más, inundadas, pues en menos de lo que dura un parpadeo, ya el agua llegaba a la parte baja de las rodillas de los hombres, y después, ya llegando a sus estómagos.

El frío era intenso, y el dolor agudizaba cuando Julian y Patrick se comenzaron a tropezar entre puentes, alcantarillas, y más a su paso. Los pocos automóviles que habían salían levantados y arrastrados levemente por el agua, perros que vagaban eufóricos entre las olas ahogándose, y ambos compañeros, siendo invadidos por el terror que cada vez era más.

Es entonces cuando los dos ven a lo lejos, entre borrosa, una silueta que se acerca a ellos luchando también, así que ambos aceleran su paso entre las aguas para alcanzar la extendida mano del hombre misterioso a la lejanía. Poco después, ambos se reúnen con ese hombre que los vino a ayudar, quien se mantenía en muy buena forma a pesar de la tormenta.

Aquel hombre los guía en el camino, mientras Patrick y Julian lo ven, pero sin alcanzar a distinguir su rostro ni gran parte de su cuerpo, lo único que notan es la abrazadora e imponente chaqueta de cuero absolutamente negra que trae puesta, cuan larga y gruesa pueda ser.

-¿Cuál es tu nombre?- Pregunta Julian a su guía, pero no obtiene respuesta consecuente.

-¿Quién eres?- Le sigue Patrick, quien tras no devorarse una respuesta mira a su compañero y después siguen y siguen.

Pasan largos e infernales minutos cuando todos llegan a la entrada del bar del pueblo, el cual yace cerrado, todos suben a través del pórtico y golpean las puertas desesperados, y cuanto la idea de no ser socorridos pasma, son sorprendidos por el rechinar violento de las bisagras que dejan asomar una mano que los hala hacía dentro.

Cuando logran recobrar aliento y calor, cuentan sus horribles anécdotas, de cómo la inundación casi se los lleva, a la par de agradecerle histéricos al hombre misterioso que los ayudó a llegar, el cual; ha desaparecido de un momento para otro. Cuando Julian y Patrick aseguran que aquel hombre debe estar afuera, todas las personas allí resguardadas dicen que nunca vieron a un tercer hombre con ellos, lo cual era imposible, pues los dos amigos notaron como el guía se ponía enfrente de ellos justo antes que la puerta se abriese, siendo el primero en entrar.

Esto solo desconcertó a todos los presentes, quienes testificaron a pies juntillas que ellos llegaron completamente solos.

Tras horas y horas en las que todo se fue calmando, es que ambos amigos fueron interceptados por el barman, quien los llevó a un rincón para que se acoplasen en una charla. El barman les dijo que ha habido numerosas tormentas como esa en el pueblo, que han arrasado con todo lo que haya en su paso a través de las inundaciones, y que seguirán llegando.

Y con respecto al tercer hombre, ese es “El caminante desafortunado”, explica el barman, en todas las tormentas que han azotado al pueblo, siempre hay al menos una persona que asegura haberlo visto, siendo guiada y salvada.

Pero que no se dejen bañar por la carismática y soberana actitud del hombre misterioso, pues en ciertas ocasiones, puede ser bastante agresivo, y cuentan, que, si intentas saber quién es este y lo miras a la cara, te darás cuenta que no posee rostro, y solo se vislumbran dos puntos blancuzcos como ojos, los cuales te arrastran hasta lo profundo del agua, haciéndote ahogar de una manera horrorosa mientras aquel te ahorca y te desgarra, intentando meterte al suelo, para que vagues con él por el resto de la eternidad.

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