Wiki Creepypasta
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La plaga que se esparce por campos que antes se creían santos, que son abandonados por sus protectores a cambio del calor de un hogar distinto, es orgullosa y no se conforma con aniquilar a sus habitantes. Le interesa más acabar con las entrañas de aquel Edén, destruirlo por dentro, introducirse en sus raíces y pudrirlas hasta que sea imposible rememorar aquellas épocas donde se las alababa por ser sagradas.

Despierta. Abre los ojos lentamente, parpadea un par de veces, da otra bofetada, otra embestida, cierra los ojos, inhala, exhala, otro golpe, otro empujón. El trozo de carne que yace unido a su entrepierna, vestigios de lo que alguna vez fue una bella mujer, ahora no es más que un objeto para satisfacer su melancolía, es un símbolo de toda la pasión reprimida que hubiese querido dar a otra persona. ¿Las manos? Atadas con rabia al respaldo de la cama matrimonial, cuyas blancas sábanas fueron manchadas por sangre y fluidos varios. ¿La cabeza? Yacía colgada sobre el hombro derecho, sacudiéndose con cada movimiento, colgando de tres pobres hilos de carne, meneándose sensualmente y evocando a la libido más profunda. El rostro se encuentra paralizado y oscilando entre una expresión de dolor y el más puro placer, los ojos sin vida, la boca abierta, el maquillaje esparcido sobre las mejillas blancas. ¿Las piernas? Violentamente cercenadas y arrojadas al piso, lejos de la acción, dejando tras de sí un rastro de néctar rojo que salpicó todas las paredes unos cuantos minutos atrás.

La plaga ha llegado al fondo de su corazón, lo envenena, lo fuerza a cometer esos actos, le inspira a vaciar su mente e imaginar una realidad distinta mientras el cadáver, bellamente colocado en el centro de la cama, hace de sustituto para la mujer de sus fantasías. Le da puñetazos en el estómago, como esperando una reacción por parte del cuerpo, dolor, pero no sucede nada, y eso sólo incrementa su rabia vacía. Finalmente, se aleja de él y observa su ensangrentado pene con orgullo, tristeza, miedo. Un vago recuerdo de su humanidad hace que salte hacia atrás y caiga de espaldas en el suelo, incapaz de ver lo que descansa sobre las sábanas arrugadas, confundido. Sin embargo, rápidamente se tranquiliza, se incorpora y se da media vuelta, en dirección al baño.

Al llegar, enciende el agua caliente sin mirar alrededor, los azulejos grisáceos pero pulidos con paciencia, la luz cálida que brinda un único foco. Al mirarse al espejo, no puede evitar soltar una risa amarga; sus cabellos rubios se encuentran hechos un alboroto, sus mejillas ligeramente sonrosadas por la agitación, sus ojos llorosos y carentes de vida, un único lunar debajo del ojo. Roza dulcemente la imagen con un dedo y luego vuelve a mirar hacia abajo, avergonzado de lo que está viendo, pero incapaz de hacer algo al respecto.

“Tus gustos son bastante peculiares, Natt”

Al mirar hacia la derecha, un cadáver viviente se aproxima lentamente hacia él, las piernas temblorosas por haber sido pegadas sin cuidado nuevamente al cuerpo, las manos sobre los pechos pequeños y seductores. El cráneo apenas parece haber sufrido cambios, y a pesar de erguirse sobre el cuello, aún se notan las cicatrices de la decapitación. Los ojos vidriosos siguen siendo los mismos de unos cuantos minutos antes. Con paso cauteloso, se acerca a la puerta del baño y pasa la mano por la madera blanca barnizada que la cubre; Natt envidia la potestad y el orgullo que el porte moribundo de aquella aparición proyecta, porque le recuerda que se encuentra en el más bajo de los círculos del infierno. Sin esperar una respuesta, la chica toma el miembro del joven con su mano izquierda y lo arrastra hacia la ducha con ella. La sangre fluye rápidamente lejos del cuerpo mortecino de la chica, como si fuese un maniquí, pero él intenta deshacerse de ella tallando con fuerza con la esponja. La muerte es incapaz de abandonarlo del todo y él es incapaz de abandonarla a ella. La frustración le hace golpearse una y otra vez la cabeza contra la pared, mientras la mujer lo observa con indiferencia; finalmente, convencido de que las manchas rojas deben de ser solamente otra alucinación causada por la plaga, que le obliga a odiarse y odiar a los demás, odiar lo que hace y lo que no puede hacer, rompe a llorar en ese mismo lugar. Parado, carente de cualquier fuerza física o psicológica, sintiendo una punzada de excitación por el cuerpo desnudo de un muerto en vida, con el agua hirviendo cayendo sobre sus hombros, llora, desamparado y más solitario que nunca. Las caricias de unas manos frías en su pecho, su cuello, su rostro, sus cabellos, su pene, ninguna es remedio para su dolor, un dolor que por fin ha sido capaz de sentir.

“¿Cuánto es el amor que sientes por ella?”

“¿Amor?”

Natt, si es que ese es realmente su nombre, sorbe sus lágrimas saladas con marcada tristeza. Ahora que por fin se han ido, los últimos rastros del sentir que antes lo caracterizaban, la plaga puede volver a avanzar en su interior e invadirlo, y llenarlo de odio nuevamente. La palabra ‘amor’ retumba en sus oídos, cruza su cerebro y este la fuerza a salir lo más rápido que puede, porque si permite que su mente la incorpore de nuevo, nunca más será capaz de levantarse de la cama de nuevo.

“No conozco el amor. Sólo este sentimiento obsesivo, paranoico, violento, que me hace querer atarla y hacer que sus intestinos se retuerzan de placer. La quiero para mí, quiero acabar con ese bastardo que, mientras hablo contigo, está quitándole el vestido después de una cena juntos y algo de alcohol. La necesito conmigo, necesito encerrarla y que sea sólo mía, que lo único que vuelva a pensar sea que también me necesita a mí, que su mente se vacíe y piense solamente en tener sexo todo el día.”

La sonrisa brillante y comprensiva de la mujer le transmite malicia y un profundo deseo egocéntrico que sólo una persona como él, una basura, sería capaz de comprender. Entonces, ella toma el rostro del joven entre sus manos y le profiere un beso suave, le deja sentir el frío mortal que mora en sus labios, su lengua retorcida y aún bañada en sangre, la saliva impregnada en recuerdos que no le pertenecen. La sensación es imposible de describir: hay algo que lo llena, que lo hace sentir diferente a todos los demás besos que habían compartido hasta ese entonces, un beso sincero, repugnante y malagradecido, desconsiderado, inoportuno, pero imposible de resistir. Él la toma por el cabello blanco y sostiene su cabeza temblorosa, devolviéndole el beso, intercambiando más fluidos y dejándole en la boca un sabor a miseria, el sentimiento de soledad de un cuerpo que sí respira, y se envuelven durante varios minutos más. La piel comienza a desprenderse de la espalda de Natt, que aún se encuentra de espaldas a la lluvia hirviente de la ducha, pero no le importa.

Ella apaga la ducha tras un rato y ambos se dirigen hacia la planta baja, más concretamente a la cocina. Más allá del reguero de sangre que abunda en las proximidades del dormitorio, aquella casa es completamente normal; si eso los muebles no han sido limpiados hace tiempo, y una fina capa de polvo recubre la mayoría del mobiliario perteneciente al muchacho. Salvo por unos cuantos vasos y botellas que han sido sacados de su lugar numerosas veces, algunos libros y sillas, nada parece haber sido tocado en años. Ni siquiera se respira un aire viejo: aquella vivienda se asemejaba a un ataúd sellado al vacío, que sólo envejece por sí mismo. La pareja atraviesa un pequeño pasillo y llega a la sala de estar, donde moran varias bolsas de basura, ropa colocada sin cuidado sobre la mesa polvorienta, más libros y utensilios de cocina desparramados por el suelo. Algunas hojas de diario que aún no han sido consumidas por el tiempo o arrojadas detrás de otros muebles aún descansan sobre el piso, siendo apartadas por los pies descalzos de los jóvenes.

Finalmente, Natt se acuesta sobre uno de los sillones, que desprende una nube de polvo casi opaco al instante, pero su mente está ocupada en otras cosas como para pensar en ello. La mujer ni siquiera comenta al respecto, y se sienta en la misma posición, sobre su regazo, haciendo contacto con sus cuerpos desnudos. Y así permanecen, acurrucados durante un largo rato, víctimas del agotamiento y el sufrimiento que ventilar su dolor conlleva; eventualmente, la chica acaricia la pierna de su compañero y le hace una única pregunta.

“¿Me odias?”

“¿Por qué lo preguntas?”

“Es que nunca has demostrado cariño por mí. Me destrozas una y otra vez, te aprovechas de mi cuerpo, me utilizas para satisfacer tus necesidades, descargas toda tu ira y odio contenidos sobre mí, pero nunca me hablaste hasta este día. Sólo escuchar el ruido de la puerta abriéndose y cerrándose me provocaba pánico al principio, porque sabía que pronto estarías arriba, y tendríamos el mismo sexo violento que a ti tanto te gusta. Y aun así, a pesar de ser un objeto con el que liberas tu estrés y tu violencia, nunca me abandonaste en la calle o me dejaste ir fuera de la casa. ¿Qué sientes por mí?”

El muchacho se queda unos minutos en silencio. Nunca se había detenido a pensar en si la chica sentía algo al respecto de su situación, si le importaba, si su memoria se perdía en la eternidad tras matarla repetidas veces, probablemente porque estaba concentrado en su propio dolor y desesperación que eventualmente lo llevaron a la más pura y melancólica locura. ¿Cuáles son sus sentimientos sobre aquella existencia carente de destino, de una vida útil, que nadie recordaría luego de su propia muerte? La plaga lleva tanto tiempo asentándose en su corazón y su mente que había olvidado lo que era pensar en otras personas además de sí mismo, aquella estúpida mujer objetivo de su obsesión y el hombre que compartía cama con ella todas las noches. Se había cerrado en ese círculo durante días, semanas, meses, años (porque se había vuelto incapaz de recordar con exactitud el tiempo transcurrido) y nunca se había detenido a considerar la posibilidad de abrir su corazón a alguien más, porque la plaga no lo permitía. Lo había invadido, cegado, destruido por dentro, y tampoco pensaba en dejarlo ir por muchísimo tiempo más. Pero tiene que dar una respuesta rápido.

“No, no te odio. Pero no eres más que un reemplazo para la persona que querría tener en tu lugar. Morirás muchas veces más a partir de ahora, quizá solamente en mi mente, y luego volverás a aparecer. No sé si te molesta, pero es la realidad. Lo siento.”

“No, no me molesta, tranquilo. Pero te he visto dolido por una mujer que nunca se preocupará por ti, para la que no existes, que dice quererte y amarte pero nunca te escogió, y me preguntaba si algún día serás capaz de superarla. Ahora, quiero hacerte la misma pregunta. ¿Qué es lo que sientes por ella?”

Natt se estremece ante aquella interrogativa, permite a la plaga arrastrarse en su interior y revolver sus órganos, contaminar su estómago y llenarlo de acidez, provocarle dolor, odio, todo aquello que carga en su interior rabiosamente y que, a la vez, no le permiten ir hacia adelante.

“Amor”

A punto de estallar en lágrimas, toma a la chica sentada en su regazo con todas sus fuerzas por el cuello, aplasta su cara contra uno de los esponjosos almohadones y comienza el ritual sexual nuevamente.


Atte: Sinny Blues

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