No tengo nombre y no tengo cara, pero te he hecho sonreír desde que naciste y lo sigo haciendo, contigo y con todos los del mundo sin importar nada. Soy el ángel de los sueños, para mi no existen barreras al momento de llevar alegría al mundo. Al menos eso creo. Mi piel es pálida y mi pelo se cae. A mi cuerpo lo destruyeron, esos demonios me despedazaron, pero no por eso dejé de reír. Siempre hay que ver al cielo y pensar en lo mejor.

Mi carne es arena con la cual puedo tocar tu frente y hacerte soñar las cosas más maravillosas, ¿y sabes qué es lo mejor de esto? Que los sueños que creo con mi arena son tan realistas que los niños creen que de verdad los están viviendo. Ese es mi terreno, los sueños, por eso me han llamado "Hombre de Arena". Me gusta que los niños sueñen con mundos de fantasía y que sonrían mientras descansan; eso me hace feliz. Llevo alegría y tranquilidad a aquellos que viven en las guerras, ya que, cuando duermen, pueden viajar a mundos donde la guerra nunca tocó y eso les da un momento de felicidad, la cual tomo para hacer que mi corazón siga latiendo a pesar del paso del tiempo.
Mi apariencia es aterradora para algunos, pues mi piel está muerta, pálida como la luna y con mis huesos saliendo a través de mi carne. Soy un zombi; mi mandíbula es sólo hueso, así que mis dientes siempre están a la vista, como si estuviera sonriendo siempre; mis ojos son negros y con ellos hipnotizo a quienes me ven para que me olviden si es que me cazan al despertar antes de tiempo. Mi apariencia es la de un monstruo, pero ningún niño que me ha visto ha gritado, al contrario, me han abrazado de la felicidad. Soy aterrador porque es la única forma de espantar a las mismísimas pesadillas, pues corren cuando me ven llegar al sueño de un niño. Si caminara por las calles, nadie gritaría o siquiera me notarían, ya que yo soy un ser que únicamente puede traer regocijo a pesar de mi apariencia poco agradable. Mi corazón es blanco y negro debido a que al mundo ya le di mi color. Nunca saques conclusiones sobre alguien por su apariencia, yo soy la mayor prueba, ya que a pesar de mi cadavérico físico, no soy malo, sólo quiero hacer amigos y hacerlos felices al darles sueños y esperanzas realistas y hermosas.

Tengo tantas anécdotas que si las contase todas, podría desvelar a alguien durante un año entero sin pausas entre las historias. Recuerdo bien cuando aparecí por primera vez en este planeta.
El primer día en el que desperté sobre la fría tierra húmeda logré sentir que mi corazón no palpitaba más. Me asusté, pues creí que era un fantasma, ya que mi piel no era cálida, no necesitaba respirar para vivir y mi corazón no se movía más; tardé un poco en darme cuenta de que en realidad no era un fantasma, sólo que no sabía porqué parecía no estar con vida. Me dirigí a un lago cercano que siempre conocí y miré mi reflejo. Era un monstruo. Quedé aterrado al ver que me arrancaron los ojos, pero que igual podía ver, y que me habían mutilado el rostro, arrancándome la piel de por debajo de mi nariz, dejando ver mi mandíbula y blancos dientes. Todo esto me pasó por un accidente que no quiero recordar ahora y que no relataré... Lo siento.
No podía creerlo, intenté llorar, pero no era capaz, ya que no tenía ojos. Irrumpí en mi casa y saqué ropa para tapar mi rostro y cuerpo. Caminé por la ciudad mientras ocultaba mi apariencia, pues me daba vergüenza. Así estuve durante días. Ni siquiera quería volver a mi casa, no podía dejar que nadie me viera, por eso me volví un indigente, destinado a barrer los botes de basura para vivir.
Con el tiempo me hice amigo de otros sin hogar que recorrían las calles, pero no les mostraba mi rostro, pues tapaba mi boca con una bufanda, y mis ojos con unos lentes negros, y les decía que estaba deformado por un accidente que tuve, cosa que en realidad no era mentira. Entre muchas de esas personas se encontraba una familia conformada por una madre, un padre y su hija, quienes vivían bajo un puente, y que en ocasiones daban vueltas por el campus de una universidad cercana. En ocasiones me los encontraba y pasábamos tardes hablando o consiguiendo cosas para sustentarnos.
Mientras los días pasaban lento en la ciudad llena de personas, algunas malas y otras buenas, fue una noche la que marcó mi existencia y que me dejó ver quién era yo ahora.
Una noche decidí quedarme a dormir con ellos debajo de un puente. Eran las 11 de la noche cuando ellos se durmieron. Sólo pudieron cenar pan y té que les conseguí en un bar más temprano. Yo no dormí, ya que no necesitaba hacerlo para vivir, así como no necesitaba respirar. Yo creía que era un zombi. Piensa, ¿qué otra cosa podría estar vivo pero al mismo tiempo no? Era lo único lógico ante una cosa fantasiosa como esa... Pero entonces los observé a ellos. Me encontraba sentado sobre un escombro cuando vi de forma muy clara a dos hombres completamente negros acercándose a la hija de la pareja. En ese momento me aterré, pues me parecía que se la querían llevar, así que me levanté rápido y corrí para enfrentarme a esos hombres oscuros que solo querían hacer daño. Sin embargo, al instante desaparecieron. Me quedé helado y anonadado, ya que esos seres desaparecieron como si fuesen fantasmas, sin previo aviso. No lo podía creer, y caí al suelo de la sorpresa.
Empecé a temblar mientras intentaba encontrarle coherencia a este hecho. Le recé a Dios mientras cerraba los ojos, pues creía que eran demonios. No estaba alucinado, yo los había visto con mi propia mirada y eran como ver a otra persona. Fue entonces que, en aquella noche fría, escuché una pisada. Abrí los ojos y observé a esos hombres oscuros otra vez, intentando llevarse a la hija de la pareja. En ese instante me abalancé contra uno de ellos. Cuando lo agarré pude darme cuenta que en realidad era una sombra sin rasgos faciales ni ropa, un ser totalmente negro. Lo sostuve fuerte, pero a los segundos su piel y carne se empezaron a transformar en arena. Así es, su carne se volvió arena y cayó al suelo junto con su sangre y órganos, los cuales mancharon mi cuerpo de rojo. En el suelo había una pila de horror sobre la cual caí, quedando impregnado. La otra sombra que lo acompañaba desapareció al verlo morir.
Yo me quedé en el suelo, temblando y asustado, sin poder entender qué había pasado.
Los miembros de la familia se despertaron sin que me diera cuenta. Me vieron asustado en el suelo, y mientras aún no podía hallarle lógica a nada, noté que mi bufanda y anteojos se me habían caído al pelear contra aquel ser. Me tapé la cara, ya que no quería que me vieran, pero sabía que notarían la sangre que me cubría y las tripas que estaban en el suelo. Sin embargo, pese a lo lógico, no fue así. Me impactó que no hicieran ninguna pregunta sobre eso. Ellos parecían no notar las tripas o la arena, tampoco notaron la sangre, sólo me veían sin saber porqué estaba así. Me lo preguntaron, y yo les pregunté si veían la sangre que me cubría; entonces me respondieron con un no... Y lo que más me impactó: no se aterraron cuando vieron mi apariencia. Ellos no entendían nada, querían saber porqué me veía tan asustado, pero yo no era capaz de articular palabra. Entonces me paré y corrí lejos, dejando todo atrás. Mi cara quedó descubierta, pero ninguna persona con la que me topé aquella madrugada notaba que era un monstruo, y eso me dejaba desconcertado y más asustado. Creí que estaba loco.
Mientras corría empecé a escuchar voces, como susurros, y de un momento a otro, me di cuenta que en realidad estaba volando. Mi cuerpo se volvió arena y volé con la brisa hacia hacia el cielo, pasando sobre los edificios y terrenos. Ya no estaba asustado, pero sí confundido. Creí que había muerto y subido al cielo, pero entonces descendí y caí al lado de un curso de agua a unos metros de la carretera. La arena en la que me había convertido se juntó y volví a tener el cuerpo solido de antes.
Me arrodillé sobre las piedras del arroyo y noté que de mi piel caían piedritas de arena. Era un hombre de arena, al igual que ese ser vivo que había asesinado bajo aquel puente. Pero yo no tenía arena negra, era más bien, como la que cualquiera se encontraría en el suelo.
Escuché entonces una voz dentro de mi cabeza, la cual me dijo:
—Desde hoy nadie bueno te tendrá miedo, ya que yo les nublaré la visión para que no griten. Viajarás a través de la tierra y matarás con un toque a todas las pesadillas que intenten llevarse a los niños y a las personas buenas. Nadie malo que intente atacarte o atacar a quienes amas va a vivir si lo tocas. Eres un exterminador, ángel de los sueños.
Sentí esas palabras viniendo de la nada. Para mí no quedaban dudas de que me había vuelto loco. Entonces reí con lenidad, escéptico.
—¿Ángel de los sueños? —pregunté al aire— No sé, no sé... No sé qué soy. ¿Qué es esto? ¿Qué es esta arena sangrante?
Esa voz volvió. —Escogido quedaste sobre mis palabras. Aunque caigas, yo te levanto.
En ese instante sentí una brisa muy acogedora recorriendo mi cuerpo con suma liviandad. Mi cuerpo volvió a convertirse en arena y volé guiado por ese viento sagrado. Aterricé sobre la terraza de un edificio, me paré y vi las luces de la lejana ciudad que alguna vez me vio crecer y me vio convertido en esto. Mi corazón volvió a palpitar.
—Yo soy tu Dios, y en mi palabra harás las cosas. Un elegido sobre los mortales debía hacer el trabajo que hoy te encomiendo. Ángel de los sueños —dijo esa voz proveniente del mismísimo Creador.

Esas sombras eran pesadillas. Esos seres oscuros desaparecen al verme, aunque en ocasiones se quedan a pelear, pero con su sangre me bautizo. Así como ellos, también los monstruos humanos y demonios mueren si intentan enfrentarme. No los puedo matar de un toque como hago con las pesadillas, pero tampoco son un problema, ya que no puedo morir. A día de hoy mi piel está llena de heridas y lo huesos de mi espalda y pecho están expuestos, al igual que el interior de mi abdomen; también me faltan algunos órganos que me arrancaron mis enemigos al intentar matarme. Fueron los demonios quienes me dejaron estas heridas, pero no me importa, las llevo a todos lados para mostrar que soy un verdadero exterminador.
Hubo una noche en la que una niña, una de mis miles de amigas y amigos, me llamó "Sapane... " Me gustó, por eso me gusta que me digan así, pero me puedes decir como quieras, mis amigos pueden decirme como sea, y aunque no lo creas, tú también eres mi amigo, ya que te he hecho soñar cosas bellas sin que te dieras cuentas y he espantado a las pesadillas de tu cabeza con mi apariencia. Si sonríes al leer esto, ten en cuenta de que me haces sonreír también, pues soy el ángel de los sueños de las personas buenas. Sólo si has hecho cosas buenas puedes soñar sin miedo a nada, ya que estaré ahí para protegerte. Si de casualidad fuiste malo... es mejor que vayas arrepintiéndote. Las manos de las sombras quedarán cortadas si tratar de tocar algo bueno.
¿Quieres conocer mi historia? Sólo sueña. Algún día la vas a conocer.