—¿Hola, mamá? —Una voz susurró en el oscuro dormitorio, apenas audible por los fuertes ronquidos. La niña dio algunos pasos tentativos hacia la cama grande—. ¿Mamá?
Ella dudó, entrecerrando los ojos contra la oscuridad. Otro paso la puso justo al lado de la cama, y ella solo dudó por un momento antes de poner su mano sobre el brazo de su madre.
—Mamá —Susurró, con un tinte de desesperación en su voz—. Mamáaa.
Los ronquidos continuaron, sin ser molestados. La niña tragó saliva y luego tiró suavemente del brazo de su madre.
—¡Mamá, despierta, por favor!
—¿Q-qué? —Dijo la madre. Su voz era más fuerte que la de su hija, y los ojos de la niña se abrieron.
Silenciosamente se llevó un dedo a los labios. Otro ronquido sonoro llenó la habitación, y los ojos de la madre se abrieron tanto como los de su hija. La madre asintió con la cabeza. Dolorosa y lentamente levantó su manta, con cuidado de no mover ninguna otra parte que no fuera la que la cubría a ella. Ella deslizó sus piernas hacia afuera y las colocó en el piso, antes lentamente, muy lentamente, moviendo su peso sobre ellas. La cama dejó escapar un fuerte gemido, y la mujer se congeló. Los ronquidos se detuvieron por un segundo, dos segundos, tres segundos. Madre e hija no respiraron. Otro ronquido fuerte, y dos pares de hombros bajaron.
De pie, la madre buscó debajo de su cama y sacó una pequeña bolsa de lona. Agarró la mano de su hija y, sin siquiera mirar al durmiente, salieron de puntillas del cuarto oscuro y de la casa oscura.
La madre sacó un par de llaves del auto de la bolsa, y ambas entraron en el viejo sedán que estaba estacionado frente a la vieja villa. La madre soltó el freno de mano, dejando que el auto rodara por el camino de entrada antes de encender el motor. El motor rugió con mucha vida, y salieron a toda velocidad del callejón sin salida.
—Mami, ¿por qué papi sigue volviendo?
—No lo sé, cariño, realmente no lo sé.
La niña se apoyó en la ventana, observando cómo las farolas pasaban una detrás de otra. El auto disminuyó la velocidad, giró y estacionó en un estacionamiento. Una imponente fachada gris se alzaba sobre un baldío, coronado por una torre de reloj con una gran cruz sobre ella.
—¿Dónde estamos?
—En una iglesia. Lo siento mucho cariño, pero tendremos que dormir aquí esta noche.
—Está bien, mami.
—Todo será mejor por la mañana, ¿vale? Lo prometo.
La niña se arrastró en el asiento trasero, mientras su madre sacaba dos mantas de la bolsa. La madre acurrucó a su hija y besó su frente por segunda vez esa noche.
—Buenas noches, cariño.
—¿Mamá? —Su voz era muy fina, casi temblorosa.
—¿Si?
—¿Papá te va a lastimar de nuevo?
—No, cariño, no, no lo hará.
—¿Cómo lo sabes?
La madre sonrió y suspiró profundamente.
—Porque el hombre que trabaja aquí sabrá cómo asegurarse de que permanezca muerto, esta vez.
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- Autor: PocketOxford
- Fuente: Night Terrors.